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Tomàs Barceló: “Los artistas que no están en la ola de la vanguardia desaparecen”

El escultor mallorquín expone en la galería barcelonesa Ex Machina sus robots modelados a la manera clásica

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Tomàs Barceló: “Los artistas que no están en la ola de la vanguardia desaparecen”

Tomàs Barceló (Cala Millor, 1975) se ha reconciliado con su propia obra, un proyecto artístico muy personal que aúna fantasía distópica y mundo clásico, y que tenía un poco aparcado con motivo de su incursión en el mundillo cinematográfico, donde se ha ganado una reputación. El escultor mallorquín, una de las manos expertas en el departamento de arte del remake de Dune, que se estrenará en diciembre, expone en el espacio de Barcelona Gallery Ex Machina un conjunto de esculturas recientes bajo el título de Anachronic Deities. Una selección de piezas realizadas con resina, metal y objetos reciclados. 

Estas obras parten de los rostros que Barceló ha ido creando para su venta en internet. “De cara a la exposición me planteé cómo podría ser el cuerpo de esos rostros. Cómo podrían crecer en 3D aquellas máscaras robóticas”, cuenta.

Para comprender bien la producción de este artista es primordial conocer cómo trabaja. “Soy un escultor muy clásico. modelo en arcilla, hago la copia en yeso y la termino en escayola. Es el método académico del siglo XIX”, refiere. El artista mallorquín relata que estudió Bellas Artes en Barcelona y fue alumno del gran Jassans. “Como escultor es de lo mejor que ha habido en el siglo XX en el mundo entero y está cayendo en el olvido. Los artistas que no están en la ola de la vanguardia desaparecen”, lamenta. “Cuando no encajas en el relato hegemónico, estás fuera”, subraya.

Con Jassans aprendió los preceptos de la escultura griega y egipcia. “En un mundo de filosofía postmoderna, donde nada es verdad, de golpe una escultura egipcia se presenta y es absolutamente verdad”, sostiene. 

Durante 20 años, Barceló se perdió en el universo de la escultura clásica. “No me interesan ni las Dianas griegas, ni representar a mujeres desnudas, lo que me fallaba ejerciendo la escultura clásica era el tema. Y me hice la pregunta de por qué no liberarme de todo”, explica. Escogió el camino de aunar los temas que le gustaban, la ciencia ficción, con el lenguaje en el que creía, el clásico. “Cuando he empezado a hacer esto, es cuando mi obra ha empezado a interesar”, considera.

Para el creador, “la escultura siempre es incómoda de contemplar. Cuando es potente, compites con la obra en el espacio y el tiempo. Una escultura de una persona de pie y quieta en el vacío puede resultar incomodísima”, señala. Por eso, Barceló decidió deshumanizar sus piezas (¿son cyborgs o robots?) y no fabricarlas a tamaño natural, “así son más digeribles”. “Creo que es más fácil aceptar tener un robot delante porque es como un ser inferior. Me gusta jugar con esta relación que se crea con el espectador”, confiesa. 

Tratar un tema muy moderno a la manera clásica y que a la vez parezca una antigüedad es otra de las características del proyecto del mallorquín. No en balde, le interesan mucho más los museos de antigüedades que los contemporáneos. “Soy muy antiguo, una persona anclada en el siglo XIII”, exagera.

Exponer de nuevo en una galería es ilusionante para el artista, que desea volver a volcarse en su obra personal. “Aunque, bueno, lo ideal sería poderlo combinar con el cine”, reconoce. Fue a principios de año que Gallery Ex Machina contactó con Barceló. “Me pidieron que preparara algo pensando ex profeso en el espacio. Yo exponía en el sótano, un espacio que parece una cueva, pero por el tema del covid finalmente no ha podido hacerse abajo, así que está instalada en la sala principal”, señala. El escultor conectó en seguida con el espíritu de la galería. “Se definen como steampunk, algo muy sorprendente para unos galeristas”, apunta. 

 De pequeño, a Barceló le gustaba dibujar, construir con legos y jugar con plastilina. En su adolescencia decidió estudiar Bellas Artes en Barcelona y se apasionó por el cine. Cuando regresó a Mallorca, combinó la enseñanza con creaciones artísticas. En 2013 decidió abandonar el sistema educativo e intentar vivir de la escultura, así nació La Mathomería. Por casualidad empezó a trabajar en películas como artista conceptual y escultor de utilería, por lo que en estos últimos años ha estado combinando su trabajo personal con la participación en producciones internacionales de cine. 

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