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Con ciencia

Regeneración

Desde niño me ha fascinado la capacidad de los geckos –esa especie de lagartijas que acechan a las polillas de noche junto a las farolas y a las que en Mallorca llamamos dragones– de desprenderse de la cola cuando se ven atacados. Huyen mientras la cola sigue moviéndose por su cuenta y atrae al predador. No son los únicos lagartos que lo hacen, desde luego, pero lo más sorprendente es que, al poco, a todos les crece una cola nueva. 

Semejante capacidad de regeneración es común entre los vertebrados pero no en los mamíferos. Nuestro cuerpo puede reparar una herida que se nos produzca en la piel, e incluso superar una fractura de un hueso con tejido nuevo que cubre la lesión producida, pero desde luego no somos capaces de conseguir que nos vuelva a salir siquiera un dedo amputado. Quizá sea una leyenda urbana pero se dice que de Talleyrand, el ministro de Napoleón Bonaparte, sostenía que él creería en los milagros de Lourdes no cuando un ciego recuperase la vista sino en el momento en que a un manco le saliese una nueva mano.

Wei Wang, investigador del Stower Institute for Medical Research (Kansas City, Estados Unidos), y los colaboradores del equipo dirigido por el venezolano Alejandro Sánchez Alvarado han publicado en la revista Science un estudio acerca de los mecanismos genéticos que permiten la regeneración de tejidos. La reparación de lesiones supone un mecanismo distinto al de la regeneración de miembros amputados y los autores han rastreado la filogénesis de esa capacidad diversa mediante la comparación entre peces teleóstelos muy separados entre sí en términos evolutivos, el pez cebra (Danio rerio) asiático y el turquesa africano (Nothobranchius furzeri) con cerca de 230 millones de años de evolución independiente. 

Wang y colaboradores detectaron así diferencias muy grandes en las respuestas genómicas a la amputación en los peces cebra y turquesa, pero compartiendo al mismo tiempo un programa común, evolutivamente conservado, a la hora de regenerar tejidos que se implementa principalmente por medio de células de blastema específicas para ese fin. Las conclusiones alcanzadas ponen de manifiesto la manera como la capacidad para regenerar la aleta caudal en los peces utilizados para la comparación depende de determinadas expresiones genéticas que, al silenciarse, llevan a la pérdida de los mecanismos reparadores.

De tal suerte, los autores proponen un modelo evolutivo respecto de los mecanismos potenciadores sensibles a la regeneración (Regeneration-Responsive Enhancers). El punto de partida en términos filogenéticos sería el de unos programas compartidos, capaces de responder tanto ante lesiones de tejidos como en la regeneración de miembros enteros. Esa función común se habría separado durante la evolución, con ciertos linajes filogenéticos que perdieron la respuesta de la regeneración pese a retener la actividad de reparación de las lesiones.

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