El Niño de Elche: "He hecho para Albert Pinya una versión tecno-bárbara de la Sibil·la"

El cantaor iconoclasta colabora con el artista mallorquín en la instalación que éste inaugurará el 26 de junio en Pollença

El Niño de Elche.

El Niño de Elche. / Óscar Fernández Orengo.

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

El Niño de Elche es uno de los colaboradores principales de Albert Pinya en el proyecto que éste presentará el próximo 26 de junio en la iglesia del Convent de Sant Domingo de Pollença. El artista cuántico, el flamenco líquido, trabaja en la creación de un espacio sonoro que dialogue con las piezas del artista mallorquín.

«Sus figuras, esos artefactos, tienen una parte arquitectónica muy interesante. Y también muchas voces que trato de imaginar. Y para mí la voz es también una especie de edificación, una escultura en sí misma», sostiene el cantaor Francisco Contreras, quien establece así vasos comunicantes entre su trabajo con el sonido y la obra de Albert. 

Sin un lenguaje establecido, El Niño ha tenido que inventarse un alfabeto para las piezas de Pinya. El punto de partida, los cantos de misterio, la Sibil·la. «Me he inspirado en ellos. Me he centrado en cómo hacer que éstos vengan de una zona cero, de una zona que crea una nueva realidad; en este caso, sonora», cuenta. ¿Y a qué terreno ha llevado el artista ilicitano el canto de origen medieval? «Mira, para Albert he hecho una versión tecno-bárbara de la Sibil·la». En el proceso, han tenido su influencia algunos fragmentos de Teoría general de la basura de Agustín Fernández Mallo que el mallorquín le pasó al Niño: Los ojos es la única parte del cuerpo que no cambia con los años; huella dactilar hecha de luz, se mantiene hasta la vejez.  O Internet, gran contenedor donde se ha borrado el tiempo

«Mi acercamiento a la Sibil·la, canto que conocía por mi amiga Maria del Mar Bonet, ha sido la de un extranjero. Yo soy un cantaor sin identidad, un turista, entonces tengo esa libertad para hacer lo que hago», dice sacudiéndose las ortodoxias. 

Todo el material lo ha trabajado desde el estudio. «Son sonidos procesados desde la voz, lo más naturales posible, pero juego un poco con la ambigüedad entre lo procesado y lo que no lo está, lo natural y lo electrónico», confiesa. Como buen heterodoxo, busca causar extrañeza en el espectador. «Se trata de crear un estado de cosas diferente y que tiene que ver con el juego, con los niños y con lo infantil como proceso profundo y atemporal», subraya. «Hay un poeta que decía que de la infancia sólo se sale minutos antes de morir». No en balde, el proyecto de Pinya en Pollença lleva como título: Artefactos, vocablos y niños. Algunas consideraciones sobre la permanencia (de la pintura) en tiempos de tecnobarbarie

La pieza sonora del Niño está dividida en dos espacios, al igual que la muestra de Pinya. «Hay una sala de aislamiento donde Albert coloca sus artefactos y otro espacio que conecta con el exterior», señala. «Otra de las complejidades es combinar el sonido de la iglesia con la obra sonora. La semana de la inauguración iré a Mallorca para hacer los ajustes», promete. 

El alcalde de Pollença Tomeu Cifre, los directores del Museu de Pollença, Andreu y Aina Aguiló, y el propio Albert Pinya presentaron ayer el proyecto en el Convent de Sant Domingo.  

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