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Mariantònia Oliver Coreógrafa y bailarina

«Vengo del desierto, soy pura intuición y deseo, y me he buscado la vida»

«Para mí celebrar los 30 años significa que somos equipos de personas que hemos creado territorio» u«Éramos jóvenes arriesgadas y lo interesante era el lenguaje, lo que nos atrevíamos a hacer»

La Compañía Mariantònia Oliver suma tres décadas dedicadas a la danza contemporánea

La Compañía Mariantònia Oliver suma tres décadas dedicadas a la danza contemporánea B. Ramon

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La Compañía Mariantònia Oliver suma tres décadas dedicadas a la danza contemporánea Maria López

La compañía de danza Mariantònia Oliver rebasa en plena actividad la barrera de los 30. Fundada en Barcelona en 1989, Oliver trasladó su actividad a Mallorca en 2000. De formación autodidacta, la bailarina ha sido testigo y partícipe de la consolidación de la escena de la danza contemporánea, primero en Barcelona y después en la isla.

Barcelona, 1989. Haga una fotografía de la situación de la danza contemporánea en ese momento.

La compañía nació a finales de los 80. Antes formaba parte de La Dux con María Muñoz, de Mal Pelo. Nuestra presencia fue importante porque iniciamos el lenguaje, entonces se hacían pocas cosas de danza contemporánea. Había gente que se iba al extranjero e importaba métodos, maneras de hacer. Nosotras éramos muy intuitivas y bailábamos sin saber bailar, nos tirábamos de la moto.

El primer espectáculo de su compañía, Ocho, ya le hizo ganar algunos premios.

Fue muy especial y potente. Ganamos dos premios: Jove Creativitat de Catalunya y Joves Creadors Europeus del Mediterrani. Hicimos una coproducción con el Mercat de les Flors y después estuvimos rodando por Europa y por España con otros montajes.

El espectáculo La paraula i els peus nus.

¿Tuvo la sensación de estar viviendo un momento especial en el que pasaban cosas?

Franco murió en el 75 y en los 80 todo estaba en ebullición. Hubo un momento muy interesante de la escena en Cataluña, en el que nos juntamos todos. Se creó la Marató de Teatre, Dansa i Circ, un encuentro anual de creadores que fue muy importante y que empezó en el casal de barrio Transformadors de Barcelona. Era una gran fiesta, lo hacíamos todo entre todos. Fue una confluencia muy buena de gente del circo, de teatro, del teatro visual y de la danza.

¿En ese momento ya se hablaba de artistas o espectáculos multidisciplinares?

Con La Dux rodábamos películas de Súper 8 y de 16 milímetros. Filmamos una que se titulaba Corre que feim tard. En el dos caballos de mi cuñado montábamos el travelling y nosotras íbamos corriendo por toda Barcelona. Ya éramos multidisciplinares, ya estaba implícito. Trabajábamos con cámaras, con músicos muy activos, con creación musical propia tocada en directo. Nuestros entrenamientos eran con gente de circo y de teatro. Formábamos parte de una comunidad escénica muy rica. En los 90 la danza fue creciendo muy rápidamente en Barcelona, pero para alimentarnos siempre viajábamos y nos íbamos detrás de los creadores que nos interesaban. Yo vengo de ser autodidacta, de ir a buscar, volver a casa y cocinar. Esta era mi manera de hacer. Éramos jóvenes arriesgadas y lo interesante era el lenguaje, lo que nos atrevíamos a hacer. Ese fue el momento en el que la danza tuvo coraje, en los 90.

Una escena del espectáculo La contínua hace 18 años.

Después de vivir el surgimiento y consolidación de la escena en Barcelona decide regresar a Mallorca. ¿Con qué se encontró?

En el año 2000 tenía 40 años, quería dejar la danza y montar una empresa de distribución de productos biológicos, pero le diagnosticaron un cáncer a mi madre y regresé. En aquel momento estaban AuMents y Res de Res i En Blanc, pero nada más. Tuve suerte porque una persona de la UIB, Patricia Trapero, me dio cancha. Nos ayudó a hacer un espectáculo, Bobot, dedicado totalmente a Mallorca. Fue un éxito, hicimos giras internacionales y lo hemos bailado unos diez años.

¿Qué le provocó el paso de Barcelona a Mallorca, de la escena underground a la falta de actividad?

Para mí no había otra opción que moverme y empezamos a saco. «Estoy aquí y haré lo que me pide el cuerpo», pensé. Soy un animal social, junté gente, aunque sí que tenía un pie aquí y otro en Barcelona. El siguiente espectáculo fue La contínua, que era algo muy íntimo y personal. Fue muy agradecido, con un lenguaje con el que no tienes que demostrar nada a nadie, porque aquí nosotros no teníamos público. Después de 18 años, el próximo noviembre, estrenaremos en el Principal la mirada que tenemos ahora de La contínua, pero no la reproducimos. Qué pasó en aquella época y cuál es La contínua de hoy.

Una revisión de La contínua se representará en el Teatre Principal el próximo noviembre.

¿Qué sensación le producía trabajar sin tener un contexto favorable?

Fue muy difícil porque no había público. Estábamos en un punto en que nos arriesgábamos y no teníamos el sentimiento de tener que demostrar nada a nadie. Hacíamos nuestro trabajo como artistas, pero el público no estaba conformado. Había muchos prejuicios sobre la danza y siempre desde la mirada de la narrativa del teatro, la mirada de la danza no existía. Ahora sí se ha conformado, hay público y hay mirada. Pero han sido necesarios años de picar piedra.

Y su compañía ha sumado treinta años.

Nosotras somos patrimonio, nuestro trabajo lo es y para mí la celebración de los 30 años, que en realidad son 32, es que somos equipos de personas que hemos trabajado creando este territorio y que formamos parte del patrimonio. Respetar el recorrido, la historia, los referentes: esto es el futuro. Es importante celebrarlo y ponerlo en valor porque son los cimientos del futuro.

Otra de sus obras, Malmenats, subió al escenario a personas ajenas a la danza.

En estos años, no se ha limitado a producir espectáculos.

La compañía ha hecho muchas cosas paralelas, como el centro de creación Eima, que era pura necesidad. Recorrí todo Palma buscando un espacio público, pero fuimos acogidas en Maria de la Salut, mi pueblo. Todo el recorrido ha sido muy orgánico, teníamos la necesidad, si no, no podíamos crear. No hay lugares de creación, de ensayo. Crear un producto es mantener un diálogo entre los creadores y todo requiere una periferia que es enseñar, reflexionar socialmente. Desde el momento en que expones un espectáculo de danza estás provocando algo, has de tener un retorno. Hemos creado territorio, este diálogo se ha ido conformando, abriendo compuertas. Al no haber formación, la gente emigra, pero al haber un campo de cultivo regresan. Todo esto lo hemos ido construyendo entre toda la comunidad de la danza, no solo esta compañía y ahora hay varios festivales, ya hay diálogo y la periferia es muy rica, porque hay espacio para hacer posible tu sueño.

Con Las muchas o Malmenats ha subido al escenario a personas ajenas al mundo de la danza.

Es muy importante que la danza, como el pensamiento, pueda tener diversidad. Estoy muy comprometida con la política del cuerpo. Todo nace con esta necesidad intuitiva de darle sentido a estos cuerpos no normativos. Me he visto totalmente implicada, pero me gustaría decir que lo que está pasando ahora en la danza es gracias a la mirada de bastante gente diversa. Las muchas fue el primer proyecto en España de estas características e impactó. Ha sido muy gratificante que a partir de ese impacto se hayan desarrollado posibilidades y abierto las mentes, la mirada, la reflexión, la aceptación y la permisividad en la política del cuerpo.

Su propia formación como bailarina tampoco ha seguido las reglas.

En mi familia no había ningún artista, la información artística en la escuela era cero. Vengo del desierto, soy pura intuición y deseo, puesto en este mundo, que se ha buscado la vida. Nosotras no teníamos información ni formación. Cuando entras en una escuela como el Institut del Teatre, te das cuenta de que no formas parte del mundo académico por política vital. Yo no había ido a clases de danza de niña. A los 17 años recorría las escuelas de danza y solo había ballet clásico, hasta que Mona Belizán me abrió los ojos, pero ya tenía 20 años. Me he creado a mí misma y esto de ser autodidacta es una realidad. Después formas parte de un territorio cultural que hemos creado entre todas.

¿Es por esto que se ha implicado también en proyectos pedagógicos?

La creación implica pedagogía, hacemos creación con los niños, trabajamos dentro de las escuelas en horas lectivas. Lo interesante es cómo vas haciendo posible que se creen infraestructuras de base que te den experiencia. No solo es enseñar a bailar, sino enseñar desde la danza, no todo es técnica de la danza, sino desde la danza.

¿Qué hay del presente de la danza en Mallorca?

Hay muchas ganas y mucho trabajo por hacer. Acabamos de crear la Associació Professional de Dansa de Balears, que es algo muy importante porque el sector ha de estar unido para crear la estructura desde la comunidad y para dialogar con las instituciones. Hay gente joven muy válida y proyectos potentes . Ahora tiene sentido que los jóvenes estén aquí. Es un momento en el que las periferias son muy ricas. Después de todos estos años, ya hay un público, un diálogo de la escena contemporánea. La programación del Teatre Principal ha hecho mucho, el Festival Palma Dansa también y espacios como sa Màniga, teatros que se han mojado, como los de Alcúdia, Calvià, Manacor, Artà, Capdepera… se han comprometido. La red de la danza se ha construido. Está desmadrada, pero ahora desde la asociación nos pondremos a trabajar para darle coherencia y crear la infraestructura necesaria.

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