El plan de rodaje de la segunda temporada de La Caza, uno de los últimos éxitos de ficción de RTVE, va viento en popa. Tramuntana, el pueblo inventado en el que se desarrollará la historia y cuyas calles serán las de Valldemossa, cada vez tiene una forma más definida. De la trama se sabe todo lo que se puede saber: una persona muy querida en el pueblo es asesinada en plenas fiestas ante los ojos de un grupo de adolescentes.

El creador de este laberinto de misterios, en el que cada respuesta genera una nueva pregunta, es el guionista Agustín Martínez, que asegura que la historia de Tramuntana "viene de lejos, de cuando rodaba primera temporada de La Caza. Monteperdido", la adaptación a la televisión de su primera novela, publicada en 2015. Aunque su intención era que Tramuntana también fuera una novela, los tempos han ido en su contra.

"Como novela hubiera sido diferente, pero es cierto que estas dos ficciones televisivas tienen elementos muy literarios por cómo se cuentan las cosas", apunta el escritor y guionista, que ha trabajado en series como Sin tetas no hay paraíso, Crematorio o Víctor Ros. A su parecer, "la literatura te da más libertad, como escritor y como lector, mientras que el audiovisual es más concreto", señala, pero precisa que esto pasaba más hace unos años, antes del auge de las series. Todo depende de RTVE, pero la producción estará lista para verse a mediados del mes de septiembre. Martínez considera que va a enganchar, porque "el thriller es un género que funciona desde hace mucho tiempo". Y destaca dos cualidades: "Es inmersivo, con un misterio el espectador entra mejor en la historia porque es partícipe, se crea un cierto juego. Por otra parte, un thriller enganchan porque es de emociones radicales que provocan atracción y miedo a la vez", considera.

En el diseño del universo de la historia de Tramuntana tuvo mucha importancia la novela Bearn o la sala de les nines, de Llorenç Villalonga: "Tiendo a documentarme a través de literatura. Bearn, aunque no tiene nada que ver con lo que contamos, me pareció un retrato fabuloso de la sociedad mallorquina y me acercó a este mundo", aunque también leyó Un invierno en Mallorca, de Geroge Sand, y libros de antropología. Es por eso que el guionista consideró indispensable dotar de elementos tradicionales el contexto de la narración, como el Cant de la Sibil·la, caparrots o dimonis.