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Los festivales de Mallorca se reinventan ante la incertidumbre

«No saber qué aforo estará permitido este verano, qué limitaciones se impondrán y en qué fase estará la vacuna, nos está dejando fulminados», reconoce Miki Jaume, de Trui Espectacles

El público, durante el concierto-experimento que ofreció Love of Lesbian en Barcelona. El Periódico

Mallorca es tierra de festivales y sus responsables aseguran que están en jaque a causa de la pandemia. Tras el desierto de 2020, cuando se cancelaron prácticamente todas las grandes citas musicales y solo unas pocas resistieron reinventándose con nuevos formatos, como la edición de verano del Mallorca Live o la muestra de Port Adriano, y adaptándose a unas restricciones que llevaron a esta industria a la asfixia, 2021 se afronta como un año de transición, con la mirada puesta en 2022. Las pérdidas, según los promotores consultados por este diario, son incalculables, con unas estructuras financieras muy tocadas, y con una incertidumbre que no les deja trabajar.

«La incertidumbre, el no saber qué aforo estará permitido este verano, qué limitaciones se impondrán y en qué fase estará la vacunación, nos está dejando fulminados. Económica y psicológicamente estamos muy tocados», confiesa Miki Jaume, de Trui Espectacles, empresa que este verano ha creado para el recinto de Son Fusteret, en el que lleva años organizando conciertos, un nuevo reclamo, el Festival Cultura es Vida, que se celebrará desde mediados de junio y se prolongará, «si la situación es buena», hasta el mes de octubre, con un plantel de artistas, alrededor de una treintena, que se dará a conocer la próxima semana.

«Hemos replanteado el modelo de festival para los tiempos de covid. Hay que recuperar la ilusión de un sector que lleva más de un año en coma, sin poder trabajar. Tenemos que reactivar la emoción del público, la fuerza de los profesionales, empresas y proveedores, artistas y autónomos que viven del directo», señalan desde Trui.

Con el Festival Cultura es Vida, Trui espera poder dar «trabajo directo a 3.000 o 4.000 personas» relacionadas con el sector de la música, que confían en que el aforo permitido a día hoy, 1.000 espectadores al aire libre, todos sentados, con un máximo de seis personas por grupo, se amplíe en los próximos meses. «Lo sensato sería que nos permitieran aforos de 1.500 ó 2.000 personas este verano, siempre con un control estricto en lo que a medidas covid se refiere, y si en septiembre la vacunación está avanzada, pues aforos mayores», apunta el promotor.

En opinión de Jaume, 2021 es «uno de los años más importantes de nuestra vida, ya no por la marca o la continuidad de los festivales, sino por la gente, por el público, por lo que significa lo que hacen las empresas del mundo del espectáculo, que son valientes en estos tiempos. Yo lo veo a diario en nuestro teatro: cuando salen tras un concierto o una representación, los espectadores parecen niños. Nunca como ahora había escuchado tantas veces la palabra terapia, porque eso es lo que dicen, la cultura les sirve de válvula de escape».

La Mala Rodríguez, en el Mallorca Live Summer del año pasado, con el público sentado. | MANU MIELNIEZUK

«Creía que en este negocio lo había visto todo, pero estaba equivocado. No solo está roto el mercado, también los bolsillos de la gente. Hemos tocado fondo y hay que inventarse cosas para poder sobrevivir. Quizá en 2022 todo empiece a arreglarse», suspira uno de los promotores históricos de la isla, Roberto Menéndez, al frente de festivales como el de Port Adriano o el Jazz Voyeur.

Asegura Menéndez que los promotores están sometidos a una «montaña rusa emocional» desde abril del año pasado, una «locura» con la que resulta muy complejo seguir en el oficio. «No puede ser que un día los datos de la pandemia sean buenos, y uno estudie qué artistas hay, qué posibilidades existen para traerlos a la isla, tratando de armar un concierto o un festival, y a los quince días todo se cancele», espeta. Y pone un ejemplo: el de Herbie Hancock, leyenda del jazz, al que han tanteado para que actúe en Mallorca. «Gira con cinco músicos, al margen de la gente, profesionales incluidos, que pueden acompañarle. Bastaría con que uno de ellos diera positivo en alguno de los cinco aeropuertos que tendrían que coger hasta la isla para que todo lo programado se fuera al traste».

«En Mallorca nadie sabe cómo gestionar todo lo que se nos ha venido encima, y uno aprende sobre la marcha. 2021 es un año de transición. Hay que salvar las cuentas como podamos. Hace un año y medio que estamos contra la pared, y de lo que se trata es de mantener la estructura. Estamos en una transición, sí, pero sin saber hacia dónde vamos», lamenta.

El festival de Port Adriano tiene previsto programar en agosto a diferentes grupos internacionales. En la añorada antigua normalidad el aforo de los conciertos de este ciclo musical era de 2.000 personas. «Los aforos están reducidos, las barras donde se sirven bebidas, una parte muy importante de este negocio, están prohibidas, los artistas no se bajan los cachés, y si no hay turistas ya me dirás cómo vendemos todas las entradas».

Sobre el caché de los grupos, hay diversidad de opiniones entre los promotores. «Hay de todo. El 80 por ciento de los músicos con los que he tratado sí han tenido un punto de sensatez a la hora de ajustar condiciones y exigencias. El otro 20 por ciento está en una nube», apunta Miki Jaume.

"Aprendamos sobre la marcha, 2021 es un año de transición", lamenta Roberto Menéndez, promotor de Port Adriano

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Los responsables del Mallorca Live esperan poder repetir el «auténtico milagro» del año pasado, cuando no registró ni una sola incidencia relacionada con el covid y concluyó con más de 14.000 entradas vendidas en su mes y medio de duración. Para ello han diseñado un cartel repleto de grandes nombres: Raphael, Aitana, Rozalén, M-Clan, Sidonie, Fuel Fandango… «Siempre le ponemos mucho empeño para conseguir el mejor cartel, ponemos todo el mimo posible para encontrar las mejores propuestas para la isla», afirma su director artístico, Sebastián Vera, quien compara un festival con «una ciudad efímera, lo que nos hace tener un control bastante grande sobre la incertidumbre y una gran capacidad de adaptación. Sobre todo hemos demostrado que tenemos una gran capacidad para gestionar con seguridad los movimientos y accesos de personas, los diferentes conciertos-estudio han probado que la cultura es segura», subraya.

Desde el festival Mallorca Live se recuerda que se han ido adaptando a todas las normativas y restricciones que las distintas administraciones han ido aprobando, tanto a nivel nacional como autonómico y local. «Hemos trabajado muy duro desde todas las áreas para seguir manteniendo la actividad y no ha sido fácil. Nunca hemos pensado en arrojar la toalla. Ha sido muy difícil, pero ante las dificultades nos crecemos y ante la adversidad, más», asegura Vera. No obstante, reconoce que este año está siendo «más complejo encontrar patrocinadores, porque todas las empresas tienen que pensar muy bien donde van a colocar sus inversiones».

«La ayuda, tanto privada como institucional, es más importante que nunca», afirma Miki Jaume. «Pero la institucional se tendría que repartir por igual, y no llevársela uno solo. En tiempos extraordinarios tendría que haber un equilibrio justo, algo que no sucede», protesta el director de Trui, que también reclama una «mayor comunicación, más unión entre los grandes promotores de la isla, lo que nos daría poder frente a las instituciones y permitiría unos protocolos más claros a la hora de trabajar».

El festival encargado de abrir la temporada de conciertos será el Géiser, el próximo 22 de mayo, con Juanito Makandé y Dinamo, en el recinto de Son Amar (Palmanyola), cuyo aforo se ha visto reducido de 1.500 espectadores a 750, siguiendo la norma que obliga a ajustarlo al 50 por ciento de su capacidad. «En esta edición no hay rentabilidad económica alguna. Lo que se busca es no perder mucho y atravesar este año como podamos», se sincera Felipe Menéndez, su máximo responsable. «Soy un kamikaze, un promotor que se lanza. El año pasado tuvimos que cancelar hasta diez eventos, y psicológicamente eso te pasa factura, te devasta, pero no sé hacer otra cosa», confiesa.

El Contrast puede presumir de haber sido el primer festival que tras el inicio de la pandemia trajo a Europa a músicos estadounidenses. Lo hizo el pasado mes de diciembre, con Jesse Malin y Greg Hetson. Y no faltará este año, de momento con una estrella ya anunciada: Nina Persson, la voz de The Cardigans. Su cerebro es David Riu, que acumula cerca de tres lustros girando por todo el mundo, durante años trabajando para Marky Ramone. Su propuesta es un festival «de autor», pequeño, sin pretensiones, pero de calidad, exclusivo. «Emocionalmente sí es rentable mi festival. Lo de ganar dinero te afecta dependiendo de la escala de cada uno. Hay quien necesita 100.000 para ser feliz, y a otros les basta con 20.000. Lo que está claro que montar un festival en estos momentos es un ejercicio cercano a la épica», admite.

«Resistimos porque sabemos jugar las cartas, y por la amistad que profesamos con muchos músicos, que se mueren por venir a Mallorca. Nunca hemos recibido un ‘no’. De todos modos nos movemos entre la ilusión y la frustración. Estamos en la montaña rusa de la incertidumbre. Y hay que aguantar. Todo iría mejor si todos remáramos en la misma dirección», sostiene.

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