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Entrevista

Victoria Camps: "La izquierda no se atreve a ponerle coto ni al sistema financiero ni a la evasión fiscal"

"El coronavirus está poniendo de manifiesto lo vulnerables que somos, pero también que nuestros gobiernos están gestionando bien esta crisis"

La filósofa Victoria Camps, ayer, en el Hotel Valparaíso. b. ramon

P ¿Cuál es el mayor peligro al que se enfrenta la democracia representativa?

R No creer en la democracia representativa. No nos fiamos de lo que los representantes hacen o son capaces de hacer porque no acaban de abordar los problemas que tenemos. Están en otras cosas, preocupados por sus partidos políticos y otros intereses en lugar de cumplir con la obligación de representarnos.

P ¿De dónde proviene esa desconfianza?

R De muchos lugares y de las crisis que ha habido. Quizá la crisis económica última fue el detonante más importante, una crisis en la que tardó mucho que hubiera una reacción política y una información de que realmente era una crisis grave que había que abordar. Hubo un intento de resolverla en el que parecía que se favorecía más a los que eran los culpables de la crisis que a las víctimas de la misma. A todo eso se le unieron movimientos que surgieron, como el de los indignados, que formularon de una manera muy clara esa idea de "no nos representan". Todo esto ha traído una situación de mucha precariedad, de más desigualdad, de desigualdades más intensas entre unos que se han beneficiado de la crisis y otros que son la gran mayoría y han perdido capacidad adquisitiva. El empleo también se ha visto muy atacado, y no sólo por la crisis, sino también por los cambios tecnológicos. Todo ello lleva a una conciencia de precariedad. Los individuos no pueden abordar esa precariedad ellos solos. Necesitan que un Estado, que se llama además Estado de bienestar y que se creó para dar protección ante esas precariedades, esté al tanto y se haga cargo de todo eso. Y como no se acaba de ver que lo haga de ahí surge la falta de confianza.

P ¿Qué le sucede a la izquierda, la gran garante de esa democracia representativa? ¿Le ha pasado factura su superioridad moral?

R Muchas de las reivindicaciones que eran más propias de la izquierda hoy no son sólo de ella. Y eso es bueno. Por ejemplo, que el feminismo se haya universalizado es positivo. Que la derecha sea feminista, incluso a su manera, está bien. Pero la izquierda lo que tiene que hacer es encontrar cosas nuevas y ver cómo puede hacer frente a los problemas nuevos. Un problema nuevo son las migraciones, otro es el cambio climático o la misma desigualdad entre hombres y mujeres hoy está enfocándose en unas cuestiones como es la violencia machista, la falta de conciliación laboral y familiar y la brecha salarial, que no eran el tema del feminismo hace años. La izquierda debería atender a estos problemas porque el Estado de bienestar todavía no ha llegado a eso. El Estado de bienestar tiene unos recursos económico limitados, ya lo sabemos, pero la globalización se ha notado sobre todo en la liberalización de los sistemas financieros, a los que habría que ponerles un cierto coto. Pero estas cosas la izquierda no se atreve a hacerlas. O los paraísos fiscales, por ejemplo, siguen existiendo. Y hay muchas voces que dicen que si hubiera un control de la evasión fiscal pues habría más dinero para proteger a las personas más vulnerables.

P En el terreno de las ideas, ¿es la banalidad el mayor enemigo?

R Banalizar según qué cosas es un problema. Como estamos en el mundo de la imagen y de las redes sociales, lo que banaliza o quizá frivoliza las causas, causas nobles como el feminismo por ejemplo, es ese contexto de las redes.

P ¿Qué está poniendo de manifiesto el coronavirus?

R Un problema como éste parece que acaba con los demás temas. Es una cuestión perentoria, hay que abordarla ya. Luego, está poniendo de manifiesto lo vulnerables que somos, a pesar de saber más y tener más medios para atacar un virus como éste. También está poniendo de manifiesto una cosa importante: los gobiernos, por lo menos los europeos y el español, están gestionando bien esta crisis. Cuando algo nos afecta tan personalmente, hay un cierto miedo y el miedo en algunos casos es bueno que funcione. El caso del coronavirus es un contraejemplo de aquello que se dice de la política: que no aborda los problemas. En este caso sí lo ha abordado. Y lo está haciendo bien.

P Los profesores de educación artística se sienten ninguneados por la nueva ley Celaá.

R Todos los sectores piensan que no hay suficiente presencia de lo suyo. Aquí falta también pensar en el interés común. Estamos frente a una educación universal y básica. A los docentes, cuando se pelean por estas cosas, les pasa lo mismo que les sucede a los políticos: que su perspectiva es excesivamente sectorial. La perspectiva del bien común cuesta mucho en nuestra democracia. Y se tiende a las perspectivas sectoriales y partidistas. Al final el que presiona más y mejor es el que gana. Pero eso no es pensar en el bien común.

P ¿A qué puede dar respuesta la filosofía?

R Respuestas la filosofía no da ninguna. La filosofía profundiza en las cuestiones y ayuda a plantear las cosas con más rigor conceptual. Cuando acude el filósofo, no porque se le llame, al filósofo le llaman poco, por ejemplo en un ámbito como la bioética, es para hacer ver todas las dimensiones de un determinado tema. El filósofo hacer ver los sacrificios que conlleva tomar una posición u otra. La filosofía puede ayudar a razonar mejor las decisiones que se toman.

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