—Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Es una artista?"

—Eso mi madre, Antònia Vilà. Soy ilustradora, creo formas y estoy más cerca de una diseñadora que trabaja en función del producto. Mi discurso no tiene carga conceptual.

—¿Cuántos niños han mirado '¿Qué se esconde...'?

—Que yo sepa se han vendido doscientas mil copias en 17 idiomas. Cada año se hacen reediciones en países nuevos, lleva cinco años circulando y el último ha sido Hungría.

—¿En qué país han tenido un impacto mayor?

—Polonia es el caso más sorprendente y muy bestia. Tienen cultura del libro infantil, lo cuidan y valoran en lugar de considerarlo un arte menor, como aquí. Pero es que ademas veraneamos en ese país de niños durante años, por lo que debió dejarme un rastro gráfico.

—A mí me costaba colocar los filtros coloreados.

—A los niños no, lo he experimentado. Es una ilusión óptica basada en tres colores, una magia analógica que de tres a seis años les flipa por ser un libro en vez de una pantalla.

—No comete usted el error de tratar a los niños como adultos ignorantes.

—La idea es tratar a los niños para que no se conviertan en adultos ignorantes, proporcionarles herramientas para que generen criterios. El mensaje más intenso de los libros es a favor de la observación, de que no se queden con la primera imagen.

—Dibuja con respeto.

—Aprendo a dibujar cada día. Mi último proyecto, sobre el planeta antes de que lo destruyamos, es más naturalista y científico. Siempre parto de cero, no sé si podría volver a hacer mi primer libro.

—¿El éxito la ha cambiado?

—No sé qué es el éxito, el de un ilustrador no tiene nada que ver con el de un escritor. Mi trabajo me ha permitido ser publicada en todo el planeta, que es muy difícil. Y vivir de esto, que es un milagro.

—La competición entre ilustradores es durísima.

—Sobre todo ahora con la ilustración para niños. Hubo un boom de álbumes tras la crisis, ahora sobran propuestas y ofertas. En las librerías se ha duplicado la sección infantil, pero hay una burbuja inmobiliaria y del sector editorial.

—Fue zapatera con Camper o Vialis.

—En Camper aprendí a poner en marcha un proyecto, a elaborar un concepto y la idea general que se plasma en la colección. El calzado es más lento que el mundo de la moda, así que había un décalage de un año y medio hasta que veía los zapatos en la calle.

—¿Se necesita un estado de ánimo especial para diseñar lencería de Women's Secret?

—Se necesita disciplina y nada más. Era una lencería bastante sport. Siempre arranco de una frase inicial, que aporta la idea primordial. No parto de emociones, soy bastante pragmática y racional.

—Proviene de una familia de grandes dibujantes.

—Sí, dibujábamos en lugar de jugar. Mi madre, mi tío Joan Vilà que es una bestia dibujando, y mi abuelo que lo primero que me preguntaba al telefonearme era "¿qué has dibujado hoy?" Todas nuestras profesiones están ligadas al papel y lápiz.

—¿Walt Disney es la persona que más daño ha hecho a la infancia?

—No, ¿por qué? El rollo del patriarcado es una cosa concreta, pero Fantasía es una maravilla, y he disfrutado con El Rey León o Aladdin. El sistema educativo es más agresivo que una película de Walt Disney.

—Todo el mundo quiere nacer en Mallorca, y usted lo llama "accidente vacacional".

—Porque ocurrió en septiembre, cuando mis padres ya vivían en Barcelona. Soy ultramallorquina, me presento siempre así, y además ahora hay un revival de lo mallorquín en Cataluña, una revalorización de la lengua y la idiosincrasia.

—¿Esconde dibujos más tenebrosos en los cajones?

—No, por eso no soy artista. El oscurantismo me cuesta, prefiero la belleza y el hedonismo.

—¿Tiene niños cerca?

—No tengo hijos, pero estoy en contacto con niños para saber cómo funcionan y cuáles son sus intereses. Quieren jugar y aprender a la vez, la curiosidad del niño desaparece en el adulto.

—¿Por qué necesita el ruido a su alrededor?

—Mi procedimiento es ultralento, dos semanas a razón de seis horas diarias para hacer una página. Es un trabajo solitario y no soy new age, es un clisé. Necesito que me entren contenidos mientras dibujo. Música, podcasts, son una feliz compañía.