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El Mago de O(PPIT)Z

Lo de “segundas partes no son buenas” no siempre se cumple. En muchas ocasiones, la segunda aportación de una obra artística puede superar a la primera.

Después de haber interpretado los tres primeros conciertos para piano de Beethoven en Palma, justo al día siguiente, nuestra Orquestra Simfònica y el pianista Gerhard Oppitz repitieron sinergias en Manacor para redondear la propuesta e interpretar los otros dos, para así poder cerrar todo el ciclo beethoveniano.

Si la primera sesión pudo calificarse de acontecimiento, la segunda vino para confirmar el calificativo. El Cuarto concierto, sobre todo en ese segundo movimiento, breve pero contundente, rozó lo sublime, con unas cuerdas en estado de gracia. Quizás el tempo elegido para el Allegro moderato tuviera más de moderato que de allegro, da igual, pues el resultado final fue del todo satisfactorio. Sin olvidar la intervención del solista que, en esa larga cadencia, rozó la perfección.

Y con ese buen sabor de boca se llegó al “Emperador”, ese quinto y último de los conciertos del maestro alemán. El Concierto número 5 no es un concierto más, es “el” concierto. Es, sin duda, una de las obras cumbre de la historia del arte. Y no es una cuestión subjetiva: en el año 2007 la emisora Australian Broadcasting Company’s lo situó en el primer lugar de la lista de los cien mejores conciertos de la música clásica. Pues bien, Oppitz, arropado por una Simfònica impecable en todo momento y con su titular, Pablo Mielgo, al frente, ofreció esa partitura con una maestría difícilmente superable. El solista parecía no pulsar las teclas, simplemente sonaban con el roce de sus dedos. Asombroso. Sin duda.

Si ese quinto concierto es ya de por sí mágico, aumentó su hechizo en esa convocatoria que el Auditori de Manacor deberá situar en muy buen lugar en su lista de noches memorables.

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