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Opinión

Les habla un jurado del Pop-Rock

Al evocar la efervescencia cultural del Ayuntamiento que gobernaban Ramon Aguiló y Colau Llaneras por comparación con la atonía vigente, dan ganas de pedir disculpas por las críticas que nos atrevíamos a formular contra su gestión. En los años ochenta, Palma fue una ciudad de vanguardia. Cort ni siquiera posee la energía de organizar algo diferente, ha reanimado un Concurs Pop Rock que tal vez no lo necesitaba, y que peca ya de camp o kitsch.

No fui jurado en el primer Pop Rock, pero sí pervertí varias de las ediciones posteriores. Ahora me entero por algunos de los testimonios de este valioso reportaje que configurábamos un tribunal bajo sospecha de prevaricación, quizás incluso de cohecho. Se te queda la cara de ser el único que solo puntuaba desde el desinterés mayúsculo por la mayor parte de la oferta presentada. Mi obsesión confesa es que ganara Trazom Tzara, una frivolidad inadmisible para la ortodoxia.

El Pop Rock me dio la oportunidad de conocer de primera mano a todos los grupos de las movidas, con el broche de un violento concierto de Siniestro Total en el Parc de la Mar. De repente empezaron a volar botellas, un acontecimiento más que habitual en un evento de ese tipo pero con la particularidad de que los envases de cristal eran arrojados desde el escenario hacia el público embravecido. Se desató una batalla campal. Aunque supongo que los hechos han prescrito, no desvelaré el nombre de la autora de los disparos. Músicos y periodistas acabamos tendidos sobre el césped bajo el lema de los gallegos. «Ante todo, mucha calma».

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