Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sergio Vila-Sanjuán | Periodista y novelista.

Sergio Vila-Sanjuán: «Porcel sabía que era un gran personaje»

«Andratx es el paraíso perdido, me lo dijo tal cual una tarde en Sant Elm», afirma

Sergio Vila-Sanjuán

Periodista y novelista. El autor nos acerca la figura del escritor Baltasar Porcel en ‘El joven Porcel’ (Destino i Edicions 62 en catalán), un libro que además es una aproximación a la Barcelona de la segunda mitad del siglo XX

¿Por qué este libro?

No sé si era un libro necesario, pero después de once años de la muerte de su protagonista, he pensado que sería bueno recordarlo. No debemos olvidar la obra de Baltasar Porcel. Por otra parte, fue una especie de petición de Emilo Rosales de la editorial Destino. Fue así como empecé a buscar documentación y comprobé que había mucho material, que el trabajo daba para mucho y por tanto decidí centrarme en un periodo menos conocido, la llegada de Porcel a Barcelona y su asentamiento en la ciudad. Una biografía completa de Porcel resultaría un volumen de miles de páginas.

¿Qué tiene la figura de Porcel que le atrae?

Esta pregunta tiene dos respuestas. Primero me atrae a mí personalmente, ya que, a los veintidós años, cuando empezaba a moverme dentro de la profesión periodística, leí sus libros de viajes, unos textos que me cautivaron por la capacidad de plasmar una visión amplia del mundo a través de un pensamiento y una escritura originales para la época. Pero hay otra respuesta, la atracción que tiene el personaje en sí mismo: muy seguro, capaz de deslumbrar y convencer, con afirmaciones taxativas, entusiasta y con una curiosidad universal. Pensemos además que Porcel es autodidacta, que ha leído a los clásicos y tiene una cultura vastísima que le permite contrastar, analizar de forma compensada. Para él no todo estaba bien o mal, siempre había algún punto de disconformidad. Era, culturalmente, confucionista.

Un Porcel del yin-yang.

Sí, en efecto. En él había esa dualidad. Por una parte, sentía curiosidad por los movimientos revolucionarios de la época como el movimiento hippie, la anticultura, el feminismo, pero por otra, escribe sobre ellos dándoles la vuelta, de forma apasionada pero reflexiva. Combina, como pocos, conceptos que parecen opuestos, lo clásico con lo moderno. Eso fue lo que hizo que, en diez años, en la década de los sesenta, pase de ser un desconocido a ser una persona influyente en el mundo literario de Cataluña. Una ascensión única.

Usted le conoció personalmente, ¿cómo era en la pequeña distancia?

Si bien tenía fama de polémico, siempre mantuve con él una relación cordial. Le entrevisté en 1980 y luego dejé de tratarle hasta que años después entré en La Vanguardia y volvimos a conectar y a vernos de forma regular.

Pero no estamos ante una biografía.

No. Entra en lo que se ha dado en llamar narrativa de no ficción, pues reúne el estilo periodístico con el literario.

¿Un Fill del xofer a la mallorquina?

(Ríe) No, creo que no, más bien al contrario. Pretendo tratar el tema en modo afirmativo, de la forma lo más aséptica posible. Aunque sin dejar de lado los desencuentros y algunos aspectos polémicos. Puede tener algo en común con el libro de Jordi Amat, pero no es esa la línea del relato. De todas maneras, hay un personaje común y que aparece en ambos textos: Josep Pla, muy importante en mi libro y también en el de Amat.

Para la redacción ha tenido acceso a documentos privados de la familia. ¿Se lo han puesto fácil?

Sí. La viuda, Mari-Àngels Roqué, me ha dado facilidades. Porcel era una persona muy ordenada y dejó su archivo personal muy bien clasificado. La correspondencia, los textos, las fotografías… todo estaba perfectamente ordenado. Él sabía que era un gran personaje.

De todas maneras, durante siete años que ha durado el proceso de documentación, he trabajado en base a tres fuentes: los archivos, las entrevistas a personas que lo trataron y la hemeroteca.

Leyendo el libro, da la sensación de que Porcel era una persona ambiciosa.

Sí. Pero en el buen sentido de la palabra. Se veía como un personaje de novela del siglo XIX, una especie de Conde de Montecristo. De hecho, se disfrazó del protagonista de la obra de Dumas para un reportaje del suplemento cultural y llegó a visitar la isla en la que se sitúa buena parte del relato.

Porcel tenía la idea de la narrativa épica del siglo XIX, con una visión del ser humano que lucha y que se fija objetivos.

¿Podemos decir que existe un Porcel literato y otro periodista?

En toda su obra confluyen las dos formas de escritura. Empieza como dramaturgo, cosa que se nota años después en las entrevistas que publica en Serra d’Or, creando un tipo de diálogos teatrales, con frases entrecortadas. Y en la narrativa añadía maneras más propias del periodismo. Dominaba todos los registros y los fusionaba de manera muy personal. Su obra es homogénea y coherente, con múltiples registros.

¿Qué hubiera sido de Porcel sin Llorenç Villalonga?

En sus inicios, Porcel necesitaba figuras tutelares. Villalonga, Cela, luego Pla. Villalonga le enseña estrategia literaria y a moverse en sociedad con sutileza. Con Cela aprende asertividad, a afirmarse con fuerza y a defender sus ideas de forma rotunda.

¿Cómo calificaría la relación entre Porcel y el autor de Bearn?

Él mismo lo dice en las cartas: como la de Aquiles y Patroclo. Una relación que va más allá de la literaria. Hay cierta ambigüedad y por parte de Villalonga una atracción que no sabría describir.

¿Dónde situamos a Josep Pla?

Cuando surge la crisis con Villalonga, entonces busca a Pla. Se gana su amistad y es cuando entra en la revista Destino. De todas maneras, tanto con Villalonga como con Josep Pla, se mostró agradecido. Hace que el mallorquín pueda publicar Bearn en Barcelona y mueve hilos para la edición del Quadern gris y la Obra completa del ampurdanés.

¿Y dónde situamos a Jordi Pujol?

Cuando Pujol es detenido, Porcel participa en las protestas que organizaron los de la resistencia catalanista. Luego, cuando Pujol compra Destino, se inicia una relación más fuerte y de mutua confianza, hasta llegar a presidir el Institut Català de la Mediterrània.

¿Cómo se situaría hoy Porcel, políticamente?

Me lo he planteado. No sé qué diría respecto a los cambios producidos a partir de 2012 con el inicio del procès. Siempre dijo que no era un nacionalista clásico, que creía en una España de las nacionalidades y con la tutela de la monarquía. Es notoria su sintonía con el rey Juan Carlos para el que llegó a escribir discursos y a mediar para que el príncipe Felipe visitara Cataluña.

En su libro sobre China queda seducido por Mao.

Cierto. Porcel tenía un gran sentido de lo social. La justicia social está permanentemente en su trayectoria. En un principio era de izquierdas, más ácrata que comunista. Y vio en Mao un elemento que resuelve el problema del hambre en aquel país. Sí, el libro es maoísta, aunque al descubrir los horrores de la revolución cultural, con sus pugnas y asesinatos, entonces hace autocrítica.

¿Qué significó para el escritor de Andratx entrar en la órbita de la editorial Planeta?

Primero un sueldo y una estabilidad económica. Pero luego, al relacionarse con el mismo Lara, a través de José María Gironella, entonces el propietario de la editorial lo convierte en su Pepito Grillo, en un enfant terrible. Baltasar jugó un papel muy importante en la editorial y fue el responsable de que se editaran Juan Rulfo y Ernesto Sábato.

¿Y publicar en La Vanguardia?

Era lo único que le faltaba para ser del todo influyente. Cuando Porcel entra en el periódico, éste era el más leído de España. Era un referente cultural. Y él se convierte en una de las firmas clave. Es la época en la que el poder franquista deja de controlar directamente los medios y La Vanguardia inicia una renovación con Horacio Sáenz Guerrero al frente.

¿Podemos decir que, aunque su universalismo, Andratx siempre está presente en la obra de Porcel?

Andratx es el paraíso perdido. Me lo dijo tal cual una tarde en Sant Elm. Allí tuvo una infancia feliz, conoció historias y personas que le enriquecieron. Idealiza ese mundo de la niñez. A Andratx vuelve siempre que puede.

Hábleme de Concha Alós.

Con ella mantiene una relación casi escandalosa para la época. Pensemos que estaba casada con uno de sus jefes en un momento en el que el adulterio estaba penalizado. En parte, la salida de Mallorca tuvo algo que ver con esa relación sentimental, que duró ocho o nueve años.

Compartir el artículo

stats