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Entrevista

Rafel Nadal: "El Mediterráneo auténtico está en los rincones más insospechados"

"Durante el confinamiento el libro fue una ventana abierta a un mar de sueños y deseos"

El escritor Rafel Nadal, ayer, en Passeig Mallorca. Guillem Bosch

P. ¿Adónde nos llevará este recorrido por Mar d’estiu? 

R. Es un canto a la vida, a la vida mediterránea sobre todo, que existe más allá del tópico. Ya sé que se ha dicho mucho pero es verdad, hay una vida en todos los países que baña el Mediterráneo. He querido hacer un canto a todos los olores, los colores, los sabores que se respiran en estas más de doce mil islas , quinientas de ellas habitadas, donde encuentras cosas extraordinarias, casi exóticas, pero donde siempre te acabas reconociendo y te sientes como en casa. 

P. ¿Todavía vale la pena viajar por el Mediterráneo?

R. Segurísimo. Está lleno de Mediterráneo auténtico, a veces en los rincones más insospechados, los que creemos que están más estropeados, pero que en determinados momentos del año recuperan todo el esplendor del pasado. Lo único que tenemos que hacer es viajarlo con calma, sin prisa, con tiempo para encantarnos, para preguntar, para observar, para bajar del coche y caminar. Dejarnos llevar y encontrar aquello que no esperabas, si lo haces con esta actitud este mar es brutal y es para descubrir entero.

P. ¿No hay verano sin mar?

R. Yo quería empezar por la memoria de mis veranos de infancia y adolescencia, que creo que son los iniciáticos, los que nos marcan, los epifánicos. Yo pensaba que el universo era la bahía de la Fosca porque venía de un entorno muy difícil, de la ciudad de Girona franquista, de cinco años de internado con una disciplina durísima, y entonces nos llevaban el mes de junio a la costa y aquello era un mundo salvaje, primario, de colores. Pero esto mismo lo vivía la gente que estaba lejos del mar. En realidad lo que describo vale para que se reconozcan los que han vivido capítulos iniciáticos en otros lugares. Lo importante es que tú lo detalles.

P. Chipre, Stromboli, Hidra, Icaria, Portlligat ¿Por qué estos lugares y no otros?

R. Los he elegido en función de las cosas que quería contar. Chipre me permitía explicar que todavía hay una herida tan simbólica como la capital, Nicosia, partida en dos. Icaria porque quería narrar la historia de los miles de personas que desde hace muchos años están condenadas a pasar soledad y un frío ambiental muy cruel. Stromboli por el contrario, por la exageración y por el barroco. Hidra por este pequeño enamoramiento occidental nórdico por nuestros mares.

P. ¿Habrá nuevas narraciones sobre otros rincones del Mediterráneo?

R. No están las islas grandes -Mallorca, Creta, Córcega, Cerdeña, Sicilia- y tampoco las ciudades sin las que es casi imposible entender el Mediterráneo, pero yo quería hacer un libro concreto que se titulara Mar d’estiu en contraste con el mar de invierno. El mundo de la guerra, la catástrofe natural y la patera ya lo he tratado y aquí quería hacer el mar sensual, de sentidos, estimulante incluso intelectualmente, pero tengo muchas libretas escritas que cualquier día me permitirán hacer el Mediterráneo de otro momento del año o de otro ámbito geográfico, muchas historias que cualquier día se convertirán en un segundo libro. 

P. ¿La pandemia ha matado el deseo de viajar?

R. Mucha gente ha podido viajar a través de la lectura. Me han dicho que durante el confinamiento mi libro fue una ventana abierta a un mar de sueños y de recuerdos de todos los veranos vividos y de todos los viajes hechos y abierta a los sueños de los viajes que todavía no hemos hecho, y a mí esto me alegra. Era lo que buscaba, el deseo de que el libro sea esa doble ventana al sueño y al recuerdo. Creo que le ha servido a mucha gente como sucedáneo del viaje pero no para dormir el ansia sino al contrario, para calmarla mientras tanto, pero excitando la necesidad de repetir. 

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