Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) debutó como concertista de piano a los trece años y desde entonces no dejado de tocar. A lo largo de sus más de setenta años de carrera ha interpretado un repertorio de más de cincuenta conciertos de distintos autores y épocas, de la mano de 400 directores que le han llevado a girar por todo el mundo. Achúcarro estará en el Trui Teatre de Palma el próximo 25 de octubre a las 18 horas para interpretar el Concierto de piano en sol mayor de Ravel junto a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears.

Contrariado por haber tenido que posponer gran parte de sus citas profesionales a causa de la covid-19, Achúcarro se mostró muy ilusionado de poder retomar sus actuaciones con esta obra de Ravel: “Lo estudié en París en 1951 con la pianista francesa a quien está dedicado el concierto, Marguerite Long y ella lo había estudiado con Ravel. La música de este compositor me fascina, lo estudié con muchísimo gusto y lo he tocado en todo el mundo y sigo queriendo tocarlo y disfrutarlo”. Lejos de cansarse de interpretar esta u otras piezas de su repertorio, Achúcarro afirma que «cuando se trata de obras maestras se pueden tocar por toda la eternidad. La buena música no cansa». Duda antes de describir como es la larga relación que ha establecido con este arte, pero finalmente dice: «Cada uno tiene sus adicciones. La mía es el piano, la música. Las obras crecen con uno. La primera vez que toqué este concierto de Ravel vi ciertas bellezas, hoy veo muchísimas más». A punto de cumplir 88 años, admite que «ni se me ha pasado por la imaginación que no voy a descubrir cosas nuevas, todos los días descubro algo nuevo en las partituras que toco. En los años jóvenes lo que se busca es la brillantez, la velocidad el garbo y luego poco a poco se van encontrando cosas mucho más profundas y mucho más íntimas. Naturalmente es otra manera de decirlas que cuando eres joven no puedes. Con la edad se ganan unas cosas y se pierden otras», reflexiona. Su modo de acercarse a las obras es la de un interlocutor que dialoga con el compositor: «Tenemos un trato diario con estos genios porque cuando tocas un Intermezzo de Brahms, estás hablando con Brahms». Para Achúcarro esa conversación se establece para «encontrar la sonoridad, el fraseo bonito y el mensaje que puede ser alegre, triste, revolucionario o revoltoso. Encontrar ese mensaje profundo de por qué el compositor puso esas notas que a mí me producen esta sensación Y luego encontrar la manera de decirlo a través de un instrumento que es el piano que es capaz de infinitas sonoridades distintas».