­En 1931, en su primera fase -que cubrió desde 1926 hasta el alzamiento franquista- el Rotary Club de Mallorca tomó la decisión de comprar la casa sita en calle Barracar Alt, 12 (antes 6) de Petra, que había pertenecido a los esposos Antoni Serra Abram y Margalida Ferrer Fornés, padres del joven Miquel Serra Ferrer, que al entrar en vida religiosa cambió su nombre por el de Junípero. Era, pues, la casa solariega de la familia de Fray Junípero Serra en la que había vivido desde los 6 años hasta los 14, cuando el joven marchó hacia Palma para iniciar su formación como fraile franciscano.

Aquel Club Rotario la compró con el doble objetivo de impedir su deterioro y, una vez renovada, ofrecerla al Ayuntamiento de San Francisco de California; y ello con el noble fin de reforzar los vínculos de hermandad entre los descendientes de quienes habían visto nacer a Fray Junípero y los descendientes de quienes lo habían visto morir, tras dejar en aquellas tierras americanas un destacadísimo testimonio de su espíritu civilizador. La donación tuvo lugar en 12 de marzo de 1932.

Medio siglo más tarde, hacia 1980, el Ayuntamiento de San Francisco tuvo la necesidad de deshacerse de la propiedad de la "Serra House", como así es conocida, a efectos de cumplimentar la nueva ley de los Estados Unidos que prohibía que sus corporaciones de derecho público fueran propietarias de bienes raices en el extranjero. Entendieron que, en justicia, correspondía devolverla al Rotary Club de Mallorca, de quien la habían recibido. Para entonces España había entrado ya en democracia, y ello había permitido que el Club Rotario de Mallorca volviera a existir, superada ya la fase en la que las asociaciones estaban prohibidas. Los rotarios mallorquines decidieron aceptar la devolución si bien optaron por constituir la Fundación Casa Serra formada por las fuerzas juniperianas de la isla, para, bajo la presidencia del propio Club Rotario de Mallorca (cuyo Presidente es el Presidente nato de la Fundación) recibir la propiedad de la casa solariega de Fray Junípero.

La entrega de la propiedad de la casa tuvo lugar el 25 de abril de 1982. En un acto solemne, en aquella sencillísima casa se encontraron un ministro del Gobierno y las primeras autoridades civiles y militares de la isla, además del Alcalde de Petra. Por parte americana, el Embajador de los Estados Unidos en España hizo la entrega en representación del Ayuntamiento de San Francisco al Presidente de la Fundación Casa Serra y del Rotary Club de Mallorca.

Del quehacer de la Fundación Casa Serra merece destacar las visitas a Mallorca que desde 2014 han realizado anualmente ocho jóvenes de México y de la California estadounidense, para seguir aquí durante dos semanas un curso sobre el pensamiento del Padre Serra; labor de compleja organización en la que es justo destacar la colaboración activa de los otros nueve Clubs Rotarios existentes en Mallorca.

Todo ello explica suficientemente que como rotarios muy especialmente vinculados a Fray Junípero Serra no podamos ni queramos permanecer ajenos a la campaña que contra determinados personajes históricos ha venido realizándose de un tiempo a esta parte en nuestro pais, y que en esta isla se ha dirigido especialmente contra el Padre Serra al que se ha llegado a calificar como opresor de los nativos de la baja California y como racista; lo que, como sabemos, ha dado lugar a la realización de actos de vandalismo contra monumentos levantados en su honor. Pretensión absurda donde las haya y que muestra un desconocimiento radical no sólo del quehacer civilizador del Padre Serra sino de la historia universal en todas sus épocas y latitudes.La ignorancia es atrevida

Enjuiciar conductas humanas de otras épocas a partir de principios morales actuales constituye un error garrafal; no olvidemos que "moral" deriva del latín "mos - moris", es decir, "costumbre"; y nada más cambiante con el paso del tiempo que las costumbres. Y no sólo en el tiempo sino también en el espacio: conductas propias y habituales de una sociedad, como puede ser la poligamia, son consideradas no sólo ilegales y delictivas sino también abominables apenas unos kilómetros más allá.

Más relevante aún es desconocer que la historia universal es una referencia continua a la lucha entre los hombres y sus sistemas políticos y culturales. Lucha que no terminará nunca, y que nunca, tampoco, ofrecerá otro resultado que la imposición del sistema más avanzado sobre el sistema más retrasado. Así ha sido y así será; y debemos de añadir que afortunadamente, ya que de ello ha resultado el progreso que ha tenido el homo sapiens.

¿Deberíamos los que habitamos la península ibérica y sus islas adyacentes abominar de la invasión romana que sin duda causó pesar y muerte a muchos de nuestros antepasados? ¿Deberíamos los mallorquines correr a borrar la denominación de Quinto Cecilio Metelo en la calle de Palma que recuerda al Cónsul romano que conquistó esta isla y la incorporó al imperio que civilizó a la mitad del mundo entonces conocido? ¿Eran los romanos unos racistas, y, por tanto, deberíamos de destrozar o decapitar las estatuas que se encuentran en nuestra Rambla? ¿O más bien deberíamos de felicitarnos por haber sido incorporados al mundo romano, el más avanzado en una larga época de más de mil doscientos años, y haber tenido acceso a su derecho, a su sistema de obras publicas, incluidos caminos y acueductos, a su lenguaje, a su sistema sanitario, a su sistema educativo, y a su sistema de alcantarillado?

Según las reglas inmutables de la evolución humana hacia el progreso, al producirse un "encuentro" entre dos civilizaciones hasta entonces separadas el sistema más avanzado se impondrá ineludiblemente al menos avanzado. Llamarle racismo a este fenómeno es, como mínimo, una falta de objetividad. Cuando Colón llegó a sus costas, en 1492, los habitantes de aquellas Indias llevaban ya cerca de 14.500 años poblando el continente que hoy llamamos América; y sin embargo y por razones que desconocemos su evolución había sido, inferior a la que habían conseguido los pueblos europeos que les visitaron. No conocían la rueda ni practicaban la agricultura; se contentaban con ser pueblos cazadores y recolectores, sin que pudiera apreciarse en ellos ningún progreso relevante a lo largo de los siglos. Es cierto que, excepcionalmente, los mayas habían avanzado en el terreno de la matemática, pero otros, como los aztecas, seguían practicando el asesinato ritual y hasta el canibalismo.

No podía haber otro resultado que la imposición de los europeos, mucho más avanzados individual y colectivamente. El resultado general es positivo porque los pueblos sometidos obtienen la ganancia de recorrer en pocas generaciones lo que al pueblo vencedor le ha costado varios siglos; aunque sea cierto que en muchos casos ello ha conllevado un detestable genocidio.

El Padre Serra fue un hombre excepcional. Su categoría intelectual es poco conocida. Acabados sus años de estudio y formación en Palma se convirtió en uno de los referentes intelectuales de la aquella sociedad tanto por las lecciones que dictaba en la Universidad como por los sermones que daba en la catedral. Inesperadamente, rompió con todo ello para marchar a la América hispana y hacer trabajo de campo primero en Sierra Gorda y después en California. Tan civilizador como apóstol, dedicó su vida a enseñar a los nativos (cuya lengua principal aprendió para facilitar la labor) cuantas tareas y oficios eran desconocidos por aquéllos, enfrentándose siempre que fue necesario con los militares españoles que pretendieran abusar de ellos. Sin perjuicio de lo cual, formaba evidentemente parte del sistema cultural de los conquistadores que, como se ha visto, se imponía al sistema inferior de los nativos, y en este sentido pudo causar dolor a aquéllos que veían cómo sus dioses eran sustituidos por otro y cómo sus costumbres iban a desaparecer sustituidas también por las que introducían los llegados; que, además, imponían un hábito de trabajo y de responsabilidad personal hasta entonces desconocido.

En cualquier caso, el quehacer del Padre Serra presenta un saldo cuyo haber es infinitamente superior al debe. Fue un hombre que dio su vida por los nativos de aquella América que, con el tiempo, tantas muestras de agradecimiento le dió. No en vano fue quien puso las primeras piedras de la que hoy es la más rica y dinámica región del mundo, cuyo Silicon Valley ha devenido el faro más potente que ilumina la humanidad. Calificarlo ahora de racista y con ello propiciar la destrucción o el vandalismo de sus monumentos constituye una atrevida ignorancia y un palmario desconocimiento de las reglas inmutables de la evolución humana hacia el progreso. Sobre todo si dichas acusaciones tienen origen en una sociedad, como la actual, rendida a la corrupción general y que ha hecho de la mentira y el engaño su pasaporte para imponerse a los hombres de buena fe.

Dr. Pablo Pomar Moya-Prats

Presidente 2020-21 del Rotary Club de Mallorca y de la Fundación Casa Serra