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Crítica de arte | La musa que no se olvida

La musa que no se olvida

Pasan los años, y ella es la musa que no se olvida. El tiempo no es que no pase por ella: es que ella es el reloj del tiempo. En ella se han fijado pintores, escultores, fotógrafos, músicos, poetas, novelistas y dramaturgos encandilados por sus luces y sus sombras, por sus silencios y sus gritos, por sus grandezas y sus miserias, por sus genuinas contradicciones. No hay artista en el mundo que no haya coqueteado con la idea de convertirla en arte. ¿Cómo no hacerlo estando ella tan presente? Aunque todos la vemos cada día, solo los elegidos han sido capaces de no ignorar su encanto. Muchos de sus rincones han sido retratados, sus matices estudiados, y sus misterios revelados. No importa cuantos intenten robar su esencia para guardarla en sus trabajos, que ella sigue ahí, ostentando orgullosa el título de musa del arte, sorprendiendo aún por su invulnerable capacidad para seguir asombrando, inspirando, evocando. Pero ella no es solo una: son muchas «ellas», diferentes pero iguales, cada cual más inspiradora que la otra, con sus historias particulares, sus vivencias compartidas, sus vergüenzas escondidas y sus secretos enterrados. La ciudad es ella, y la última exposición de CaixaForum, Cámara y ciudad, es un buen ejemplo de este magnetismo que siempre ha ejercido sobre los artistas, en este caso en concreto, sobre los que hacen de la cámara fotográfica su bandera.

Dos salas de la exposición sobre ciudad y fotografía.

Históricos como Brassaï, Cartier-Bresson, Marc Ribaud, comparten espacio con otros fotógrafos contemporáneos tales como Philippe-Lorca diCorcia o Barbara Probst, eso sí, todos ellos haciendo de la ciudad del siglo XX el centro de su objetivo. Las fotografías seleccionadas reflexionan en torno a los cambios en el espacio urbano y en el ámbito público desde el surgimiento de la modernidad, erigiendo a la calle como la protagonista absoluta de sus instantáneas. Esta exposición es una buena oportunidad para ver algunas fotografías icónicas provenientes de colecciones del Centre Pompidou en diálogo con fotografías y material fílmico de colecciones españolas. Es quizá algo más flojo el final de la muestra, en el que se ha pretendido ampliar los límites temáticos y temporales de lo que supone el grueso de la exposición, mostrando algunas obras contemporáneas que parecen más un intento desesperado de dar un giro original al tema tratado, aunque esto suponga incluso llevarse por delante la coherencia discursiva conseguida hasta ese punto.

En cualquier caso, está más que justificada una visita a esta muestra para dejarse conquistar por las múltiples facetas de la única musa que ha existido por la que cuanto más tiempo pasa, más lejos está de la muerte.

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