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Arte

Joan Bennàssar: "El arte se ha empobrecido porque la gente le ha perdido el respeto"

El pintor considera que los artistas se han olvidado de la ética, y que es necesario volver a sus bases

Joan Bennàssar: "El arte se ha empobrecido porque la gente le ha perdido el respeto"

Joan Bennàssar: "El arte se ha empobrecido porque la gente le ha perdido el respeto"

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Joan Bennàssar: "El arte se ha empobrecido porque la gente le ha perdido el respeto" Clàudia Darder

Hace ya unos días que el Calvari de Pollença ha sido ocupado por unas grandes esculturasel Calvari de Pollença ha sido ocupado por unas grandes esculturas en forma de figura humana. Algunas de ellas están sentadas leyendo, otras pensando, otras bajan la eterna escalera y otras la suben. Son obras del artista pollencí Joan Bennàssar (1950), quien las ha cedido al municipio porque, después del Covid-19, "hay que ser valientes". "El contexto de estas obras no es la pandemia, es un proyecto en el que llevo más tiempo trabajando, pero creí que era el momento de ofrecer algo. Y esto es lo que yo puedo dar", explica.

Els glaons de les fatigues i grandeses del cor. Así se llama esta intervención, que cuenta con más de treinta esculturas. Representan el esfuerzo, el sudor, la constancia, el trabajo; "lo que es la vida".

Esta muestra tiene continuidad, concretamente con la exposición (que se inaugurará el próximo día 11 de julio) del convento de Sant Domingo (también en Pollença). Allí combina escultura y pintura, manifestaciones que en ambos casos tienen las figuras humanas o los rostros como protagonistas. La intención final es representar el ágora, el foro, el lugar de encuentro entre personas, el mercado, la plaza. Un espacio que represente la colectividad, la comunidad, el debate, la discusión y también el acuerdo; en definitiva, la idea principal de la muestra es la convivencia.

Una de las pinturas que podrán verse en la capilla del convento es un autorretrato del artista. "Soy yo y todos mis mundos, lo que pienso, lo que creo". La figura pintada tiene los brazos abiertos, con las palmas de las manos hacia arriba: comunica que esto es lo que hay, que esto es lo que puede ofrecer, y que aquí y así lo brinda. Lo cuenta el propio autor. A estas dos muestras le falta una tercera parte, dedicada a los sentimientos, aunque Bennàssar apunta que podrá verse más adelante.

Todas estas ideas configuran el "jardín mental y comunicativo" actual del artista que, al finalizar la trilogía de libros sobre el Mediterráneo, se planteó cuáles son los mayores problemas del mundo. "El cambio climático, la globalización y la inteligencia artificial son nuestras grandes amenazas. Es necesario volver a crear una bases sólidas para vivir, pero desde la ética, que es lo que hemos abandonado", reflexiona el pollencí. "Estamos hechos de contradicciones y pasiones, por eso los valores clásicos del Mediterráneo nos reconfortan", y menciona la justicia, la libertad, la igualdad o la tolerancia. Las exposiciones, que son la materialización de este espacio mental, giran entorno a tres ideas: vivir, convivir y sentimientos.

"No me gusta lo fácil"

Bennàssar coloca, mueve, toca y recoloca las esculturas y pinturas que convierten su taller en un espacio casi sagrado. El entorno emana movimiento, cambio, trabajo, transformación. Las figuras humanas, los rostros, las musas, las ninfas, los dioses y también el drama de los refugiados en el Mediterráneo están por todas partes, pintados en ocres, terrenales, pero también azules.

"No sé por qué trabajo con un color o con otro. Cuando trabajo, sé dónde quiero llegar, pero dejo que el camino me sorprenda, es mucho más estimulante. Soy muy de sobar la obra, quizás un día intervengo en una pieza que empecé hace años. No me gusta lo fácil. Una obra puede no terminarse nunca", comenta sobre su manera de trabajar, que es su vida: "Yo solo quiero ir trabajando, creando y cuidando mi jardín, sobre todo el mental", dice, mientras cita al filósofo Montaigne: "Que la muerte me encuentre labrando en mi jardín. Que la muerte me encuentre plantando mis coles, pero sin preocuparme por ella, y menos aún por mi jardín imperfecto". Esta sería, actualmente, una de las máximas de Bennàssar. Y asegura que si su interés fuera vender obras, no haría lo que está haciendo: "Mi obra sería muy diferente". Para él es importante, en el arte, que la obra incluya un cierto carácter social. No desde la ideología, sino desde la ética. "El arte ha perdido el sentido. "

Arte: ética y coherencia

"Yo soy pintor, principalmente, porque tengo esta habilidad en las manos. Pero para expresar algo tenemos que ser capaces de llenar los espacios de contenido", comenta el artista. A su parecer, las imágenes han ganado la partida del arte en el siglo XX, y las manifestaciones artísticas juegan demasiado con el primer impacto de la obra [lo físico, el resultado material] dejando en un segundo plano la profundidad, el mensaje, la crítica, lo social. La ética. "Una obra se engrandece según la cantidad de mundo que puedas descubrir en ella. A nivel social, el arte se ha empobrecido porque la gente le ha perdido el respeto".

Bennàssar explica que, cuando todo se considera arte, se pierde el sentido de este mismo. Esto es algo que se ha dado, principalmente, porque en un momento dado los galeristas impusieron un tipo de obra muy concreto: lo que se vendía. Recuperar este sentido y motivación pasa por que los artistas se respeten a sí mismos: "Esta profesión es de riesgo, pero también de ética. Evidentemente que tenemos que comer, pero también ser orgullosos y coherentes. El arte es una necesidad para el creador, y respetarte a ti como artista implica que la sociedad lo respete. Hay transitar los márgenes, probar, cambiar, aunque se noten demasiado las contradicciones de uno mismo, aunque nos equivoquemos muchas veces. Hay que ofrecer contenido, ética, coherencia y contribuir a la sociedad", no solo con imágenes, sino también con discursos.

Bennàssar no habla más flojo cuando plantea que las vanguardias ya hace tiempo que son Academia, que ya son viejas. "Nos han enseñado a mirar, pero ya no son modernas ni radicales". La radicalidad, propone, es volver a lo clásico. "No lo recuerdo bien, pero un día un amigo me contó un chiste sobre lo que era clásico cuando yo se lo pregunté. Al final, el chiste lo que viene a decir es que lo clásico es algo que no se puede mejorar". Esa es su intención y por eso revisa sus obras, tengan los años que tengan. Para que el acabado sea el mejor. Y ahí yace la radicalidad del pollencí.

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