El recuerdo de Antònia Font siempre le acompañará, pero tras el éxito rotundo de su último disco Elektra decidió que era el momento de experimentar e investigar. El resultado: un disco basado en el dodecafonismo que se sumerge en las emociones y que está íntimamente ligado con la obra del artista Albert Pinya, autor de todo el apartado visual de la publicación.

«Me preguntan mucho cómo he convencido a la discográfica para publicar un disco instrumental basado en el dodecafonismo. Para mí este ha resultado más fácil que cualquier otro álbum y desde el primer momento me apoyaron para que se hiciera realidad». Se trata de un proyecto de composición «pura y dura» en el que no hay una armonía establecida: "Me dediqué a componer un sonido de piano y, cuando la composición estuvo hecha, empecé a pensar en los otros elementos". Cuenta que muchas veces se contentaba con lo que tenía, pero la intervención de terceras personas como Albert Pinya le motivó a seguir indagando en las posibilidades del disco: "A veces lo más importante es ser imprevisible, hacer cosas que la gente no se espera".

Acostumbrado a hacer música pop, este era un proyecto especial y diferente. «El pop es un género en el que se da casi toda la importancia a la letra, al mensaje y al cantante. Quería centrarme más en la música; organizar un fenómeno acústico de una manera concreta. Siempre he tenido una concepción musical vinculada al fundamento del sonido». Afirma que no le gusta hablar de estilos y que la razón por la que sale la nota ‘la’ en el título es para evidenciar la importancia del sonido por encima de todo: «He hecho música atonal en la que ningún tono domina por encima de los demás».

No tiene pensado llevar este disco al directo porque no sabe qué pasará, pero deja la posibilidad abierta en un futuro. «Este disco puede sonar extraño la primera vez. Tienes que escucharlo muchas veces para acostumbrarte a él. Hacerlo también en vinilo es una manera de incentivar a la gente para que escuche el disco entero de una tirada», admite el músico. Ha trabajado mucho las emociones y ha tratado de investigar sobre por qué nos emociona la música. "He hecho una música muy matemática, pero necesitaba despertar emociones para que fuese válida". Las emociones, dice, son muy importantes en este disco: "Yo reivindico que la música nos despierta emociones. ¿Por qué cada melodía nos evoca una sensación concreta?". Comenta que esto es una contradicción y quería reflexionar sobre ello.

Oliver comenta que la participación de Pinya en este proyecto ha sido enriquecedora porque era como un termómetro: "Según cómo reaccionaba podía ver si iba por el buen camino o no. Yo siempre estoy lleno de dudas y él es muy emocional: se levanta, ríe mucho, se asusta".

Confiesa que no le gusta la palabra «riesgo» cuando hablan de su obra porque todo lo que hace es virtual: «No tenemos ningún riesgo real». Las primeras impresiones han sido muy buenas, incluso más de lo que podían esperar. El videoclip que ha creado Albert Pinya para la canción Mistery safari está triunfando con el público más infantil: «Estamos creando una tolerancia hacia el dodecafonismo para las generaciones futuras. Los niños, que no tienen prejuicios, lo escuchan y les encanta».

Pinya explica que van a crear un mediometraje que relatará todas las aventuras del disco: "«Esto es una pequeña cápsula de una secuencia de 12 canciones. Será una película de 33 minutos». Han querido incidir en que cada persona lo interpreta como quiere porque esa es «la riqueza del disco": "Hay unos símbolos importantes concretos, pero la interpretación depende de cada uno".

Oliver quiere resaltar la importancia de que este sea un proyecto mucho más artesanal, "de ir tocando elementos hasta encontrar la composición que más me gustaba". No estar atado a nada le ha permitido hacer un disco como este: «Ha sido muy laborioso».