El Teatre del Mar está lleno estos días de cartones y plásticos, su escenario se asemeja a un zulo y se escuchan gritos, patadas, una guitarra ensordecedora y conversaciones en torno a la corrupción, tarjetas opacas y fondos buitre. Un encapuchado y tres actores, con pocas posibilidades de trabajar, llevan un mes entregándose a una historia que se perfila como una de las grandes atracciones escénicas de las próximas navidades. La obra lleva por título José Mari y es una producción de La Impaciència y Cultural-ment que se estrenará el próximo 18 de diciembre, con un humor «muy gamberro», denuncia, cabaret, striptease y hasta un gang bang.

No es casualidad que los actores de José Mari tengan pocas posibilidades a la hora de encontrar trabajo. «La situación es complicada, y más aún para los que se mueven en el mundo del arte, de la trinchera», reconocen Rodo Gener, Salvador Oliva y Xavi Núñez. Ellos dan vida a Jassmine, «todo superlativo»; Fred, «el único que además de actor es dramaturgo, lo cual no mejora su situación económica»; e Iglú, «un tipo frío como un esquimal». El trío decidirá confinarse, en busca de una obra maestra que les dé mucho dinero, pero cambiarán de estrategia y decidirán que el rapto de una persona adinerada es la mejor solución.

En el texto de José Mari, que firma el actor y dramaturgo Salvador Oliva, no aparece ni una sola vez el nombre de Aznar, pero «el que quiera creer que el secuestrado es Aznar, Adrover o Martínez, que lo crea». El secuestrado representa un símbolo del poder, «alguien muy forrado y al que se le tiene mucho respeto». Luis Venegas, que da vida a José Mari, asiente con la cabeza y da algunas pistas sobre su papel. «Es difícil sentir algo en la piel de este personaje. Yo lo veo como una escultura, como alguien alejado de los sentimientos y de las emociones. Trata de sobrevivir y entender lo que le está pasando», comenta el también director de la sala Delirious.

El plástico y también los cartones se han instalado estos días en el Teatre del Mar.

La obra es «una crítica al capitalismo aniquilador», una denuncia que se sirve en clave de humor, un recurso habitual en las producciones de La Impaciència, tanto, que sus integrantes llegan a asegurar que es «el motor» de la compañía. «Queríamos alejarnos del constante bombardeo informativo sobre la pandemia. Tanto Venegas como yo somos payasos de hospital y conocemos lo que está pasando de primera mano. Así que decidimos soñar y reír juntos con este espectáculo, una obra sin rencores, de amor, de candidez, que busca el humor constantemente y huye de cualquier idea intelectual», apunta Oliva.

El teatro como arte sanador cobra en esta obra una dimensión infinita. Sus responsables la recomiendan apta para todos los signos políticos, «también para los de Vox» aunque estudian reservarse el derecho de admisión a J. Campos. «Este José Mari es Dios. Tiene súperpoderes: nos ayuda a ser mejores personas, a trabajar, es un buen jefe y acabará por solucionarnos la vida y la cuenta corriente», aseguran unos raptores que, más que unos delincuentes, se definen como unos «gilipollas. Que nadie piense que estamos haciendo apología del secuestro», subrayan.

No todo han sido risas al levantar este proyecto. «Salva (Oliva) es el Gasol de La Impaciència, siempre cogiendo rebotes», advierte Rodo Gener, para añadir: «Nunca hemos construido un espectáculo sin pelearnos. Una compañía de teatro que no se pelea no es una compañía».

Salvador Oliva, Luis Venegas, Xavi Núñez y Rodo Gener, ayer, en el Teatre del Mar.