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El Gallinero | Yo quiero verte danzar

Un momento del espectáculo 'Trama'.

Se abre paso entre la maleza vírica una edición estimulante, y especialmente variada, de Palma Dansa; y el público responde, como siempre, advirtiendo a las instituciones que la apuesta por la belleza también es segura. Me dejo impactar, por motivos muy diversos, por dos reclamos casi antagónicos. 

Ignoro si es corriente o casualidad pero coinciden en el tiempo bailarines que en lugar de bailar en sus espectáculos, reflexionan sobre el oficio y la vida. Juan Domínguez, a quien no hace mucho vimos en Palma disertar y repartir helados, y Vicente Arlandis son buenos ejemplos de esa suerte de Bartlebys escénicos. El segundo presentó en el Solleric El esfuerzo constante de ganarse la vida, donde no hay danza, ni apenas movimiento, pero sí un mensaje antimercantilista, tan sencillo como demoledor. Hemos sido engañados por el sistema, como viene a sentenciar César Rendueles en Capitalismo canalla y repite el artista mientras recibe un masaje en vivo y repasa una trayectoria laboral que empezó con curros de mierda y llegó a Jan Fabre – un tirano, según relata -. Arlandis alcanza su sueño de vivir sin pegar palo al agua, al menos durante los 45 minutos de la pieza, en un desafío lúcido a la obsesión por el tripalium o el dejarse torturar por el trabajo. Solo por eso vale la pena.    

 En el otro extremo me topo con Trama, a la que acudo bajo el consejo de mi amiga Marta, experta en la materia y conocedora de mis limitaciones: «Esta la vas a entender». No sé si la comprendí en toda su dimensión pero me atrevo a valorarla. Puro nervio y contacto, que alegra la vista en tiempos de distancia obligada. Una hora de movimientos acompasados con precisión; una coreografía diseñada por Roser López Espinosa, perfectamente entramada hasta el último movimiento y en la que destaca Anamaria Klajnscek. Cuerpos formando estructuras complejas, pirámides humanas, madejas que se deshilan, danza de estorninos… y todo con tan solo cinco intérpretes sobre el escenario de la sala grande del Principal. Una propuesta fresca, diferente que, por poner alguna pega, quizá alcanzaría más volumen con una música menos monótona.  

Y mientras, el Teatre del Mar sigue a lo suyo, programando joyas que no encuentras en otras salas. Èdip, de Bambalina Teatre Practicable, te cuenta el mito de Sófocles con marionetas y una puesta en escena tan sencilla como efectiva. Se multiplican los tres intérpretes para no dejar prácticamente ningún personaje por el camino y extraer la esencia de una de las tragedias más desgarradoras que se han escrito.  

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