«Al final, ¿cómo es el asunto? -se preguntaba la niña acostada en la cama y con los ojos bien abiertos. ¿Uno va llevando su vida adelante o la vida se lo lleva por delante a uno?». Quizá Joaquín Salvador Lavado, conocido como Quino, murió ayer a los 88 años sin haber obtenido una respuesta a aquella pregunta transcendental que se hacía su querida Mafalda. Pero lo importante en la obra del argentino, seguramente el dibujante de cómic en español más internacional, no eran tanto las respuestas y las certezas sino las preguntas y las dudas, las inseguridades y los consiguientes cabreos. «Mamá, ¿qué te gustaría ser si vivieras?», le decía Mafalda a su madre mientras ésta estaba atareada lavando la ropa. «¿Pero Mafalda, ¿cómo no va a existir el año que viene?», grita su padre desesperado. Y la niña le suelta: «¿Vos lo viste?».

«Cuando me dicen, 'gracias por todo lo que nos diste' digo, '¿qué les di?'», expresó en este caso el dibujante en una entrevista en 2016, en la que, consultado sobre cuál es el poso que le gustaría dejar entre sus seguidores, no le costó reconocer que el de alguien «que hizo pensar a la gente las cosas que pasan».

Nunca tuvo hijos, pero nadie duda de que Quino tuvo su mejor descendencia en Mafalda, la pequeña y contestataria luchadora social en la que se inmortalizó para siempre para hacer pensar al mundo.

Considerado con creces uno de los mayores iconos de Argentina dentro y fuera de sus fronteras, Quino consiguió hacer de su mayor obra, una niña amante de los Beatles («She loves you» es su canción preferida), la democracia, los derechos de los niños y la paz, y detractora de la sopa, la guerra y James Bond, un símbolo eterno.

Poseedor de galardones como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y la Medalla de la Orden y las Letras de Francia, Quino nació el mismo año en el que sus padres españoles emigraron a Argentina, y ya en plena adolescencia comenzó a estudiar dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza. Sin embargo, cuatro años después, decidió abandonarlo por el mundo gráfico y la historieta. Y ya no había marcha atrás en su destino.

Por entonces Joaquín ya era «Quino», un apodo con el que poder diferenciarse de los muchos «Joaquines» que ya había en su familia, entre ellos su tío, quien le despertó la pasión por la ilustración. «No solo me legó la vocación, sino una filosofía de la vida que a partir de mi abuela me ha marcado mucho. La politización de mi familia me marcó muchísimo», evocaba el genial dibujante. «¡¡¿Cómo que no rema más?!!», le pregunta un señor trajeado acompañado de otros 8 señores igual de trajeados y adustos que él al hombrecito que boga sin ninguna ayuda para que no naufrague la embarcación que todos comparten. «¿¿Estamos o no estamos todos en la misma barca??».

Con 22 años Quino se trasladó a Buenos Aires, donde no tardó en publicar su primera página de humor gráfico en el semanario «Esto es». En la capital argentina expuso por primera vez en 1962, mientras que un año después publicó su primer libro, Mundo Quino, una recopilación de dibujos editados hasta el momento en revistas de la época.

Y fue un encargo publicitario el que le cambió la vida: Una nueva línea de electrodomésticos llamada Mansfield estaba destinada a ser promocionada con un personaje que comenzara con «M», que finalmente no llegó a publicarse por el fracaso de la marca. Lejos de meter aquellos frustrados dibujos en un cajón, Quino los rescató para sus siguientes trabajos en prensa. Es así que «Mafalda» apareció por primera vez en «Gregorio», el suplemento de humor de la revista «Leoplán», para pasar a publicarse después de forma regular en otras publicaciones como «Primera plana» y «El mundo» y en libros recopilatorios.

Las aventuras de la pequeña, así como de sus amigos Manolito, Susanita y Felipe, con los que alcanzó el éxito en decenas de idiomas, se desarrollaron de 1964 a 1973, aunque su imagen y sus atemporales e irónicos mensajes por un mundo mejor la han hecho inmortal. «Viendo las cosas que hice en todos estos años me doy cuenta de que digo siempre las mismas cosas, y siguen vigentes. Eso es lo terrible... ¿No?», remarcó Quino.

El veterano dibujante se refería así a sus «temas de siempre», como «la muerte, la vejez y los médicos», con los que durante décadas hizo pensar a los lectores a través de sus emblemáticos personajes. Si bien después de 1973 Quino retomó el personaje en contadas ocasiones, el no querer cansar ni repetirse hizo que Mafalda reposase para siempre pero quedase viva en la memoria popular

Desde hace ya unos años, problemas de movilidad y de visión le han impedido disfrutar plenamente de una de sus grandes pasiones, el cine, y también ha tenido que frenar su vocación, el dibujo, aunque no ha dejado de asistir a homenajes a su obra y firmas de libros. Aunque nunca le ha gustó hacer balances, «de vez en cuando» no le quedaba otra que hacerlo sobre todo por la insistencia de los periodistas a la hora de sonsacarle el porqué de su dilatado éxito. «Eso me lo pregunto yo también mucho. No lo sé. Sé que he puesto el dedito en una tecla que mueve muchas cosas», confesaba.Mafalda no sería el personaje popular que es sin el contrapunto que le dan sus padres y amigos. Felipe, siempre agobiado. Manolito representa las ideas capitalistas. Susanita es romántica y admiradora de la oligarquía. Miguelito sorprende por sus preguntas complejas. Guille tiene un punto irreverente. Y Libertad es incediaria e irreverente.