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Entrevista

Imma Prieto: "Pienso en el museo cercano a las economías domésticas y no a las bolsas internacionales"

"Hoy no creo que sea el museo quien cuida mal de los artistas, por lo menos en el presente; el museo forma parte de un sistema que no cuida"

La directora de Es Baluard Museu Imma Prieto posa en las instalaciones artísticas. b. ramon

P Se habla en los medios de los efectos que puede tener la pandemia

R Considero que los fundamentos éticos y políticos de todo museo, o así debería ser, están implícitos en cualquier acción que se genera. Ésta se puede materializar a través de una exposición, una conferencia, un taller con una escuela de Primaria o con los contratos que se establecen con terceros. Las estructuras de las que hablas se construyen sobre una política que es ética en sus fundamentos. Es un error pensar la política como algo ajeno, ya que no solo toda manifestación artística lo es, sin lugar a duda, sino que todo sujeto es político. Recordar nuestro ser político es indispensable para trazar la transformación social que nuestra contemporaneidad requiere y es ahí hacia donde deben dirigirse los museos. La palabra política, a veces denostada -y esto también es un error-, apela a nuestro ser social, a cómo nos organizamos y funcionamos en sociedad. Política viene de polis, que significa ciudad. Afirmar que todo ser es político es retomar algo que nos constituye como sujetos críticos y autónomos. El museo es sí o sí un organismo político desde el que se generan modos de hacer y pensar la realidad. En Es Baluard Museu estamos llevando a cabo un gran trabajo en esta línea, conscientes de que todo lo que se genera forma parte de nuestra identidad, como te decía, desde una exposición hasta el modo mediante el que nos relacionamos con la artista o la conferenciante. También apelas a la economía y a las estructuras. Como te decía, la estructura es el esqueleto y conforma la arquitectura institucional. Hablar hoy de economía es complejo, una cosa son las bolsas internacionales (de las que no consigo entender muchas cosas) y otra las economías domésticas, pienso el museo cercano a estas segundas. La economía es una parte esencial que permite asentar esa estructura que se construye políticamente sobre una raíz ética. El poeta español José María Valverde rememoraba que no hay estética sin ética ( nulla aesthetica sine ethica) y para Wittgenstein, por ejemplo, ética y estética son lo mismo. Necesitamos reflexionar en torno a la economía y es interesante volver de nuevo a los griegos, economía viene de oikos, que significa hogar. La capacidad de organizar la casa, tu espacio, en este caso el museo. Asumir nuestra economía reflexionando en cómo se distribuyen los recursos y en cómo generamos relaciones contractuales que respeten los derechos de todas las partes integrantes. Por ejemplo, Martha Rosler, que ahora tenemos en Es Baluard Museu, apunta a ello, reflexiona en torno a la economía doméstica (a un nivel no solo monetario, también temporal y funcional). Otra cosa es cómo el neoliberalismo ha pervertido las estructuras institucionales y sus valores constituyentes. El capitalismo acentúa la pérdida de derechos esenciales y su avidez ha subvertido hasta tal punto todo lo que compone la sociedad que ha conseguido que olvidemos lo que nos es propio por derecho.

P Si no se modifica el sistema de gobernanza de los museos (patronatos con peso de políticos o empresarios patrocinadores), ¿es posible el cambio? ¿Un cambio real más allá de hacer mesas redondas para hablar de que es necesario un cambio? El problema de los museos es que sólo se mueven en lo conceptual, son dinámicos en este aspecto, pero poco hacen por transformar radicalmente los fundamentos materiales de la institución.

R El problema no está en que los políticos o las empresas formen parte de los patronatos, eso me parece natural, lo cual no quiere decir que no puedan formar parte, también, otros perfiles profesionales del sector artístico. Lo que es importante es que cada uno/a sepa cuál es su función. El patronato es el órgano que genera y facilita los recursos. Las direcciones de museo, junto con sus jefas de departamento, los distribuimos acorde a nuestras líneas programáticas, teniendo como objetivo primero el de ser servicio social y generar saberes. La razón de ser de un patronato es la de aprobar, facilitar la gestión que se genera en el museo. Por supuesto, también ha de velar por su integridad, es decir, que la institución funcione acorde a sus principios recogidos en los estatutos (que, a su vez, se rigen por el código de buenas prácticas y por lo que se promueve desde el ICOM), algo que las direcciones también tenemos en cuenta, por supuesto. Una cosa es pensar los distintos órganos (patronatos, comisiones ejecutivas?) y las personas que los componen (políticos, empresarios/as o profesionales del sector) desde la injerencia. Eso sí se ha de evitar. Corresponde a la dirección decidir las líneas de investigación que se desarrollan en el museo y que éstas, desde sus distintas especificidades, promuevan la capacidad de cualquier individuo para pensar y participar en la construcción de un espacio social común. Es decir, la toma de decisiones corresponde al equipo de profesionales interno (directores/as, jefe/a de exposiciones y programas públicos...) que proyecta y dibuja las líneas de acción de la institución. A tu pregunta, sí, todo se puede transformar, el mundo lo hace, la sociedad, nosotros mismos cambiamos a lo largo de los años, sería absurdo que no fuese así.

P Los museos son estructuras que han mostrado dinámicas neoliberales claras y que también están al borde del colapso: hiperactividad, sobreproducción, productividad, visibilidad constante en redes, externalizaciones, personal precario, la tiranía de los ingresos propios y los alquileres de espacios, los patrocinios, el turismo. ¿Por dónde debería empezarse para desmontar todo esto y apostar por un museo que cuide de los demás, de los ciudadanos? Borja-Villel decía el otro día en una entrevista que "el museo tendrá que cuidar como un hospital sin dejar de ser crítico".

R Estas cuestiones responden a lo que te comentaba en relación a la perversión del capitalismo. El museo ha de fortalecer y, en algunos casos, recuperar su vínculo con la ciudadanía. Detenernos a pensar qué vínculo tenemos y qué ofrecemos. Hay que apostar por la experiencia y ésta, a su vez, se nutre de un diálogo entre lo material e inmaterial, el pasado y el futuro. La sociedad ha de saber que el museo es un lugar público que le corresponde. Más que por dónde se empieza, yo pienso que ya hemos empezado. No hay que olvidar que el futuro se construye en el presente. Sabemos que es necesario repensar, rehacer y modificar de un modo radical. Jorge Riechmann apelaba a la necesidad de transformar las condiciones sensibles que determinan en cada sociedad el uso legítimo de la palabra y la distribución de las funciones sociales. El museo es, sin duda, el lugar para ello, por lo menos uno de los lugares. Estoy de acuerdo en que es necesario ralentizar y plantear otros modos de articular la producción sensible. Tenemos que apostar por experiencias reales y participativas, las propuestas expositivas han de saber conectar con el tiempo actual y esto no excluye la mirada al pasado, más bien al contrario. Y sí, comparto las reflexiones de Manolo Borja-Villel.

P Algunas voces apuntan a la necesaria descarbonización de la estructura-museo, es decir, se debe tener en cuenta la huella ecológica de sus programas y estructuras. ¿Qué opina?

R Que es indispensable. Que es una exigencia de primer orden. El planeta nos lo grita desde hace décadas. No solo museos, todos y todas debemos asumir esta responsabilidad. Si no lo hacemos tenemos que asumir que el Antropoceno sí equivale al fin de la historia. A un nivel museístico hay que replantear acciones y recursos: desde apostar por la arquitectura sostenible (a un nivel expositivo), a viajes, materiales, etc. Pero ojo, cuidado también con la obsesión virtual, pues mencionas la descarbonización, y el sistema que engloba las estructuras informáticas tiene una altísima huella: desde los propios dispositivos a la energía necesaria para que todo funcione.

P Todo esto cómo podría abordarse desde los contenidos y desde la relectura de la historia del arte. Lo digo porque el arte mismo ha contribuido a la idea de crecimiento sin límites. Es decir, el arte mismo ha apoyado imaginarios consumistas. Por ejemplo, las grandes bienales, que dieron en los 90 una imagen positiva de la globalización. Sobre todo, por parte de artistas hombres. ¿Qué papel podría tener aquí el ecofeminismo?

R No es cuestión de hombres o mujeres, es una cuestión del propio orden patriarcal. Éste hoy, en algunos casos, es reproducido por hombres y mujeres, aunque las mujeres han sido y son víctimas, igual que lo han sido otras etnias, géneros o especies. El propio concepto ha evolucionado y hoy por hoy sigue habiendo posturas más esencialistas, y otras, sobre todo a partir de finales de los 80, más constructivistas. La cuestión es, y aquí el paralelismo, asumir la correlación que se da entre la explotación y dominación que ha sufrido la mujer, con la opresión a la que Occidente ha sometido a otras regiones del mundo, como bien ha subrayado Vandana Shiva, o siguiendo la reflexión de Yayo Herrero, cómo esa misma explotación y dominación se ha dado también en la naturaleza, entendiéndola como materia prima, es decir, a merced de las necesidades del ser humano. Acercarse a la exposición de Marina Planas es un buen canal para pensar en todo esto. Marina ha desarrollado un buen trabajo de investigación y análisis a través de las imágenes. Es indispensable el pensamiento feminista, hoy no se puede no ser feminista. Asumo que hay muchos feminismos y considero más adecuado hablar de ecofeminismos en plural. Por ello las luchas y los movimientos antirracistas, feministas, medioambientales, de clases (es indispensable poner la lucha de clases encima de la mesa) o LGTBI tienen una raíz común: haber sido explotados y denostados por el orden patriarcal.

P Luego está también el propio sistema artístico, que cuida muy mal de los artistas y sus trabajadores. Obligados a desempeñar varias actividades a la vez, mal remuneradas. Esto no ayuda a ver el museo o una institución cultural como un espacio que cuida, sino al contrario, como un lugar que violenta incluso.

R El sistema artístico es muy amplio y complejo. Desde las distintas asociaciones de profesionales del sector (artistas, comisarios/as, directores/as, educadores/as, críticos/as...) hace años que se batalla para regularizar estas desigualdades e injusticias. Código de buenas prácticas, honorarios dignos, contratación, concursos. Y, aun así, quedan cuestiones a revisar y mejorar. Cierto es que, desde las instituciones, sobre todo en tiempos pasados, se han generado dinámicas irregulares. Y también es cierto que a un nivel jurídico es indispensable reformular la legislación (tanto a nivel laboral como fiscal), por ejemplo, la renta universal me parece una solución, aunque no la única. Hay que entender la idiosincrasia y naturaleza del sector artístico. En un mes puedes trabajar para 4 entidades no por explotación sino porque forma parte de nuestra profesión: escribir un texto para un catálogo, dar una conferencia, un taller o participar en un proyecto de investigación. Todo requiere de muchas horas previas de preparación y por ello ha de estar bien remunerado, aquí está la incongruencia con la realidad. Hoy no creo que sea el museo quien cuida mal de los artistas, por lo menos en el presente; el museo forma parte de un sistema que no cuida. Es indispensable generar nódulos dentro del sistema que empiecen a revertir ese modo de funcionar, eso sí lo empezamos a hacer algunos museos. Comparto el malestar y sé que se han de mejorar las condiciones de todos/as nuestros/as colaboradores/as (internos/as y externos/as). He declarado en varias ocasiones que son las y los artistas la piedra fundacional del sistema del arte. Lo que hacen falta son políticas culturales serias y estables, no cambiantes dependiendo del partido. Las instituciones necesitamos el mismo compromiso por parte de éstas, presupuestos serios y estables. Es una cadena. En el fondo, forma parte de situarse en la voluntad de transformación social, es decir, romper con dinámicas de dominación y explotación en todos los ámbitos. Y, sobre todo, pensar al sector artístico (sujetos, es decir, profesionales, e instituciones, públicas y privadas) en un lugar social entendido como servicio indispensable. Los museos cuidamos el patrimonio y tenemos la obligación de conservarlo y ampliarlo. Un territorio que no nutre a las instituciones encargadas del patrimonio material (obras, archivos) e inmaterial (pensamiento), no tiene memoria ni identidad, esto debería asustarnos.

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