Año 1980. Comienza lo que para muchos es la década dorada de cines y videoclubs. En ese año abrió sus puertas el videoclub Piscis, en la calle Manacor, en el barrio de la Soledat. El establecimiento ha aguantado todo tipo de crisis: desde la irrupción de la televisión privada a la embestida de las plataformas. Sin embargo, ha sido la pandemia la que le ha dado el golpe de gracia. Su propietario, Tomeu Sastre, bajará la barrera mañana de forma definitiva.

Estos últimos meses Sastre ha estado de liquidación, vendiendo a buenos precios todos los títulos de su fondo de películas en DVD y Blue Ray. Ha intentado traspasar el negocio, pero no ha sido posible. En los últimos años el alquiler de películas era una actividad secundaria en Piscis. Según explica Sastre, para seguir adelante se transformaron en «una tienda de conveniencia. Los que no se han reconvertido han cerrado». Dice Sastre que todavía quedan el videoclub Acción del Molinar que también es despacho de lotería, el Universal en la calle Simó Ballester «y creo que queda otro en Llucmajor. El Chaplin, de Eivissa, es ahora tienda de merchandising de cine y creo que le va bien», comenta.

Sastre muestra una colección de películas de Cantinflas. Guillem Bosch

No siempre fue así. Sastre recuerda que en los mejores años de los videoclubs «cada 25 metros encontrabas uno. En Palma llegó a haber doscientos». El mismo videoclub Piscis fue una cadena de tres establecimientos con tiendas en Son Oliva y es Viver. «Hemos tenido más socios que el Real Mallorca. Llegué a dar de alta al socio 23.000». Fue la época dorada del negocio. «Trabajamos mucho. Empecé con 200 películas en VHS y hemos llegado a tener unos 16.000 títulos». Recuerda Sastre que los fines de semana abrían de las 8 de la mañana a las tres de la madrugada: «Los clientes que venían se llevaban dos películas como mínimo». Aunque lleva buena parte de su vida entre filmes, Sastre no se considera un cinéfilo pero sí un «videólogo». Calcula que debe haber visto treinta mil películas «y las que más me gustan no son las más comerciales». Sin embargo, su público siempre prefirió el terror, la acción, la comedia y el drama «por este orden». Con un cajón lleno de carátulas sin película, Sastre apunto que cada mes había alguna copia que no se devolvía a la tienda: «La última fue El Vaquilla, una película que ahora se vende en Internet por 250 euros». Reconoce haber disfrutado mucho de un trabajo en el que ha ejercido de consejero: «Tenías que conocer las preferencias del cliente porque si se llevaba algo que no le gustaba, tardaba más en volver».