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Que el arte se lo agradezca al coronavirus

Este año, pierde la fiesta, sí. El glamour, quizá. Pero, sin duda, el arte es el que gana

Arranca la Nit de l'Art más íntima

¿Cuál es la esencia de la Nit de l’Art? ¿Qué es lo primero que se viene a la cabeza al pensar en esta ya famosa cita artística? En definitiva, ¿qué es lo que hace que “la Nit de l’Art” sea propiamente “la Nit de l’Art” y no cualquier otro evento cultural?

 ¿Que se lleve a cabo de noche, quizá? ¿Las aglomeraciones de gente por las calles? ¿El paseíllo de sus mayestáticas autoridades? ¿Las colas para entrar en las galerías? ¿Las incomodidades para observar sin dificultad de visión las recién inauguradas exposiciones? ¿La copa de vino, un tanto rancia, a la entrada de las salas? ¿La existencia de un programa oficial y uno alternativo (como todo evento cultural que se precie)? ¿O más bien, el repentino y fugaz interés artístico por parte de una sociedad a la que no le concierne el arte lo más mínimo el resto del año?

Pues bien, nada de lo que en nuestro imaginario popular hemos venido relacionando con esta “fiesta del arte” se da en la edición de este año para la Nit de l’Art. A pesar de su nombre, ni se celebra de noche, ni dura un solo día, ni hay aglomeraciones, ni colas, ni dificultades para ver las exposiciones, ni charlas en torno a los objetos expuestos que nada tienen que ver con el arte, ni copita de vino caliente, ni desfile de modelitos pensados concienzudamente para la ocasión, ni posibilidad de postureo, ni foto del politiqueo.

¡Gracias a Dios! Y es que quizá sea esta una de las pocas cosas positivas que el maldito coronavirus nos habrá dejado. Este año, pierde la fiesta, sí. El glamour, quizá. El evento social, también. Pero sin duda, el arte es el que gana: esta vez, se presenta puro, sin artificios, sin anzuelos.

De hecho, lo que ha resistido a esta cruel pandemia es el impertérrito deseo de los galeristas palmesanos por hacer ver que el arte contemporáneo puede ser para todo el mundo. Apostando por una cultura segura, compatible con el desarrollo de la actividad artística y su necesario mercado, se ha dividido la fiesta en cuatro días en los que se realizan visitas guiadas con diferentes itinerarios. Más que visitas guiadas, las han llamado “visitas dialogadas”, muy en la línea de la museología crítica que cuestiona el dirigismo cultural. En estas visitas, en teoría, en lugar de una explicación por parte del guía (cosa que implicaría un discurso dominante y paternalista que no está de moda entre el mundillo post-postmoderno), se propone un debate y un diálogo en torno a las piezas expuestas. En la práctica, hay que decir, que las visitas se desarrollan como visitas al uso, con una explicación y una ronda de preguntas y respuestas; al menos se debe reconocer la buena intención.

Lo que chirría un poco, si aceptamos la tesis de que los galeristas quieren acercar el arte al gran público, son los horarios elegidos para estos itinerarios: entre las 12 y las 18h entre semana, un horario en el que la mayoría de la gente nos encontramos trabajando. ¿Será que no es al común de los mortales a quienes quieren captar? Ninguna de las limitaciones por la crisis sanitaria implica que las galerías tengan que cerrar a una hora tan temprana. Ahí queda el apunte.

En fin, más allá de suspicacias, destacaría la propuesta de la galería Fran Reus: en concreto, la muestra Delete History de Arno Beck. Este trabajo es el ejemplo de que en el arte aún no está todo dicho y de que aún hay margen para la originalidad sin necesidad de grandes ostentaciones ni rebuscados trampantojos. De hecho, es esta una exposición modesta en cuanto a que ocupa únicamente dos paredes de la galería y también en cuanto a la técnica, el dibujo, que revela sin filtros embellecedores la capacidad artística de su autor. El proyecto es modesto, sí, pero grande en cuanto a calidad, a lo que comunica y a lo que evoca, con el plus de que se entiende por sí mismo sin necesidad de una complicadísima explicación (una rara avis en el arte actual). Es una lucha entre una Venus clásica y un Ken de Street Fighter. No digo más. A ver si así la curiosidad alimenta el motor para visitar ésta, y las otras exposiciones del programa de esta Nit de l’Art menos Nit de l’art de todas, que, en definitiva, es de lo que se trata.

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