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Humanos en Iberia

Pese a la gran abundancia de datos paleontológicos y arqueológicos disponibles, la llegada y ocupación de Europa por parte de nuestra especie —formada en aquellos tiempos por nuestros ancestros inmediatos, los cromañones— abunda en enigmas y polémicas. Se da por bastante probable que los Homo sapiens procedentes de África se encontraban ya en la Península Balcánica hace alrededor de 46.000 años, y que la dispersión por la cuenca del Mediterráneo y el valle del Danubio les permitió alcanzar Europa Occidental en un periodo relativamente corto de tiempo. Pero las razones de una ocupación tan rápida y, en particular, la interacción que pudo producirse entre los ocupantes indígenas —los neandertales— y los cromañones ha sido motivo de debate continuo. Se discute, por ejemplo, si una superioridad tecnológica de los humanos modernos frente a la cultura musteriense neandertal pudo allanar el camino de conquista. Pero esa idea de confrontación entre dos culturas —y dos mentes— muy distintas, con ventaja para Homo sapiens, ha ido flaqueando al ritmo de la aparición de objetos sofisticados, como los ornamentos personales, en lugares ocupados por los neandertales.

Otro frente de debate afecta a la entrada de los humanos modernos en la Península Ibérica. Se daba por supuesto que el río Ebro supuso una barrera natural que nuestros antepasados directos no cruzaron hasta tarde, cerca de 35.000 años atrás. Sin embargo, un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences USA (PNAS) por Jonathan Haws, investigador del Departamento de Antropología de la Universidad de Louisville (Kentucky, Estados Unidos), y sus colaboradores, presenta un panorama distinto. El trabajo de Haws y colaboradores proporciona evidencias de la ocupación del yacimiento de Lapa do Picareiro, en el centro de Portugal, por parte de los humanos modernos en unas fechas tan tempranas como 38.000-41.000 años. Ese hecho supone que el encuentro con las poblaciones neandertales que, como se sabe, tuvieron en el sur de la Península Ibérica sus últimos refugios antes de extinguirse, habría sido posible. ¿También probable? La facilidad con la que Homo sapiens se fue dispersando por los territorios europeos apunta a que ocupaban territorios libres sin encontrarse con disputa alguna por su posesión. Quizá las poblaciones neandertales no fuesen nunca muy abundantes, ni siquiera en la época de su mayor extensión, con lo que el avance de los cromañones desde levante a poniente de Europa pudo darse con muy pocos contactos e interacciones entre ambas especies. Cada vez es más débil la hipótesis inicial de un desplazamiento forzado en el que los humanos modernos llevaban ventaja. La razón de su éxito puede que tuviese más que ver con las ventajas del número de individuos y su capacidad de adaptación.

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