El que fuera bajista del grupo punk Guadaña, Ernesto Oliete (1962), falleció el pasado domingo a los 57 años de edad. “Aportó mucha ilusión a la banda”, confiesa Fofi Pérez, el alma de una banda que el año pasado cumplió treinta años en la trinchera.

Oliete entró en Guadaña durante la gira de presentación del disco El Barco (1999), álbum que publicó el sello Discos Suicidas, referente del punk que se cocía por entonces en Euskadi, y que tomaba su nombre del popular bar de un callejón de la plaza Gomila. “Ernesto entró en Guadaña porque era colega. Nunca había tocado un instrumento. Sid Vicious tampoco sabe tocar el bajo, decía él”, recuerda Fofi.

Su falta de técnica la suplió con una puesta en escena enérgica, llena de imaginación, con disfraces entre canción y canción. “Era muy echado pa’lante. En Cala Agulla llegó a tocar desnudo durante un concierto”, afirma su antiguo compañero con una sonrisa no exenta de tristeza.

Con Ernesto, Guadaña giró por media España (Barcelona, Zaragoza, Burgos, Bilbao, Vizcaya, Alava, Navarra) interpretando los temas de El Barco, entre ellos Pégate un tiro, Político Kabrón, Ruta turística o Ley militar. Su bajo también suena en otro de los grandes títulos de la discografía de Guadaña, La isla de la calma (2001), un álbum que por diferentes motivos no tuvo la gira de presentación que merecía.

Al margen de Guadaña, Oliete también militó en El Grupete, una banda de corte punk que se entregó a las versiones de La Polla, Eskorbuto y otros grandes del género.