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Atapuerca

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El hallazgo en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca (Burgos) de dos piedras talladas cuya edad se estima entre 500.000 y 600.000 años añade interés al que es, con Sterkfontein en Sudáfrica, uno de los registros paleontológicos y arqueológicos más importantes por lo que hace al linaje humano. Con restos que alcanzan 1,2 millones de años —1,4 si contamos las tallas— procedentes de la cercana Sima del Elefante, y los 850.000 años del Homo antecessor de la Gran Dolina, existía después un salto de tiempo considerable hasta llegar a los cerca de 400.000 años de los homininos de la Sima de los Huesos. Sin embargo, ese vacío no tiene nada de misterioso, que es como lo han calificado en la prensa no especializada. En primer lugar, la hipótesis más probable es la de una ocupación intermitente de los distintos yacimientos de Atapuerca, con oleadas sucesivas de nuevos homíninos que cabe esperar que fueran incluso de distintas especies. Por otra parte, las piedras ahora halladas hacen que la secuencia que conocemos sea de 1,4-1,2-0,6-0,4 millones de años. Unas fechas muy separadas entre sí, que no prueban en absoluto la presencia continua de poblaciones humanas.

Pese a la importancia de esas tallas ahora descubiertas, también cabe dudar de la afirmación hecha por María Martinón-Torres, la directora del Museo de la Evolución Humana de Burgos, en el sentido de que gracias a este hallazgo "Atapuerca es el único yacimiento que puede contar la historia entera de la evolución humana en Europa con todas sus especies humanas". Resulta imposible casi por definición saber quiénes fueron los autores de las herramientas que se van hallando, con la única pista que proporcionan los huesos asociados. Pero aparte de las piedras de ahora no se han encontrado restos fósiles de ningún tipo junto a ellas, cosa que convierte en especulativo por completo el sostener cuál es la especie que las talló.

Por añadidura, las especies de nuestro linaje son, incluso en las propuestas más conservadoras, muchísimas y desde luego que algunas de ellas, como el Homo habilis, no se encuentran en Atapuerca por la razón bien sencilla de que nunca salieron de África. Pero incluso remitiéndonos al Pleistoceno Medio, el taxón Homo antecessor que propusieron los directores de los proyectos de investigación de Atapuerca —y ha sido criticado de forma amplia en el mundo de la paleoantropología— impide, si se acepta, considerar la presencia allí de la especie más abundante de la época, Homo erectus, ya sea en su versión africana o asiática.

Nada de eso disminuye ni un ápice la importancia de Atapuerca. Pero por esa misma razón, la de la magnitud, extensión temporal y hallazgos de los distintos yacimientos del entorno, es necesario valorar de forma rigurosa cada interpretación que quiera hacerse. Con sus tesoros, Atapuerca se basta sin necesidad de otros adornos.

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