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El gallinero | Con otros ojos

Toti Fuster durante una representación de ‘Formiguetes’.

A veces no hace falta ni reescribir las historias pensadas antes de la covid. La mirada del público ha cambiado y una fábula surrealista, descarada y gamberra sobre el uso de animales en los experimentos humanos puede acabar siendo poco menos que una crónica del presente pandémico. Excalibur i altres històries d’animals morts hablaba tangencialmente del ébola y ahora se reestrena, se actualiza sin forzar y sigue tratando de virus con resultado igual de divertido y punzante; una suerte de percutor en el muro del sistema y las miserias de la sociedad actual. Marionetas macabras, uso libérrimo de la cámara en directo, saltos de guión desconcertantes y el ingenio de Hermanas Picohueso (Lluki Portas, Diego Ingold, Gal·la Peire y Marc Homar). La pieza ya ha sido premiada a lo grande y se le augura una gira importante.

De la relación artística, y fecunda, entre Jaume Miró y Toti Fuster despega Formiguetes: un hilo que empezó a estirar el dramaturgo hace un tiempo y que nos lleva a Rafela Servera (Madó Calona), contadora de la mayoría de rondalles que recopiló Mossèn Alcover. La pieza que cerró el ciclo Miró, de l’Espai el Tub, actualmente dura poco más de media hora y está en proceso de (re)creación, en residencia artística (Teatre del Mar) y bajo la dirección de Pere Fullana. Por ahora sabemos que Rafela era ciega, vivía en Son Servera y tenía una manera más bien adusta de narrar. A partir de ahí la historia deberá crecer, con la certeza de que la actriz ya ha cogido la medida al personaje, la ventaja de poder jugar con los relatos de referencia y la duda de que cómo resolverán autor y director los callejones sin salida a los que te lleva la falta de evidencias sobre cómo vivió y qué hizo de su vida la protagonista. Interesante, como mínimo.

Ànima d’Elisir debía ser una previa de Elisir d’Amore, de Donizzeti, pero el virus ha alejado la temporada de ópera de la programación del Principal y ahora está prevista para octubre.

En todo caso, buena ocasión para recordar, en formato resumido (la adaptación es de Marta Barceló) las claves del libreto giocoso, uno de los más populares de los que aún se representan. Comedia pura, con Andrea Jiménez, José Manuel Sánchez y Joan Miquel Muñoz en los papeles de Adina, Nemorino y Dulcamara. Francesc Blanco al piano y Rodo Gener narrando lo que el público se pueda perder del italiano cantado. La dirección musical es de María Victoria Cortés y la escénica de Eugenia Corbacho. Del conjunto –eficaz y pedagógico- me quedo con el vestuario, de Bel Cirerol.

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