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Laura Ferrero: "Hacerse mayor es quitarle la máscara a tus padres"

La también periodista y guionista presenta hoy (19 h) su nuevo libro, 'La gente no existe', en el Centre de Cultura Sa Nostra, un acto organizado por Drac Màgic

Laura Ferrero.

Escritora, periodista y guionista, Laura Ferrero (Barcelona, 1984) irrumpió en 2016 con su primer libro de relatos (Piscinas vacías) y con las novelas Qué vas a hacer con el resto de tu vida y El amor después del amor. Con La gente no existe (Alfaguara) regresa al «desafío» del cuento, eso que Borges decía que era mejor que una novela porque puede contener lo mismo sin fatigar al lector. 

«Usted me cita a Borges y yo le cito a Cortázar -responde por teléfono-: la novela gana por puntos y el relato por KO. Me interesa el reto de noquear al lector». 

-¿A quién prefiere, a Borges o a Cortázar?

-Me quedo con Borges. Ni siquiera me gustó Rayuela.

-Yo nunca he podido pasar de la mitad.

-Pues estaremos de acuerdo en las cosas de la vida.

-Sus relatos están repletos de pequeños detalles que parecen no llevar a ningún sitio.

-El detalle es lo que cuenta la vida. Las generalidades no llevan a ningún lado, porque al final a todos nos pasan las mismas cosas. Las historias se construyen con lo que te lleva tu madre de merienda al colegio y cosas así.

-Uno de sus personajes dice que todas las familias son un fracaso. ¿Está de acuerdo?

-Es su opinión, no la mía. Pero, aunque fracaso no sería la palabra, si nos adentramos a fondo en una familia se acaban revelando detalles que pueden ser desde un paraíso a una pesadilla. Me interesaba poner la lupa en los vínculos y las dinámicas familiares, sobre todo en el momento en el que maduras y bajas del altar a tus padres. Hacerse mayor es quitarles la máscara, descubrir a las personas que hay detrás de ellos.

-¿Por eso aparecen tantos niños?

-Me interesa la infancia porque es el terreno en el que las cosas que no escoges te marcan para siempre. También me interesa eso de que a los niños no se les trate como adultos cuando a veces son más lúcidos que ellos. Y luego te sorprende que tus hijos se hagan mayores y tengan ciertos comportamientos.

-¿Se ve reflejada como escritora en la niña que fue?

-Trato de estar en ella porque todos estamos en lo que escribimos y en lo que leemos, nos buscamos ahí. Con lo que escribo trato de responder cosas o acercarme a lugares en los que no sé qué voy a encontrar.

-¿Entonces no está de acuerdo con el personaje que dice que contamos las historias de los demás porque no nos atrevemos a contar las nuestras?

-Ahí son los lectores los que han de fiarse o no de mí. Es como un acto de fe. En ese relato (Candy Crush) hablo de cómo las palabras pueden manipular. Tendemos a pensar en las palabras de manera romántica, eso de que salvan o sanan. Pero también hay una vertiente vengativa y manipuladora en el lenguaje.

-¿Un escritor no debería defender que las palabras manipulen?

-Defender no sería el verbo que yo utilizaría. A mí me da miedo la capacidad de perversión de las palabras. El lenguaje es siempre un arma de doble filo.

-Hay relatos que sí están claramente basados en su vida y en la de gente cercana. ¿Son más difíciles de escribir que las ficciones inventadas?

-Me es difícil acercarme a los personajes reales porque no puedo inventarme los detalles. No me siento muy a gusto.

-Precisamente uno de los autobiográficos, el que habla de la muerte de su abuela, resulta el más esperanzador.

-Pues últimamente me cuesta ver la realidad con optimismo. Dicen que estamos al final del túnel, pero el túnel se está haciendo largo. Intento que sea el lector el que construya los finales y que los sienta como nuevos inicios. Pero a veces en la vida ocurren muchos sinsentidos y uno no puede hacer nada.

-¿Por eso hay también tantos relatos de frustración?

-La frustración siempre está porque intentamos cosas que no nos salen. En estos relatos los personajes sueñan demasiado y, aunque soñar es gratis, equivocarse de sueño no. Y eso le pasa a muchos personajes, en vez de cambiar la realidad se quedan en su proyección.

-¿Deberíamos ser más realistas?

-Es que ser realistas cuesta mucho. Pero fundar tu vida en un autoengaño te suele torcer las cosas.

-«La literatura se parece a la vida pero no es la vida, y quien las confunde paga». ¿Usted ha pagado mucho?

-Más de un disgusto me he llevado. La literatura, igual que el cine, nos crea una seguridad que después en la vida real no encontramos. Lo que decía Chejov, si en un libro hay una pistola es porque alguien va a dispararla. En la realidad la pistola puede estar ahí y no tienes ni idea de por qué. Los que tenemos incertidumbres necesitamos que los libros o las películas nos den garantías. Pero como decía Clint Eastwood, si quieres garantías cómprate una tostadora.

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