Joan Miró fue por mucho tiempo en Mallorca «el marido de Pilar Juncosa». Tan solo «el marido de Pilar». Pero la importancia de la compañera del artista durante 54 años trasciende la anécdota contada durante décadas con distintas versiones. Juncosa, de cuyo fallecimiento se cumplen hoy 25 años, fue la pieza clave en la relación del artista con la isla y el impulso esencial para que su huella mallorquina no se difuminara tras la desaparición del creador de un universo artístico tan personal como inimitable. La fundación palmesana lleva, aunque a veces se olvida, el nombre de los dos integrantes del matrimonio: Pilar i Joan.

El 25 de noviembre de 1995 murió Pilar Juncosa Iglesias. Había nacido en Palma el 18 de julio de 1904, hija de padres mallorquines. Joan Miró era catalán con ascendientes mallorquines.

Se conocían desde niños porque eran parientes lejanos. En 1993, contaba en DIARIO de MALLORCA cómo comenzó su noviazgo: «El día de la boda de mi hermano Enrique, Joan vino a Mallorca para la ocasión... Me cogió la mano y me dijo ‘tu m’agrades molt’. Esto era julio de 1929 y a los pocos días me dijo que nos teníamos que casar el día de mi santo». Miró describió a la futura esposa en carta a un amigo: «La noia més hermosa i més dolça del món i sense màcula d’intel·lectualitat». La boda se celebró tres meses después, el 12 de octubre, en la iglesia palmesana de Sant Nicolau.

A partir de este momento, la relación de la pareja, y de Pilar Juncosa en especial, con la isla conoce distintas etapas. Los recién casados se instalan en París, donde Joan Miró ya tiene un nombre como artista innovador. Cada vez que la pareja visita a Picasso, el malagueño se asombra de que el catalán regrese «con la misma mujer». En la capital francesa, Miró colabora con la República durante la Guerra Civil. Pero el conflicto bélico español, físicamente lejano aunque no emocionalmente, es sólo el prólogo de la Guerra Mundial. En 1940, los dos huyen desde Normandía hacia España ante el avance de las tropas nazis. Miró imparte las instrucciones para la marcha: «Tú te encargas de Dolors –su hija nacida en 1930– y yo de las Constelaciones». Las Constelaciones son veintitrés obras sobre papel de pequeño formato que constituyen una declaración de principios del universo mironiano.

Llega entonces la primera decisión mallorquina en la que influye sin lugar a dudas Pilar. Miró es un personaje buscado por el régimen franquista. Barcelona no es un lugar seguro. Su refugio mallorquín es el lugar donde se convierte en «el marido de Pilar Juncosa», aquí deja de ser el artista de fama que ha colaborado con la República. Aquí, vive en un ambiente hostil, que ignora su genio artístico, pero no le hostiga. Dos años después regresan a Cataluña. Pero la semilla de la isla está sembrada y en 1954 compran Son Abrines, en un entonces idílico Cala Major. Supone el fin de una vida nómada, un lugar en el que profundizar unas raíces ya existentes. Su territorio se amplía con la adquisición de Son Boter y con la construcción del estudio proyectado por el arquitecto Josep Lluís Sert.

El edificio Moneo.

La segunda gran intervención de Pilar Juncosa en la mallorquinidad de Miró llega en 1981. La democracia ha vuelto a España y la pareja decide que Palma se merece recibir parte del legado del artista. Entonces constituyen la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca. Con el nombre de ambos. Con Pilar por delante. Ceden los talleres, el territorio de su propiedad y una parte importante de su colección de arte. Palma, con Barcelona y Saint Paul de Vence, se convierte en la tríada de la obra del artista que creó un personal universo surrealista.

Hay una tercera decisión determinante, en este caso de Pilar Juncosa en solitario, para que Palma pueda presumir de sede mironiana. Joan Miró muere el 25 de diciembre de 1983. Rafael Moneo ha recibido el encargo de construir la sede de la fundación palmesana. Sin embargo, sin apenas recursos municipales, con nula colaboración por parte del Estado, que no solo no colabora sino que se ha llevado a Madrid todos los cuadros con los que los herederos abonan los impuestos de sucesión, el proyecto corre el riesgo de eternizarse.

Pilar Juncosa demuestra que es una mujer con empuje. Está firmemente determinada a que Miró deje huella en Mallorca y sabe cómo lograrlo, aunque sea a costa de su patrimonio. Encarga a Sotheby’s la subasta de 42 obras de Joan Miró realizadas entre 1938 y 1981. El 9 de diciembre de 1986, en menos de dos horas, todas las obras se han adjudicado. Alguno de los óleos, como por ejemplo el titulado 5+2=7 supera los 45 millones de pesetas. Compradores de Israel, Asia, Madrid, País Vasco y la Fundació Miró de Barcelona adquieren obras. Al final de la venta pública se han recaudado más de quinientos millones de pesetas (tres millones de euros de la época) con los que se pueden afrontar las obras de la sede del edificio de Moneo.

A finales de 1992, Pilar Juncosa se asoma cada mañana a la terraza de su casa para observar cómo progresan los trabajos. Disimula con sorna su satisfacción ante su avance: «Ya solo deseo que finalicen las obras para que se acabe este ruido y el polvo que he tenido que soportar durante cuatro años». El 19 de diciembre de este mismo año se cumple el sueño de Pilar. Y el de su marido. La Fundació Pilar i Joan Miró abre sus puertas.

Unos meses después, Pilar Juncosa recibe el primero de los Premios Diario de Mallorca. El jurado justifica el galardón «en reconocimiento a su profundo compromiso con el enriquecimiento cultural de esta tierra, que se ha plasmado recientemente en la inauguración de la Fundació Pilar i Joan Miró, en cuya gestación tuvo un papel absolutamente esencial». Conviene recordarlo un 25 de noviembre, cuando se cumplen 25 años de su muerte. Unos días después del óbito es enterrada en el cementerio de Montjuic. Junto al artista, su marido, con el que elaboró una gran obra, aunque ella nunca se metió en las cuestiones artísticas de Joan Miró porque él se lo pidió.