Mireia Sallarès (Barcelona, 1973), reconoce que el título de la exposición que inaugura mañana en el Casal Solleric puede parecer, de entrada, algo «mal rollero». Sin embargo, la artista catalana aclara que con Els nostres problemes se está tomando un punto de vista feminista y que en ese enunciado «hay reto y provocación. ¿Nuestros problemas lo son porque nos los han impuesto o porque lo hemos decidido?», se pregunta. Para la artista «la respuesta es que lo hemos decidido. Los problemas no están resueltos y nunca son del todo contemporáneos porque vienen del pasado y continuarán en el futuro», argumenta.

Els nostres problemas es una muestra retrospectiva que abarca unos veinte años de trabajo y cinco proyectos, «los más representativos» de su carrera. Aunque ensamblada con pedazos del pasado, la exposición se ha puesto deliberadamente en presente. Organizada en formato instalativo, Els nostres problemes pide, según la artista, más de una visita. Acompaña a la muestra la publicación de una colección de cinco pósters y cada uno de ellos recoge una frase característica de cada uno de los proyectos: «Estas frases intentan ir al centro del problema y releer los trabajos en clave de presente». Las muertes chiquitas, El que Godmilow va ensenyar, Com una mica d’aigua al palmell de la mà, El camió de la Zahïa y Se escapó desnuda son las cinco propuestas que alimentan esta muestra. Cada una de ellas abre un interrogante: «Yo tengo un problema a resolver, algo que llevas atravesado en tu cuerpo y necesitas solucionar». Sallarès señala que aunque este planteamiento pueda parecer egoísta «a la larga puede ser útil porque es más honesto». El orgasmo femenino en México, el amor en Serbia, la verdad en Venezuela, la responsabilidad en Estados Unidos, las vidas vividas en Francia son los motivos por los que la artista ha puesto en marcha estas investigaciones, cada una de ellas desarrollada en un país diferente. «Creo que la condición de extranjería es indispensable en mi trabajo. Todos nos hemos sentido extraños alguna vez, también en nuestra tierra, hemos sentido que no encajamos. Esa condición existencial la consigo yendo al extranjero» reflexiona Sallarès. Situar el planteamiento del problema en un lugar concreto es «contextualizar, hago una defensa del pensamiento situado. No teorizo. Ésta es también una exposición que quiere romper prejuicios. Todos los tenemos y eso quiere decir que te atreves a tener una opinión antes de saber. El problema no es tener prejuicios sino mantenerlos, mirar para otro lado cuando te abren los ojos». Así, Sallarès pone como ejemplo que para abordar el problema del orgasmo femenino «necesito alejarme y romper el prejuicio sobre las mujeres mexicanas». Situar el problema del amor en Serbia también supuso romper con muchas ideas preconcebidas: «No habla del amor romántico sino de todas las clases de amor. No escojo ninguna tipología porque a partir de las hipótesis todas se resignifican. Hay una voluntad de poner fin, de criticar el amor identitario», explica. El amor, como la verdad, dice Sellarès, «se tienen que construir, te piden un esfuerzo como la libertad», y en este sentido apunta que «lo que nos hace humanos no es tener la verdad o el amor sino persegurilos». Con todo la artista establece que «estos temas son excusas para conocer las vidas vividas, lo que cada uno hace con lo que la vida le da y le quita. No somos lo que nos pasa sino lo que hacemos con lo que nos pasa».

Els nostres problemes se inaugura mañana con una serie de visitas guiadas por la propia artista y la comisaria Joana Masó, para seis personas, que tendrán lugar a las 18:15, 18:45 y 19:30, cumpliendo con las restricciones covid. Para participar es necesario registrarse en solleric@palma.cat