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Maisie Williams, la adolescente empoderada

La actriz, como Kim Noakes, en la serie de HBO ‘Two weeks to live’.

La mayoría de actores pasan años buscando el papel de su vida, pero ella en cambio lo encontró prácticamente al principio de la suya. Maisie Williams tenía solo 12 años cuando se impuso a otras 300 aspirantes para interpretar a Arya Stark en Juego de Tronos, e inmediatamente se hizo famosa en todo el mundo. Cuando la serie llegó a su fin 10 años y 59 episodios después, había dejado de ser una niña para transformarse en una mujer ante la atenta mirada de millones de espectadores, y se había convertido no solo en parte de un fenómeno cultural sino en referente para la generación Z.

Habría resultado hasta lógico que perdiera el norte. Al fin y al cabo la industria del entretenimiento suele ser cruel con sus estrellas más jóvenes, y ella llegó a cobrar 175.000 euros por cada episodio de la ya mítica serie. Si pese a ello no adoptó maneras de niñata ni fue capturada por los paparazi de borrachera a la salida de una discoteca se lo debe en buena medida a su madre, que los había criado en solitario tanto a ella como a sus tres hermanos mayores y que, llegado el momento, dejó su trabajo en los despachos de una universidad para administrar la presencia de su hija en redes sociales; actualmente, la actriz suma dos millones de seguidores en Twitter y más de siete millones en Instagram.

Educada por su madre

Ese mismo tipo de instinto materno de protección se encuentra precisamente en la base argumental de Two weeks to live, la miniserie de seis episodios que Williams estrena en HBO España el próximo miércoles. Su personaje, Kim Noakes, fue educada lejos del mundanal ruido por su madre, que le enseñó un completo catálogo de técnicas de supervivencia, y esas habilidades resultan ser de gran utilidad en cuanto la joven decide huir del hogar con el fin de vengar el asesinato de su padre. La sucesión de obstáculos que su periplo presenta permiten a la actriz reiterar la habilidad a la hora de rodar escenas de combate que ya exhibió en Juego de Tronos; esta vez, eso sí, la violencia no solo no es tan brutal –mientras recorría Poniente en busca de venganza, recordemos, Arya apuñaló a una de sus numerosas víctimas en los ojos, y a otra la cocinó en forma de pastel de carne–, sino que además se nos ofrece combinada con dosis considerables de humor negro.

Maisie Williams, en 'The Owners'.

Hay otra cosa en común entre ambos personajes. Cada uno a su manera, los dos ofrecen una subversión del tipo de retrato de la adolescencia femenina al que la ficción televisiva y cinematográfica nos sigue teniendo acostumbrados; y lo mismo puede decirse de Loba Venenosa, la feroz superheroína a la que Williams encarnó en la fantasía Los nuevos mutantes, uno de sus últimos trabajos junto a The owners. Resulta tentador establecer un patrón, especialmente considerando la claridad con la que la actriz suele manifestarse en contra de la escasez de personajes femeninos fuertes y complejos. Y no es la única reivindicación a la que ha prestado su voz.

Maisie Williams, en 'Juego de Tronos'.

Defensora de causas

En los últimos tiempos, ha abanderado causas como la defensa del medio ambiente y el movimiento Black Lives Matter, ha animado a los jóvenes británicos a que votaran –al Partido Laborista, en concreto– y ha mostrado su apoyo al colectivo LGTBI; además de hacer campaña en favor tanto del matrimonio homosexual como de los derechos de la comunidad trans, ha asegurado que su propia sexualidad no acepta etiquetas y ha utilizado sus apariciones públicas para promocionar, en tándem con el modelo Reuben Selby –llevan juntos desde enero de 2019–, la ropa de género neutro. La pareja, conocida en las revistas de tendencias como Maiben, acostumbra a aparecer en los front rows de Semanas de la Moda de todo el mundo, a menudo vistiendo a conjunto y experimentando constantemente con el color de pelo y el maquillaje; y de ese modo Williams está logrando que el público deje de verla como Arya Stark ofreciéndole algo para lo que entre la mugre y la sangre de Poniente no había lugar: un toque de sofisticación.

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