La desigualdad social, la religión, un planteamiento de extrema izquierda o de derecha radical. Las posibles lecturas son muchas, pero la película es una: El hoyo. Dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia en 2019 y producida por Basque Films, la trayectoria de este filme ha sorprendido en primer lugar a sus propios artífices. «Nuestra película ha alcanzado los dos elementos. Primero la crítica y los festivales de referencia, y luego el público de masas con Netflix». No solo eso. Tras su estreno en Asia ha cosechado un gran éxito en Corea, colocándose en el número uno en ese país. Así lo explica Carlos Juárez, uno de los productores de la cinta que también se encuentra en la terna para representar a la Academia Española de Cine en los Oscar. «Para Netflix la película fue un flechazo, vio el potencial de un tipo de cine al que no estamos acostumbrados». Juárez, que participa en el Festival de Cine Italo-Español que se celebra estos días en Palma, explica que su productora sí vio que El hoyo podía funcionar bien en plataformas: «Decidimos hacerla primero por nuestra cuenta, para no tener injerencias. Será difícil volver a tener una libertad tan grande». Sin embargo, es consciente de que después de El hoyo «vamos a tener línea abierta para hacer cosas, aunque contaremos las mismas historias porque somos las mismas personas. Ahora no tengo que llamar yo. Ahora gente importante me hace caso y me pide opinión».
«Para Netflix, ‘El hoyo’ fue un flechazo, vio el potencial de un tipo de cine al que no estamos acostumbrados»
Juárez reconoce que han vivido con vértigo todo lo que está ocurriendo alrededor de este filme, el más visto en el mundo durante la pandemia. Una suma de elementos ha contribuido a colocar El hoyo donde está y uno de ellos es el contexto en el que ha llegado a las pantallas de medio mundo, en plena pandemia. Juárez admite que no es una cinta de visionado fácil: «Tienes que estar preparado para abstraerte del dolor ajeno», resalta, pero la emergencia sanitaria ha ayudado: «Cuando la situación es positiva tendemos a un cine de esparcimiento, de poco pensar. Pero cuando tenemos un shock como el que hemos vivido, eres capaz de reflexionar y de asumir y ver cosas que te duelen». El haber tenido la libertad de hacer la película que querían hacer y el riesgo que decidieron correr también han sumado a su favor: «No entendemos el cine desde el punto de vista económico. De hecho, cuando se fijan en ti las grandes compañías es por tu irreverencia». En este sentido Juárez destaca que «nadie quiere cambiar, las grandes compañías y los directores de programación se agarran al público que ya tienen». Esa apuesta les ha llevado a contar una historia universal en una industria, la española, que suele conformarse con productos más locales que abordan el drama o la comedia, pero no otros géneros, como la ciencia ficción: «Lo que hay que hacer son buenas películas. El cine es universal, nunca me ha gustado ponerle adjetivos. Más que el concepto cultural, es el concepto de la narrativa». En este sentido Juárez apunta la importancia de la creatividad como valor en alza y la necesidad de no quedarse al margen del mundo del cine, un sector que concibe como estratégico, una carta de presentación del país y de sus productos: «Es algo más que mero entretenimiento».
