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Entrevista

Salvador Oliva: "Está claro que no va a haber un movimiento social potente para que se proteja la cultura"

"Leer teatro es un acto de desobediencia a la lógica escrita" - "Los que nos subimos al escenario y los técnicos, muy afectados por la precariedad, tenemos que resituarnos y reconstruir una industria cultural nueva: tenemos que saber decir que no, hay que hacerse respetar"

El actor y dramaturgo Salvador Oliva. guillem bosch

P¿Por qué publica ahora estas tres obras de teatro

R Soy impaciente, mejor hoy que mañana. Solo creo en el "hoy" y en el "ahora". Por eso me he llevado algunas hostias, por precipitarme. También tenía dos editoriales [AdiA y Cultural-ment] interesadas en mi obra. No podía renunciar ni dejar de agradecérselo a la gente que cree en mí.

P ¿Se avienen estas obras con los tiempos que vivimos?

R Soy caperrut y perseverante, así que estas obras lo van a ser, gusten o no, lo van a ser si yo lo decido y llegan a los sitios adecuados. Que los lectores decidan si se avienen o no, yo las pongo a disposición. En ellas hablo de lucha individual y en común, de soledad, de amor, de fascismo, de injusticia, tabúes, cultura, tradición... una amalgama de la vida occidental que nos han hecho aceptar a regañadientes pero sin tener una reacción general. La Marató es la historia de un atleta de élite a punto de desmoronarse. En Els Altres, desde el siglo XXI y con perspectiva, doy vida al médico, científico y alcalde Emili Darder, asesinado por los franquistas en el alzamiento militar golpista. En Que ve el llop! doy vida a dos hermanos que se aman como pareja, cómete eso y digiérelo.

P En general, se publica poco teatro. Y en las islas, menos.

R En general, se lee poco, nos culturalizamos poco, indagamos poco, contrarrestamos poco y nos interesamos poco. A partir de ahí, estamos hablando de teatro y en catalán, pues ve restando y sale lo que sale. Pero aún estamos de pie, picando piedra, con amor, pero picando piedra. Leer teatro es un acto de desobediencia a la lógica escrita, y a veces, plasmado, es lo más lógico. Si te ha hecho vibrar o si te ha golpeado en el estómago, regálalo (el libro) o déjaselo, o róbalo si no puedes pagarlo. Hay que seguir, perseverar, vamos caminando por la calle mirando el móvil, no podemos exigirles que lean teatro, habrá que seducirlos, y, si no, no pasa nada, otra batalla perdida, ya ganaremos otras.

P ¿Cómo afronta el regreso a los escenarios? ¿Volveremos a los monólogos de un solo actor, se potenciarán otros formatos tras la pandemia?

R Ya tengo suficiente con leer y escuchar constantemente en ferias, concursos o programaciones el término "nuevos lenguajes del teatro" como si tuviésemos que inventar o descubrir a cada instante un lenguaje teatral nuevo, y cuando ves el espectáculo, el resultado es una obra de teatro clásica con dos proyecciones de vídeo y un poco de música discotequera. Ya nos dirán cómo tiene que ser el nuevo teatro y nosotros lucharemos para que no sea así. Para darle la vuelta, menearlo, y hacer lo de siempre: contar historias con público. Por supuesto que tengo ganas de trabajar, ensayar, divagar y equivocarme en el proceso, pero antes quiero ir a visitar a mi madre y darle un beso y un abrazo como si abrazase a una madre. Quiero pasear con mis hijos y no preocuparme por la distancia de seguridad y quiero beberme una cerveza en un bar sin creer que estoy en el saloon del Far West. Resumiendo, no sé que va a pasar, pero sé que no habrá un movimiento social potente para que se proteja la cultura, el teatro en este caso. Estamos hablando de un estado en el que hay partidos políticos fascistas, hay presos políticos, hay artistas presos y exiliados [Valtònyc, una forta abraçada], y se reprimen las votaciones con violencia de las fuerzas de seguridad del estado, donde todos saben más que las docentes y las sanitarias. En este estado nos movemos, habrá que cambiarlo, empecemos con la cultura. Como decía Francesc de Borja Moll, estamos perdiendo la lucha pero no nos sentimos vencidos.

P En estos tiempos de pandemia, ¿ha reflexionado sobre su propia profesión y el sistema cultural en el que hemos estado inmersos?

R Una vez más he redescubierto nuestra precariedad, de todo el sector, de los técnicos y de los que subimos al escenario. Los músicos, que son muchos, saldrán a la calle a ganar algo porque la situación es dramática. Trabajar en negro y en precario tiene un precio muy alto para nuestro sector. Es una decisión de todos cambiarlo, no podemos dar más concesiones, aunque claro, primero tendremos que traer algo de comida a casa. Tenemos que resituarnos y reconstruir una industria nueva, tenemos esa opción. Eso sí, habrá que luchar. Hay que mojarse y saber decir que no. Hay que hacerse respetar, hay que dignificar nuestro trabajo, es decir a nosotros mismos. Ya no valen medias tintas.

P Ha firmado el manifiesto Per una Renda Bàsica Universal. ¿Usted cree que también sería la mejor política cultural posible?

R Ayudar a trabajadoras y trabajadores del sector que no llegan a facturar 6.000 euros anuales no sé si es la mejor política cultural posible, pero sí que les ayudaría a sobrevivir, que es lo más importante.

P Usted también desarrolla una labor solidaria con la Sonrisa Médica. ¿Por qué decidió implicarse?

R Era un reto personal, no se me podían caer los anillos porque nunca los he tenido. Al principio tenía la sensación de empezar de cero, de bajar a los infiernos, hasta que los vi trabajar y me di cuenta de que esta gente tenía un oficio maravilloso, complicadísimo y trabajaban como artesanos, con una dedicación, amor, pulcritud y libertad. Y la respuesta de las profesionales sanitarias, pacientes pediátricos y adultos, familiares y demás, era de admiración y gratitud. Un actor no puede pedir más.

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