El arte avanza aupado en el escándalo. Si Marcel Duchamp no hubiera ideado La fuente -un urinario convertido en obra artística por la mera elección por parte del artista-, el conceptualismo sería una corriente nonata. Polémica, descaro, provocación son inherentes al progreso de las artes plásticas. Por eso en cada edición de Arco hay un Franco en una nevera, un Felipe IV destinado a la hoguera o un montaje con los presos políticos o los políticos presos catalanes. Por lo mismo que en la exposición de bellas artes de Madrid de 1898 se relegó a un rincón la escultura Desolació de Llorenç Rosselló, un desnudo que ahora pueden ver todos quienes deambulan por el Ayuntamiento de Palma.

Sin embargo, los escándalos artísticos de las últimas décadas en Palma se relacionan más con la gestión, los errores o los criterios de las administraciones públicas que con los procesos creativos. Desde exposiciones de cuadros falsos hasta la exhibición de figuritas industriales de porcelana, pasando por compras escandalosas, jalonan los últimos treinta años de la cultura mallorquina.

La colección Moré

Paco Moré es un pintor ilicitano al que el Ayuntamiento de Palma alquiló su impresionante colección privada. Se mostró en el Casal Solleric a partir de diciembre de 1990. Por primera vez se veía en Palma obra de Vincent Van Gogh o George Bracque. No eran los únicos grandes del arte contemporáneo llegados a Palma. También estaban Picasso, Chagall, Kokoschka, Mir, De Kooning, Miró, Zurbarán...

Moré explicaba cómo había reunido tan imponente colección. Su primera inversión en arte llegó a los doce años, cuando compró un dibujo de Benjamin Palencia en un rastro valenciano. Algunos de los cuadros, decía, le llegaron por intercambio con pintores que luego se hicieron famosos, en Amsterdam conoció a un sobrino de Van Gogh, Kokoschka pintó a su esposa como regalo de bodas...

Espectacular. Si no fuera porque casi todo era falso. Una visita al Solleric del galerista Joan Oliver 'Maneu' y del restaurador de arte José María Pardo bastó para descubrir el pastel. Oliver se expresaba con contundencia "una vergüenza", "un gol que le han metido al ayuntamiento y un insulto al pueblo de Mallorca", "a Tàpies le da un desmayo si se entera de que le atribuyen eso", "los Chagall son burdos"... Y remataba con ironía: "Los Moré sí parecen auténticos".

¿Cómo era posible que nadie se hubiera dado cuenta? Las obras se habían mostrado meses antes en Elche sin que se descubriera el gran fraude. Solo el Van Gogh, de ser auténtico, estaría valorado en 60.000 millones de pesetas de la época (72 millones de euros)

El 3 de enero de 1991 Cort clausuró la muestra y acudió al juez. El concejal de Cultura era Nicolau Llaneras, candidato socialista a la alcaldía en las elecciones que se iban a celebrar en mayo. Perdió.

Tres años después una sentencia judicial obligó a destruir los cuadros falsos. Moré siempre sostuvo que la colección era auténtica y defendió que la había adquirido a bajo precio recorriendo mercadillos de media España. Sobre el caso sobrevoló la sospecha de que Moré era un émulo de baja estofa de Elmyr de Hory, el gran falsificador húngaro que se instaló y murió en Eivissa.Exponer a cambio de callar

El colofón a la segunda historia es un doble archivo judicial. El primero por falta de pruebas. El segundo más o menos por lo mismo. La viuda del pintor Joan Trujillo declaró a este periódico que a su compañero le habían ofrecido una exposición en el Solleric a cambio de su silencio.

¿Qué debía callar Trujillo? El escándalo de las compras de arte por parte del Govern, el Consell y el Ayuntamiento de Palma. Un entramado de sobornos y abusos en las inversiones de arte de las instituciones. Precios que multiplicaban por diez lo que cobraba el creador. Un ejemplo, el pintor Pere Bennássar recibió 150.000 pesetas por unas serigrafías por las que el Consell pagó casi un millón doscientas mil. Otra forma de congraciarse con el poder era regalar obras a los políticos e intermediarios.

El juez José Castro abrió en 1995, hace un cuarto de siglo, un proceso para investigar las compras de arte por parte de las instituciones. Fueron imputados entre otros el conseller Alexandre Forcades y el editor Pere Serra. Maria Antònia Munar se libró por su condición de diputada.

En septiembre de 1997, la causa quedó archivada. Un pacto de silencio o marcha atrás entre los 120 artistas que declararon evitó que la causa progresase. Los denunciantes que se retractaron construyeron una historia alternativa que, según el auto del juez, parecía "orquestada y pactada" con los imputados. El artista se jugaba el pan.

El texto jurídico es un completo tratado sobre las triquiñuelas político-artísticas de la época. Desvela descuadres que hacían sospechar que algunos intermediarios se lucraron con comisiones ilegales. Varios artistas recibieron la sugerencia de que convenía regalar cuadros a la consellera de Cultura de la época, Maria Antònia Munar. Estos sobornos se convirtieron en "regalos" o "tarjetas navideñas" durante los interrogatorios. El juez ironiza con el hecho de que algunas de estas felicitaciones navideñas fueran cuadros de dos metros de largo o esculturas de 2.000 kilos.

Empresas en el Solleric

El Casal Solleric ha sido el epicentro de los escándalos artísticos de la isla. Hace apenas cuatro años que la Associació d'Artistes Visuals montó una arruixada contra la exposición Una autopista detrás del enchufe organizada por Red Eléctrica. La muestra ofrecía un recorrido interactivo sobre el funcionamiento del sistema eléctrico español. El objetivo era sensibilizar a los ciudadanos sobre el uso eficiente de la energía.

Los artistas consideraban que esta muestra no respondía a los fines de difusión del arte contemporáneo del centro de exposiciones de arte contemporáneo. El lema de los manifestantes era El Solleric a dos velas, de Lladró a Red Eléctrica Española. Una alusión directa a otra muestra que levantó una gran polvareda en el mismo espacio: la de 250 piezas de la empresa de cerámicas valenciana.

La exhibición inaugurada a finales de 2000 levantó la indignación de artistas e intelectuales. El escritor Biel Mesquida describía la muestra como un conjunto de "figuretes, figurotes i figurones que no arriben ni a la categoria de kitsch". La muestra se clausuró con otra manifestación de artistas contra la deriva programadora de Cort. Lladró se defendió argumentando que había facilitado "acercamiento entre arte y empresa". Galeristas y artistas replicaron que era "una payasada".

El escándalo y la provocación son inherentes en la creación y en la evolución del arte. Salvo en Mallorca, donde el escándalo nace en los despachos y no en los talleres.