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MÚSICA CRÍTICA

El tiempo entre las cuerdas

Hacía mucho tiempo que en un concierto no escuchábamos una ovación como la que recibió la solista del Concierto de Tchaikovsky el pasado jueves en el Trui Teatre de Palma. La joven María Dueñas provocó que el público, puesto en pie, aplaudiera hasta la saciedad, obligándola a salir una y otra vez para recibir ese calor humano de agradecimiento. Y es que no fue para menos. La versión que hizo de esa partitura enorme, el Concierto para violín y orquesta, enorme en el sentido de grandiosa musicalmente, fue de ensueño. Una interpretación memorable y para no olvidar. Los que tuvimos el placer de escuchar en vivo esa joven intérprete prodigiosa (tiene ¡18 años!), cuando su nombre figure en todos los escenarios del mundo y con las formaciones de más prestigio, siempre podremos decir: «Yo la vi primero, y en Palma».

Dueñas posee una dicción de primera, una afinación impecable, un fraseo de lo más musical y una técnica como pocas. Eso hace que su sonido sea envolvente y al mismo tiempo carismático.

Y eso no fue todo, sin una orquesta preparada, atenta y entregada, el resultado hubiera quedado a medio camino. Y eso no sucedió pues nuestros músicos ayudaron y, en gran medida, al éxito. A destacar los hermosos diálogos entre solista y maderas en el segundo movimiento. Flauta, oboe y clarinete rozaron la excelencia con sus intervenciones.

Y si con Tchaikovsky se cerró una velada excepcional, ésta había empezado con una buena lección de sinfonismo, a través de la Segunda Sinfonía de Saint-Saëns, el compositor de quien se cumplirá, en unos meses, el primer centenario de su fallecimiento. Su Segunda es una obra curiosa y por su interés debería ser más conocida. Muy bien aquí las cuerdas, sobre todo en esa fuga inicial, en la que Mielgo consiguió marcar los acentos de las frases y supo destacar los matices de una pieza singular.

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