50 años han pasado desde primera exposición de Joan Miró en Mallorca y Pep Pinya, su artífice, mantiene vívido el recuerdo como si fuera ayer. El galerista, ya retirado, desempolva de una de sus estanterías el pequeño catálogo que editaron para la muestra mironiana, inaugurada el 6 de octubre de 1970. Entre sus páginas, dibujos del genio catalán y un magnífico texto de Jaume Vidal Alcover. «Hicimos mil ejemplares: aún recuerdo a Miró dedicándolos el día de la inauguración», evoca el marchante, quien sospecha que Miró le eligió a él para exponer en la isla «porque yo no pretendía nada, no tenía ninguna ínfula y estoy seguro de que eso llamó su atención».
La primera visita a Pelaires del pintor catalán afincado en Palma se produjo a finales de agosto de 1969. En aquel encuentro ya se fraguaron los cimientos de aquella primera exposición. «Recuerdo que me llamó un día: ‘Has de pujar a veure el póster de l’exposició. Vine el més aviat que puguis’. Cuando colgué me di cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora ni ningún día en concreto. Entonces le llamé a su casa y Pilar [Juncosa] me dijo que estaba en Saint-Paul-de-Vence. Cogí un avión y fui al taller de grabado de la galería Maeght. Allí Miró me preguntó humildemente que qué me parecía el cartel. A mí me pareció un trabajo espectacular», comparte Pinya.
La exposición que prepararon en Pelaires presentaba los últimos trabajos del artista. «Había muchos gouaches y grabados», detalla. Entre ellos, el fabuloso Equinox. «Lo que pretendía esta muestra era dar a conocer que Miró vivía en Mallorca y que el artista iba a ayudar a la cultura de la isla», apunta el galerista. La inauguración fue un éxito. «Acudieron escritores incipientes y otros consagrados, artistas, los críticos progresistas del momento y por supuesto la familia Juncosa». Las crónicas de la época atestiguan la presencia de Robert Graves, Vidal Alcover, Maria Aurèlia Capmany, Gabriel Janer Manila, Anthony Kerrigan, Carlos Mensa, Llorenç Artigues o John Ulbricht. «La asistencia de las fuerzas vivas de la oficialidad fue testimonial», confirma Pinya. «Esta exposición cambió radicalmente la visión que se tenía de Mallorca como entidad cultural. Fue una revolución, el inicio de lo que pasó después», considera.
A partir de ese momento, la galería palmesana se convirtió en un desfile de personalidades culturales como Tàpies, Portabella, Chillida, Sempere, Moreno Galván, Carles Santos, así como un punto de encuentro para los grandes marchantes de arte y directores de museos internacionales. «Con el paso del tiempo uno se da cuenta de la importancia que tuvo Pelaires en esta época», confiesa Pinya, quien echa en falta en la actualidad la figura del galerista que marca una pauta artística con personalidad en su galería. «Ahora hay muchos comisarios que hacen exposiciones, cuando creo que lo que hacen falta son galeristas que conozcan en profundidad a sus artistas», opina.
De aquella exposición de Miró en las antiguas y remozadas caballerizas del número 23 de la calle Pelaires no se vendió ninguna obra. «Pero fue un éxito rotundo: estábamos construyendo un ambiente que propiciaría un futuro diferente». «Lo más maravilloso es que muchos cambios que vinieron después se produjeron a través de la cultura, de exposiciones como la de Miró. Pienso firmemente que la cultura tiene poder para cambiar la estructura de una sociedad, una ciudad o un país».
