Vicenç Borràs (Palma, 1958) es un maestro en el manejo del saxofón, un instrumento al que llegó tocando con Manolo Bolao en el añorado Centro de la Guitarra y escuchando a Manolo Cuesta, a quien acompañó como flautista. Eran los años 70, y el barrio del Puig de Sant Pere, por el que andaba, estaba "lleno de baretos y cafés concierto, rodeado siempre de americanos. Palma era una ciudad en plena ebullición, todo por explorar. ¿Qué nos queda ahora?", se pregunta este músico que, tras ocho años en Francia, ha regresado a su isla.

Viajando en el tiempo, Borràs recala en su infancia a la hora de encontrar sus primeros recuerdos: los de su madre cantando, el acordeón de su tío Mateo, "sus discos de Machín, la radio de mi hermano Martín y, después, Mozart y Duke Ellington", apunta. Siempre interesado por las propuestas de Coleman Hopkins, John Coltrane o Stan Getz, decidió abrazar el saxofón, para no soltarlo ya, tras una estancia de un año en Madrid. "El saxofón me hace sentir bien, es noble, cómodo, y su sonido es una mezcla de voz humana e instrumento de cuerda", afirma.

Su "disco guía", aquel al que siempre vuelve, fue Boat Trip Life, de Phil Woods, "el más grande maestro", un álbum que "durante años lo escuchaba en el Bruxeries, el bar de mi barrio". Su "primer laboratorio creativo" lo encontró en el grupo Brossat, con Toni Miranda, con el que apostó por la música mediterránea y el jazz. Desde entonces, su saxo no ha dejado de sonar, en los escenarios y en infinidad de discos, entre ellos el Joana Lluna de Bibiloni o la maqueta de 1981 de Forats Negres, cuya portada se basó en una serigrafía de Barceló. Y el músico al que nunca le ha perdido la vista ha sido Jorge Pardo, de quien admira "sus conocimientos y templanza. Su labor artística es admirable por el respeto y amor a nuestra cultura y su campo creativo a todos los niveles", defiende.

Su actual proyecto es Taho, grupo nacido en Nantes en el que milita junto al teclista Rémy Hubert, el bajista Alexis Oger y el batería Gabor Turi. Una banda que ha grabado con Laurent Thibault, quien a lo largo de su carrera ha dejado su impronta, como productor y técnico de sonido, en álbumes de Bowie e Iggy Pop. A Taho se le pudo escuchar en el Festival de Jazz de Palma y el grupo espera repetir junto a Thibault en un próximo disco.

Profesor en Es Gremi, reconoce que la profesión de músico "está herida de muerte, estamos en la UCI, necesitamos reanimación... locales, leyes, ayudas, reconocimiento, entidades públicas, en definitiva, estatutos a todos los niveles para los profesionales del escenario. Cuando trabajamos generamos ganancias y creamos arte, ¿y qué recibimos a cambio?", espeta. Su experiencia en Francia le hace reflexionar sobre el trato que recibe la cultura en España: "En 2016, el peso económico de la cultura en Francia fue de 44,5 mil millones de euros. Miremos el español y comparemos cómo repercute de una forma práctica sobre los músicos y personal del espectáculo en vivo. En Francia, los artistas y los técnicos tienen un estatuto particular llamado intermitente del espectáculo, que les permite vivir de su trabajo así como de sus estudios. Tienen una ayuda regular de su propia oficina de empleo, y todo el espectáculo en vivo está muy subvencionado, lo que permite generar muchas ganancias para el estado". En resumen, en España "podríamos aprender solidaridad, respeto y conciencia de colectivo" de nuestros vecinos del norte. "Quiero que nos respetemos y valoremos en nuestro trabajo", concluye.