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Crítica de música | Año 3 D. B.

El grupo instrumental de la Acadèmia 1830 (el vocal, de momento, tienen aparcados los ensayos por la pandemia), que dirige Fernando Marina, aportó otro grano de arena más a las celebraciones del Año Beethoven. Y lo hizo con la interpretación del Concierto para violín y orquesta, según una versión para orquesta de cuerdas, muy bien realizada, por cierto.

El nombre del grupo lleva implícito el del tercer año después de la muerte del compositor, cuando su recuerdo era todavía grande entre los seguidores vieneses y cuando su fama y su música empezaban a invadir las salas de concierto de otros lugares europeos. Es por eso que los miembros de la Acamèmia debían cerrar su temporada con alguna obra del músico de Bonn.

Para esa interpretación, contaron con un solista de lujo, el violinista afincado en Mallorca José Manuel Álvarez Losada, que conoce bien esa partitura y de la que hace una lectura intensa y muy musical. Losada es un buen intérprete de Beethoven, lo ha demostrado repetidamente a través de sonatas y otras obras de cámara y últimamente con esa partitura tan bella como elegante como es el único concierto para violín. De su versión solamente podemos escribir elogios, pues fue nítida y seductora en todo momento, incluso aportó un valor añadido en las cadencias, interpretando las de Manuel Quiroga en lugar de las clásicas de Fritz Kreisler. De todas maneras, recordó a este último violinista en el bis.

La sesión había empezado con la Suite para cuerdas de Janacek, de la que Marina y sus instrumentistas hicieron una versión muy bien resuelta, enfatizando el lirismo en los momentos lentos como el Adagio, en el que las secciones agudas de la orquesta llevan todo el peso de la partitura.

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