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Con Ciencia | Jirafas gregarias

Jirafas en Tanzania.

La vida en sociedad es una de las estrategias de mayor éxito para poder conseguir una adaptación adecuada al medio ambiente. Un grupo de animales cooperantes proporciona notorias ventajas para el cuidado de las crías, la defensa frente a los predadores y la ayuda mutua en casos de apuro. En varias ocasiones esta columna ha recordado los problemas que tuvieron Darwin y los neodarwinistas para explicar cómo la selección natural habría podido fijar esas conductas cooperativas, en particular las extremas de los insectos sociales. Pero hoy es cosa de centrarse en un ejemplo poco conocido de la vida en común.

Me refiero a las jirafas, animales que cualquier viajero por África que haya tenido la oportunidad de contemplarlas, parecen pasar su vida en solitario o, todo lo más, formando pequeños grupos de las hembras con su progenie. Pero un artículo publicado por Monica Bond, investigadora de postgrado en el Instituto de Biología Evolutiva y Estudios Medioambientales de la universidad de Zurich (Confederación Helvética), y colaboradores en la revista Proceedings of the Royal Society B aclara el alcance de las relaciones sociales que establecen esos mamíferos.

Vaya por delante que los machos de las jirafas llevan una vida por completo solitaria, salvo en las épocas de apareamiento. Pero mediante el estudio a lo largo de un quinquenio de la conducta de 500 hembras de la especie Masai de jirafa, Giraffa camelopardis, en su variedad G.c. tippelkirschi de Tanzania, los autores determinaron algunos aspectos en verdad interesantes acerca del cómo y el porqué de los lazos sociales que establecen las jirafas hembra. Para ello, Bond y colaboradores analizaron la contribución para la supervivencia que, dentro de esa especie, ofrecen los distintos elementos de sociabilidad en función de las fuentes de alimentación disponibles y de un factor interesante: la cercanía a los asentamientos humanos que, en el país Masai, están cambiando no poco las condiciones de ocupación frente a terrenos libres.

Bond y colaboradores obtuvieron algunas conclusiones que sorprenden sobre el comportamiento gregario de las jirafas hembra. En primer lugar, el hecho de que, como sostienen de forma textual los autores, dichos animales forman sociedades estructuradas con asociaciones estables a largo plazo. Pero los individuos que forman parte de ellas cambian a menudo. Y la clave de esa movilidad obedece a factores sociales individuales más que a aspectos del propio grupo. Dicho de otro modo, es cada jirafa la que decide mantenerse en el grupo o irse a otro. Y aparece por medio un aspecto curioso: la cercanía a un establecimiento humano proporciona también seguridad y ventajas adaptativas, por lo que las jirafas deben optar por los lazos sociales o por su aproximación a los humanos.

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