Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pau Riba: «En 1971 yo era un urbanita en Formentera»

El músico regresa a su «paraíso perdido» de los 70 para recordar el disco que grabó en la isla

Pau Riba, la cabeza de un cerdo y Antonio Tur Gabrielet, tras unas matanzas en la Mola.

Pau Riba (Palma-1948) llegó a Formentera cuando tenía 23 años. Entonces era un músico incómodo para los últimos años del franquismo que escribía, componía y cantaba en catalán y que cuestionaba al sistema y a la burguesía catalana de la que él mismo provenía. En ese momento Formentera representaba ese ‘paraíso perdido’ para toda una generación.

En plena explosión del hipismo nacional, Pau Riba decidió volver a la naturaleza y vivir de la forma más sencilla posible: «Yo entonces era un urbanita de pro y pisaba asfalto, se trataba de volver a un tipo de vida mucho más simple». «Formentera era un descubrimiento, teníamos que sacar agua del pozo y la luz era de quinqué, cocinábamos con brasa», rememora.

Pau Riba en una actuación en Formentera en 2011. FRANCESC FÀBREGAS

Eligió Formentera y aquí vivió durante cuatro años, en los que compartió música y compañía con amigos y artistas. En la casa de la Mola, Can Pep Carlos, pasó por la experiencia de ser padre y asistir a su pareja, Mercè Pastor, en el parto de su primer hijo, Pau, lo que marca el disco que ahora cumple 50 años ‘Jo, la donya y el gripau’, que completa la trilogía, con sus dos primeros ‘Dioptria’ I y II.

La grabación del disco que ahora cumple 50 años se hizo al aire libre con un equipo portátil alimentado por baterías, un Nagra, que se usaba y se usa todavía por el sonido directo en el cine.

Ese disco se convierte en una referencia mucho más allá de la canción catalana, de la que Riba se desmarcó.

Un jovencísimo Pau Riba en la época hippie, cuando llegó a Formentera.

Un jovencísimo Pau Riba en la época hippie, cuando llegó a Formentera.

Este músico y escritor tomó su propio camino musical, pasó por el folk, el rock, la canción de autor e incluso la psicodelia.

Ahora afirma emocionado que le hace «mucha ilusión» volver a Formentera e incluso se muestra sorprendido por el interés del Consell Insular, «que es el que ha tenido la idea de celebrar los 50 años del disco», asegura.

Ese trabajo de 1971 apostó por el sonido natural y Riba, con plena libertad en la producción, no tuvo inconveniente en dejar de fondo el zumbido de una mosca que pasaba o el de las abejas, incluso el llanto de un niño a lo lejos: «La cuestión era dejar atrás la profilaxis de los estudios y darle la vuelta y decir que vamos a dejar todas las moscas, abejas, ovejas, niños y lo que saliera, era la inmediatez». También recuerda que utilizaban las capelles de las cisternas y pozos para conseguir resonancia en el sonido. El artista lo resume: «se trataba de hacer un disco popular y con esa inmediatez de la naturaleza en vivo». Recuerda que era «el momento de la revolución de los jóvenes de la utopía hippie en donde una de las premisas importantes era la vuelta a la naturaleza, el mundo se estaba volviendo muy burgués y era romper un poco todo eso y enfocar el futuro de otra forma».

El concierto

Pau Riba avanza que el concierto de mañana (ya no quedan entradas) será especial. Entre otras cosas porque estará acompañado de cuatro músicos más en el escenario y uno de ellos es su hijo menor LLull Riba (batería): «Es como cerrar un círculo, un disco dedicado a mi hijo mayor en Formentera y que toco con mi hijo pequeño en la isla».

Pero además contará con Joan Soler Mieras (bajo), Marc Buada (guitarra) y Ana Tobías (percusión y voces).

‘Jo, la donya i el gripau’ fue grabado de forma muy simple y llevarlo a un espectáculo sin perder ese espíritu es lo que pretende con este concierto que se basará en repasar los temas que componen el disco.

Tras cincuenta años, Pau Riba recuerda la Formentera de la Mola con sus amigos más cercanos, entre los que se encontraba el ceramista ibicenco, Antoni Tur Gabrielet, con el que compartió matanzas y experiencias. Pero cuando Riba recuerda la isla tiene una espina clavada que es ver como la casa en la que vivió durante esos cuatro años es ahora una ruina. Incluso señala que la ha intentado comprar, pero que al ir asociada al terreno, se escapaba a sus posibilidades: «Sinceramente esa casa si pudiera la recuperaría como era antes, una casa con sus vigas su techo, que era un prodigio, con una capa de arcilla y posidonia, pero claro, el valor es el terreno no la casa». Respecto al espíritu hippie que pueda quedar en Formentera dice «no lo sé, no me enterado si hay gente de mi calaña que sigue por aquí, me imagino que sí».

Compartir el artículo

stats