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Entrevista

Juan Herreros: "Las administraciones tienen que establecer las normas para evitar la gentrificación"

Con su proyecto '79 Habitatges amb Protecció al Saló Central de Sant Boi de Llobregat (Barcelona)' fue el ganador en la categoría de Arquitectura en los premios FAD 2020

El arquitecto Juan Herreros posa para DIARIO de MALLORCA en la terraza de su casa de la Colònia de Sant Pere. guillem bosch

P La pandemia de la Covid-19 ha cambiado, en parte, nuestra manera de relacionarnos y vivir. Teletrabajo, más tiempo en casa€ ¿Cuáles son los nuevos retos de la arquitectura?

R La pandemia y sus consecuencias se están viviendo de una forma un tanto rupturista en relación con la arquitectura, como si la experiencia acumulada fuera inservible. Mi posición es que tenemos bastante aprendido, también de las cosas que la arquitectura ha propuesto y no han sido consideradas. A mí me interesa más la idea de evolución que la de ruptura.

P Usted siempre dice que prefiere corregir en vez de demoler y empezar de cero.

R Tenemos nuestras ciudades, edificios, viviendas y es muchísimo más importante, útil, sostenible y beneficioso trabajar sobre lo que tenemos que dejarlo atrás y plantearse una serie de novedades condenando a la obsolescencia los lugares en los que ahora viven miles y miles de personas. Soy más partidario de corregir, cuidar y transformar lo que existe, sí.

P ¿Qué dicen de la sociedad española sus ciudades?

R El modelo de la ciudad densa del sur de Europa es muy valioso, permite vivir juntos, no extrema las posiciones individualistas, reclama una cierta capacidad de convivencia y no consume territorio, porque no se extienden excesivamente en la naturaleza.

P En los edificios vive mucha gente, pero ¿considera que somos una sociedad colectiva?

R Está la escala de la vivienda y la escala del edificio colectivo. Es el gran tema del futuro inmediato. La idea de comunidad no se ha desarrollado obteniendo el poder y el valor que eso tiene. Llevamos tiempo compartiendo edificios sin obtener más beneficios que repartir unos gastos de mantenimiento. No hay una terraza verde, una huerta, un espacio para que los más pequeños puedan hacer deberes€ Este modelo de edificios ahora será demandado.

P ¿Y cómo cambiarán las viviendas?

R Tenemos un reto: la simultaneidad de los horarios puede perturbar la idea de la intimidad, y hay que transformar nuestras viviendas para que puedan ser íntimas y colectivas a la vez, que tengan una buena relación con el aire exterior, terrazas, luz natural€ No creo que sea difícil, pero se necesitan normativas nuevas y voluntades del mercado inmobiliario para adaptarse a esta nueva modalidad. El camino más lógico que hay para transformar lo existente son los incentivos. Alguien tiene que realizar un trabajo que cuesta un dinero y las comunidades o propietarios tienen que tener medios para afrontarlo. La generación de algún tipo de plusvalía podría cubrirlo. Hace falta voluntad y acuerdos entre los agentes intervinientes.

P El Govern balear aprobó un decreto ley de medidas extraordinarias contra la crisis del coronavirus que permite la ampliación de un 15 por ciento de la superficie de los hoteles, dando alas a la construcción. ¿Es la mejor manera de salir de la crisis?

R Volvemos a la cuestión de la corrección de lo existente. Quizás este 15 por ciento es la plusvalía necesaria para producir una regeneración completa de un edificio. Los edificios se entienden, cada vez más, como piezas que participan de una lectura holística de la ciudad, no son entidades independientes y aisladas, o no deberían serlo. La cuestión es a cambio de qué le damos los incentivos a alguien.

P ¿Tiene sentido modificar barrios populares si después aumenta su valor y la gente corriente no puede pagarlo, siendo así "expulsada" del lugar?

R La arquitectura tiene propuestas y soluciones para mejorar y transformar los barrios existentes, pero son las administraciones las que tienen que establecer las normas que evitan la gentrificación. Finlandia, Francia, Holanda...son muchos los países en los que la vivienda pública está mezclada con la vivienda de mercado. Nosotros hemos hecho proyectos en Francia en los que en el mismo edificio vive gente con diferentes niveles de poder adquisitivo. Esta convivencia es crucial para asegurar que los más pequeños, por ejemplo, no vivan siempre en un círculo de un único estrato económico. No es difícil, pero los niveles de intervencionismo son complicados. Aquí [en España] falta una política de integración de la vivienda social en la ciudad de todos. Las viviendas sociales que se construyen en España son de muy buena calidad, pero se localizan en zonas más secundarias, en donde la comunicación no es tan buena.

P Precisamente su proyecto '79 Habitatges amb Protecció al Saló Central de Sant Boi de Llobregat (Barcelona)' fue el ganador en la categoría de arquitectura en los últimos premios FAD. El jurado valoró los espacios exteriores, la comunicación a través de pasarelas y escaleras, la luz y también la posibilidad de interactuar con los vecinos. Parece que estuvieran pensados para lo que viene. ¿Es una obligación de la arquitectura mirar al futuro?

R Hay dos partes. Por un lado, están los asuntos que se tienen que resolver, que pertenecen al día a día y que exigen que el arquitecto entienda las condiciones específicas de ese encargo, eso forma parte del oficio. Pero también tiene que utilizar proyectos como un mecanismo de pensamiento, la arquitectura se desarrolla construyendo, no escribiendo. Cada vez que se construye se da un pequeño paso.

P 250 mil personas se han quedado sin casa en Beirut por la explosión del pasado 4 de agosto. ¿Cómo se afronta una reconstrucción de esta magnitud?

R Son circunstancias trágicas que pueden convertirse en grandes oportunidades, o convertirse en objeto de una gran comercialización de los espacios, como pasó en el barrio de Chiado, de Lisboa, cuando se incendió. Lo más importante es tener un modelo de ciudad, saber qué ciudad queremos tener, perseguirla de manera decisiva, y dejar de moverse por esos terrenos erráticos de operaciones sueltas.

P ¿Le parece que Palma tiene claro qué ciudad quiere ser?

R A nivel arquitectónico, Palma tiene un tamaño manejable, una especialización en zonas muy rica, con distintas geometrías y patrones urbanos, un centro muy grande de calidad arquitectónica y urbana€ Los que vivís aquí la veis muy problemática, pero no es una ciudad problemática. Es una ciudad por la que se pueden hacer muchas cosas.

P La arquitectura tiene una parte funcional, técnica. ¿Dónde queda la parte artística?

R La arquitectura es una actividad técnica pero también es creativa, tiene contenido crítico. Puede poner en duda cosas que hemos repetido insistentemente pero que ya no funcionan, no obstante, las inercias provocan que las viviendas cambien muy lentamente y e impiden los cambios drásticos. Quizá el momento que vivimos exige cambios más radicales. Hay muchos arquitectos deseosos de hacer las cosas bien, que quieren contribuir en la construcción de un mundo mejor. Pero también necesitan la ayuda de unos clientes comprensivos, administraciones colaboradoras y una confianza y un apoyo para hacer lo que pueden hacer. A la arquitectura se la culpa de muchas cosas, pero nosotros no podemos controlar los usos a los que se dedican los edificios, por ejemplo.

P En su estudio siempre cuenta con gente joven, y los arquitectos menos experimentados han tenido muchos problemas para encontrar trabajo.

R El estudio es un lugar de aprendizaje, entrenamiento. Supongo que mi trayectoria académica como profesor me empujó a contar con los jóvenes. Pero también es porque ha habido momentos en los que me ha parecido excesivamente dramática la situación de los arquitectos jóvenes, y no solo durante la crisis de 2008. La arquitectura es una actividad muy jerarquizada y es muy difícil obtener confianza con tus clientes cuando eres joven. Y hay una tendencia incongruente a confiar en estudios extranjeros para grandes proyectos, algo que pasa en todo el mundo pero no en la proporción que pasa en España.

P Para acabar, ¿cuál es el destino de las ciudades?

R En la transformación de la ciudad hacen falta verdaderas voluntades políticas y colaboración entre los arquitectos. Sabemos que el 70% del espacio público de la ciudad no ocupado por los edificios, está ocupado por los coches. De ese 70 por ciento, una tercera parte son coches aparcados. La simple idea de reducir los coches ya habla de una conquista para los ciudadanos. En el modelo actual nos iba bien porque existían los parques, los pulmones verdes. Pero nos hemos dado cuenta de que quizás no se trata de hacer más parques, sino de que la ciudad sea, en su totalidad, más parque. Esa es la gran conquista.

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