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Con Ciencia | Viajes

Una de las preguntas que nos hacemos desde que se comenzó a luchar contra la pandemia de la covid-19 es la de cuándo podremos viajar de nuevo. Los confinamientos y las restricciones en los aeropuertos no sólo suponen la pérdida de una de las señas de identidad del Estado del bienestar —los viajes de turismo— sino que han llevado a la ruina económica a las compañías aéreas, a los hoteles, a los restaurantes y a las agencias de alquiler de automóviles en todas las zonas turísticas del planeta.

Hay, no obstante, un aspecto añadido de esa caída de los viajes cuya consecuencia tiene que ver con los intereses de los científicos hasta el punto de dar pie a un análisis publicado en la revista Nature en su primer número de 2021. Bajo el título de Replanteando tras la pandemia los viajes en el mundo Josie Glausiusz, periodista científica israelí, ha repasado los pormenores del impacto medioambiental producido por la enorme expansión de los viajes aéreos. No son, por supuesto, sólo los viajeros los responsables de la catástrofe en la que se está convirtiendo el cambio climático. El Panel Intergubernamental destinado a examinar sus consecuencias emitió en el año 2018 un informe en el que se pormenorizaban los muchos cambios sociales que serán necesarios para que se cumplan los acuerdos de París destinados, en teoría, a minimizar en lo posible las consecuencias del calentamiento global.

Pero el impacto de los vuelos es notable y los científicos contribuyen en buena medida al incremento de los viajes a causa de los congresos, conferencias y simposios a los que asisten de forma habitual, con un incremento notable a medida que sus carreras académicas van progresando. Con la paradoja que puso de manifiesto un estudio publicado en octubre de 2020 por la revista Global Environmental Change indicando que, entre todas las disciplinas, son los investigadores del cambio climático los que más viajan y más aviones utilizan. Pues bien, Glausiusz menciona la decisión tomada por científicos como Roger Tyers, de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), para contribuir a la contención de las emisiones contaminantes. Tyers viajó para ocupar un nuevo puesto de trabajo desde Southampton a Shanghai utilizando el tren en vez del avión. Ni que decir tiene que el trayecto le llevó mucho más tiempo: hasta siete semanas contando la ida y la vuelta.

La pandemia ha hecho que se desplomen las cifras de los vuelos pero ¿qué sucederá cuando termine? Las conferencias científicas pueden convertir en comunes los encuentros virtuales y el reportaje de Glausiusz habla incluso de la creación de avatares para que los investigadores recorran las sesiones de posters o los mostradores de innovaciones científicas. Pero no va a ser ése un camino que puedan seguir los turistas para viajar cuando lleguen sus vacaciones. Ni el de cambiar el avión por el tren para ir a las playas remotas.

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