Miquel Cardell (Llucmajor, 1958) es un poeta de tempo lento y textos con muchas capas. Siendo drástico, Els ponts de l’autopista (AdiA Edicions), su último poemario, puede resumirse en un único tema con sus infinitas variaciones: el paso del tiempo y la conciencia de que el ser humano es frágil. «Por eso creo mucho en los pequeños milagros de cada día, en aquellas cosas sencillas que de repente provocan que todo cobre sentido y que valga la pena estar en este mundo», confiesa el también periodista radiofónico.

El poemario está escrito en los años más difíciles de la crisis económica que se desató en 2008. «Los poemas más antiguos coinciden y están en la misma línea que la parte final de mi libro anterior, Les barques de la boira». El punto final de Els ponts de l’autopista lo puso Cardell «uno o dos meses antes de la pandemia y el confinamiento». Es su título con más referencias sociopolíticas. «Versa sobre estos últimos diez años, es sensible a lo que ha pasado en el mundo y lo que me ha sucedido a mí también. He pasado por una enfermedad, he perdido a personas muy queridas y a amigos, como el periodista Pep Rosselló o el poeta Bartomeu Fiol. En estas páginas constato que me he hecho mayor», cuenta.

En su búsqueda por el misterio de la vida, por aquel aliciente «que nos sirve de motor para continuar», el autor considera que uno de ellos es el hecho poético. «Sostengo que el último nivel de épica en la poesía actual es la construcción del propio poema». Cardell es de los que piensan que «dado que los poetas ya no mantenemos grandes guerras, nos queda luchar por la búsqueda de ese tesoro que es la escritura del poema». Precisamente, el último texto de Els ponts de l’autopista se refiere a aquellos extraños momentos en que todo parece que cobra sentido. «Yo creo que eso sucede frente a la belleza o reside en el hecho de tener un poco de dignidad de no haberte malvendido o haberlo malvendido todo», opina.

El título del poemario - «suena muy bien»- está relacionado con una de las rutinas preferidas de Cardell que se ha visto interrumpida a causa de la pandemia y el consecuente teletrabajo: coger el coche cada mañana. «El coche es un territorio curioso. Me pongo música, veo el paisaje, es uno de los momentos más personales del día. Y en el coche es donde surgen imágenes y visiones que son la base para escribir después los poemas», explica.

En estas páginas, Cardell también ha tenido tiempo de repasar las utopías generacionales y preguntarse si alguna de ellas se mantiene en pie. En estos poemas es donde más asoma la conciencia social del escritor. «Trato desde la catástrofe ecológica local y global, la memoria histórica, la falta de horizonte que se vive en plena crisis o la realidad mallorquina de estos últimos tiempos», señala. El poemario se merecería también un comentario aparte sobre las citas musicales. «Muy importantes y con las que me pongo a jugar», reconoce.

Casualmente, el poeta cita en uno de los primeros versos un «virus». «Esta pandemia nos pone frente a una de las realidades más crudas de los seres humanos y es que somos efímeros y vivimos en la intemperie. Es increíble cómo un pequeño organismo lo ha puesto todo en cuestión», reflexiona. «Los humanos somos frágiles, pero también preciosos».

En la prehistoria de El pont de l’autopista subyacen dos ideas que aún no se han materializado. «Una era escribir unos cuadernos del conductor y la otra, elaborar un libro sobre la depresión y la melancolía, dos temas que están muy presentes en el libro».

Uno de los aspectos de esta sociedad moderna y digital que más irritan a Cardell «es la constante autojustificación, el ‘yo soy así’. Es como una técnica de la publicidad. Pienso que es algo que nos está llevando a una gran polarización. Es de una profunda inmoralidad», concluye.