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[Raffaella Carrà] Feminismo, comunismo & lentejuela

La diva que cantó a la libertad sexual y conjugó el lamé con el voto al partido comunista –además de fichar por Berlusconi– atesora una batería de ‘hits’ que ahora vindica la comedia musical ‘Explota, explota’. Hola (de nuevo), Raffaella.

[Raffaella Carrà] Feminismo,comunismo & lentejuela

En su último programa de la RAI, con otra gran diva, Sophia Loren.

De un tiempo a esta parte, esa bomba rompepistas y de simpatía arrolladora que es Raffaella Carrà debe de asistir atónita, desde su retiro romano, a la reivindicación ecúmenica de su enigmática figura. Primero fueron sus letras, estandarte LGTBI y celebración avant la lettre de una sexualidad femenina libre, festiva y desbordante. Luego se viralizó una reliquia de Interviú en la que la gran dama de las lentejuelas pulverizaba clichés y afirmaba, ya en 1977, que ella siempre votaba “comunista”. Y ahora la película Explota, explota, de Nacho Álvarez, convierte los hits de la italiana en un musical consagrado a la “Cher del sur de Europa, a una artista adelantada a su tiempo y tal vez poco comprendida que fue estrella pop antes que Madonna”, vindica el director, en vísperas de la presentación de la cinta en el Festival de San Sebastián.

Explica el cineasta, de 33 años, que descubrió a Raffaella de adolescente, en su Montevideo natal, viendo la RAI por la televisión por cable. ¿Quién era aquella señora más rubia, más mayor y más contoneante de lo que marcaban los cánones rodeada de un cuadro de jóvenes bailarines? Años después de que sus padres le dieran las primeras coordenadas del fenómeno

Raffaella, Álvarez hizo una inmersión en el asunto vía Youtube –mire, miren– y, ya en el 2012, compró en un mercadillo “por un euro” el primero de lo que acabó siendo una colección de vinilos.

“Cuando se anunció el musical, mucha gente lo celebró. Igual no son las canciones que escuchamos por el Spotify, pero, un poco como Abba, siguen despertando una energía, un algo que no sabes bien qué es pero que te pone a bailar y te hace sentir bien”.

Ese algo, por cierto, llegó en 1975 por primera vez a Madrid procedente de Italia, donde ya se

había convertido en el primer ombligo que aparecía en la televisión y había escandalizado al Papa con su canción Tuca-tuca, en la que, con un humor y desparpajo insólitos, cantaba –y medio jadeaba– a un deseo irrefrenable.

Por entonces, Raffaella apenas te nía 32 años, pero ya llevaba unas cuantas vidas a cuestas. La diva (Bolonia, 1943) había querido ser coreógrafa, pero no tuvo mucho tiempo para las vocaciones. A los 9 años ya había aparecido en su primera película, Tormento del passatto, y tras acabar la secundaria y asistir al Centro Sperimentale de Cinematrografía, había hecho un puñado de filmes, uno de ellos, Il compagni, de Mario Monicelli, von Marcello Mastroianni. Así, antes de desembarcar en Barajas, el ciclón platino ya había andado y desandado el camino de Hollywood –donde pronto se quitó de encima a Frank Sinatra y los deseos de formar parte de una salvaje cofradía de “alcohol y cocaína”– y también había descubierto, viendo Hair en Londres, que aquello era exactamente lo que ella quería hacer.

Diva ‘camp’ Con aquel gusto suyo tan camp por la diversión, el exceso y el brilli brilli –su modisto sabía que un escote nunca era suficiente para ella–, el ciclón Raffaella llegó al plató de Señoras y señores, de Valerio Lazarov, pisando callos. Tal fue su éxito que de allí salió con un programa especial de cuatro horas que puso de morros a la plutocracia local del cante. E incluso el hermano de una folclórica, creyendo que se estaba burlando 2de la música española” –y eso sí que no–, quiso lanzarle un vaso, un espontáneo lo redujo y acabaron todos en comisaría.

En su repertorio no había burlas, pero sí descargas de humor y osadía.

“Es la Cher del sur de Italia, una artista adelantada a su tiempo”, afirma del director Nacho Álvarez

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Mientras sus colegas del ramo seguían levantando catedrales al tormento amoroso, ella lo mismo cantaba a la masturbación femenina –“mi dedo está enrojecido de tanto marcar, se mueve solo, sobre mi cuerpo, y marca sin parar: 5-3 /5-3/ 4-5-6”–, que le decía a quien quisiera escucharla que no hay nada menos divertido que el melodrama, así que hicieran el favor las chicas de pasarlo bien –“hace tiempo que mi cuerpo anda suelto y no lo puedo frenar” (Caliente, caliente)– porque, al fin y al cabo, como cantaba a golpes de flequillo, “en el amor todo es empezar” y siempre hay vida y alegrías tras un desengaño.

Fue justo en aquella época en que la italiana se apuntaba el copyright del feminismo con lamé en el que hoy abunda la aristocracia del pop global, cuando concedió la entrevista a Interviú en la que decía que le parecía importante realizarse a través del trabajo (de hecho, nunca permitió que su no-maternidadfuera tema de debate), que le importaba un pito envejecer y que votaba al partido comunista como antídoto de la democracia cristiana. “Usted, naturalmente, se mirará al espejo”, respondió el periodista acto seguido de que le hablara de sus simpatías políticas.

“Excitación política”

Cuando en el año 1992 la artista –la figura mejor pagada de la televisión de la Unión Europea tras convertir en casus belli su brecha salarial y acabar fichando por el imperio Berlusconi – regresó a la capital madrileña para hacer el legendario ¡Hola, Raffaella!, conservaba sus convicciones, y seguramente ontradicciones, intactas.

“Vivía permanentemente en un estado de excitación política de izquierdas, mientras dirigía departamentos enteros vestida de lentejuelas rojas”, escribió tiempo atrás en un ya célebre hilo de Twitter la guionista Almudena Montero, en el que también daba cuenta de cómo impartía lecciones de lo que hoy llamaríamos autodefensa a las bailarinas o “se te acercaba, te bajaba la piel de ojo y te decía ‘estás anémica perdida’, para luego preguntarte por tus condiciones laborales”.

A sus 77 años y tras hacer un amago de retiro en el 2016, la artista Raffaella volvió el año pasado a la radiotelevisión italiana (RAI) con un programa de entrevistas del corte En la tuya o en la mía.

Y aunque Raffaella Carrà atesora vivencias y dos amores –primero con el compositor de sus hits Gianni Boncompagni y luego con el coreógrafo una década más joven Sergio Japino– de los que dan por buena una vida, ha dado calabazas a quien le ha propuesto hacer un biopic. “Ella, en el fondo, es un misterio –afirma el director Nacho Álvarez–. Se prodiga poco, es como un mito viviente”.

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