Para celebrar el día de San Patricio, el músico Carlos Núñez (Vigo, 1971) publica este miércoles Celtic Beethoven, un concierto en vídeo a demanda que se podrá disfrutar durante un mes, el mismo tiempo que solían durar sus giras por Estados Unidos, cuando el coronavirus no era un obstáculo para hacer vida normal. Al gaitero gallego le entusiasma esta “nueva fórmula” de hacer música y llegar al público. Este concierto, además, permite que cualquier persona “venga a Galicia” a través de sus escenarios, pues ha grabado en lugares como el teatro Colón y el Pazo de Cea. A tan solo unos meses de que se cumplan 25 años de la publicación de su primer disco, Núñez sigue disfrutando de lo que hace y cumpliendo sueños, como él mismo confiesa.

-Este concierto demuestra que el sector ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos.

-Sí. Pero es algo muy novedoso. No va a ser un 'streaming' a usanza, es un concierto 'on demand'. Tiene mucha producción detrás y mucho cuidado. Llevamos meses preparándolo para que sea algo maravilloso. Va a ser la primera vez que pasemos en casa el San Patricio, que siempre es temporada alta de conciertos de la música celta en el mundo. Desde los 23 años siempre paso el San Patricio viajando, de conciertos. Unas veces en el Carnegie Hall de Nueva York o en el estadio de fútbol de Saint-Denis, en París. Este será el primer San Patricio en casa, pero estamos entusiasmados. Con este sistema, no iremos nosotros al mundo, sino que haremos que el mundo nos visite aquí, en nuestra casa, que vengan a Galicia y se conecten. Los vamos a llevar por lugares increíbles donde hemos grabado.

-¿Es también un homenaje al patrimonio gallego?

-Sin duda. Hace cinco años iniciamos 'Lugares máxicos'. Son conciertos que se hacen en verano en lugares especiales, como un dolmen, una catedral, un castillo, un parador o un parque arqueológico. Ahora es San Patricio y hemos grabado en lugares privilegiados, como una casa redonda con arquitectura contemporánea de Alfonso Penela que se encuentra en los acantilados de Donon, en Cabo Home, al lado de un santuario celta, O Facho. Desde esa casa nos conectamos con otros músicos que están tocando con nosotros desde otras partes del mundo. También grabamos en el balneario de A Toxa, en el Pazo de Cea y en el teatro Colón, donde está el que se considera el mejor piano de nuestro país. Es una forma diferente de celebrar el San Patricio. Hace años esto sería algo marciano. Es increíble porque hay gente que se conecta desde Estados Unidos, Alemania o Japón.

-Es una pieza muy diferente a la e los directos de artistas por redes sociales, tan populares durante el confinamiento.

-Sí. La producción es exquisita. No suena como un 'streaming', suena a disco. Es un sonido increíble. La filmación se hizo con sistemas de cine. Hay mucha producción. Creo que puede ser un gran futuro para la música. También nos permite el no estar en un lugar, sino estar moviéndonos y explorar localizaciones diferentes.

-Y los directos, ¿son imprescindibles?

-Cuando la gente viene a los conciertos a los 'Lugares máxicos', nos dice que no se esperaba que el concierto fuese así, que no es un concierto sino una experiencia. Y yo creo que un concierto tiene que ser una experiencia. El problema es que los conciertos se habían encorsetado. Nos acostumbramos a que el festival de rock tiene que ser con todo el mundo de pie con una cerveza en la mano. O con la música clásica, sentados y mirando todos hacia el escenario. Pues no siempre ha sido así. La música se ha ido transformando y moviendo. A lo largo de miles de años, los formatos han cambiado. Estoy encantado con que cambien los tiempos. Es maravilloso hacer esas giras de San Patricio, que duraban un mes y empezábamos en Nueva York y llegábamos a California, o los conciertos en Francia y Alemania, pero esta fórmula es nueva.

-¿Y a usted qué le aporta?

-Esta experiencia es la fusión de la grabación de un disco y un directo. Tiene todos los detalles de cuando grabas un disco con los mejores equipos, los mejores ingenieros y en los mejores estudios, y tiene también la magia del directo de cuando todos los músicos tocamos juntos. Yo recuerdo el mundo de la grabación como algo secreto y prohibido. Cuando grabábamos en Dublín, había mucho secretismo, allí no podía entrar nadie. Ese secretismo ahora se abre. Un concierto es una experiencia insuperable.

-En el concierto participan muchos músicos, entre ellos Rosalía G. Lasheras y Noemí Salomón. ¿Es una ventana al mundo para jóvenes talentos?

-Sin duda. Es algo que siempre me ha encantado, el empujar a los nuevos talentos, de la misma forma que The Chieftains hicieron conmigo. Sé lo importante que es porque lo he vivido. Rosalía Lasheras es de Santiago y vive en Basilea, es una virtuosa del piano, pianoforte y del clave. Su capacidad de improvisación y su musicalidad nos ha cautivado a todos. Noemí Salomón también es una joven pianista de Redondela. Es una amiga del grupo. Hay otros jóvenes de Galicia, como Millán Abeledo, que es chelista, uno de los últimos fichajes de la Filharmonía de Galicia, y está también el concertino, James Dahlgren.

-Y entre todos, ¿qué han logrado?

-En este concierto hemos intentado reflejar esa fusión que hizo Beethoven entre la música celta y la música clásica. Fue un pionero, se adelantó a los tiempos y estuvo 15 años trabajando, con mucho esfuerzo, las músicas celtas, las músicas de las arpas, las gaitas, las flautas… ¿Y por qué lo hizo? Porque veía una modernidad en todo eso, veía cosas que se salían fuera del sistema de la música clásica. Él era el rey de la música clásica, el rey de la ingeniería de la armonía, él era el mejor, pero vio en estas músicas del Atlántico algo que se salía fuera de esos raciocinios y entonces esta música, nuestra música celta, le puso preguntas. La propia música fue un desafío para él. Beethoven cuenta en sus cartas que algunas piezas le costaron mucho porque no tenían lógica dentro del mundo eurocéntrico. Esas preguntas le dieron respuestas, que fueron nuevas ideas que aplicó, por ejemplo, en su Séptima Sinfonía.

-El 2021 quedará marcado para usted por este concierto, pero también por los 25 años que se cumplen desde la publicación de su primer disco.

-Sí. Se cumplen en verano, porque 'A Irmandade das Estrelas' salió en julio. Es una gran emoción porque hemos vivido muchísimas cosas en estos 25 años. Muchos sueños que seguimos realizando con mucho trabajo. La música va cambiando, los sistemas van cambiando, pero en el fondo el alma es la misma. Algo con lo que me quedo de esta música es la capacidad que tiene para conectar a gente diferente, de arriba, de abajo, del norte, del sur, de izquierdas, de derechas, de todas las edades… Es muy importante. Igual que Beethoven vio una modernidad en la música tradicional y la música celta, creo que hoy hay artistas como C. Tangana y Rosalía que beben también de las raíces. Aunque hagan músicas urbanas, es importante el beber de tus raíces, no ser una copia de lo que hacen otros.