P ¿Que abra una nueva librería es un milagro?

R Soy muy fan de las librerías. Estoy contento de que se estén reabriendo en muchos lugares. Lo que pasa es que son librerías que al amparo de la crisis saben que han de abrir con unos criterios un poco diferentes: siendo más especializadas, a veces más modestas, y sobre todo estando muy centradas en la actividad cultural. Yo sólo tengo agradecimiento por las librerías. Nos acompañan mucho a los escritores. No sólo nos difunden, sino que nos hacen de chófer, de psiquiatra, nos soportan las neuras... Su papel es fundamental y las autoridades deberían hacer un esfuerzo especial con ellas para que pudieran sobrevivir en condiciones normales y para que no sean víctimas ni de la especulación continua de las ciudades ni de la presión del turismo. Yo siempre que voy a una ciudad nueva, lo primero que voy a visitar son las librerías. Son lugares de paz, de diálogo, de discusión, de palabra y no de confrontación.

P Eso no te lo da Amazon.

R Así es. Sé que hay gente que es muy contraria a las ayudas públicas en general, también a las librerías, pero no son conscientes de que si se pierden estos lugares la gente tendrá que invertir mucho más en otros terrenos. Entiendo que el futuro no lo puedes parar, pero me gusta el contacto personal y no una máquina que te propone títulos en base al algoritmo.

P En todas sus novelas, también en la última, El fill de l’italià, siempre hay un viaje. ¿Por qué?

R El viaje no es sólo el movimiento físico, el momento de trasladarte, sino que es un poco todo lo que hay en torno a él: es la preparación, las lecturas previas, es también procesar lo que has hecho, recordarlo, sintetizarlo en la memoria, poner en contacto distintas realidades, es descubrimiento. Creo que hablo del viaje especialmente en el último libro, el que se publicará la semana que viene, Mar d’estiu, un volumen sobre el Mediterráneo. Un mar fantástico, clásico, de contacto, de civilización, de intercambio, de comercio, de cultura, pero que también tiene sus momentos de violencia, de tragedia, de guerras, muertos. He titulado “d’estiu” porque es un mar que disfrutamos normalmente en verano. Es un libro de relatos, con cinco historias relacionadas con cinco islas: Port-Lligat, Estrómboli, Hydra, Chipre e Icaria.

P ¿Cuál es el mayor peligro del Mediterráneo en este momento?

R El drama de las fronteras y no entender que éste debe ser un mar de intercambio, de civilización, de comercio, de solidaridad. También tenemos un problema muy importante con el deterioro medioambiental. Todos vemos día tras día especies que desaparecen.

P La guerra que ahora se está librando a nivel político es la cultural: cuestiones identitarias, de valores y creencias. ¿Cómo vive esa batalla?

R La vivo con preocupación y tristeza. Deberíamos ser capaces de, sin renunciar a nuestras convicciones ideológicas, compartir muchos espacios. Yo no pongo en duda que una persona de derechas pueda tener la misma estimación por su paisaje físico que la que pueda tener una persona de izquierdas. No entiendo que no podamos encontrar espacios razonables donde, aunque haya una diferencia ideológica, no podamos por ejemplo defender el medio ambiente. El cambio climático no puede tener una barrera ideológica. Deberíamos encontrar un común denominador en la defensa del planeta. Y también de la lengua.

P En sus libros también están muy presentes las ideas sociales y políticas del siglo XX. ¿Qué encaje tienen ahora mismo?

R Lo que veo es que muchas de esas ideas han cambiado los nombres y ahora se esconden bajo fórmulas más disimuladas, pero están ahí. No hemos acabado de aprender de las convulsiones que provocó el siglo XX en Europa. Por ejemplo, hay mucha gente que ha pronosticado que un día se negará que se haya producido el Holocausto. Y pienso que desgraciadamente cada día estamos más cerca de ese momento. Hay una desvergüenza generaliza en España, Italia, Francia y otros países con estos temas porque hemos frivolizado y se ha falsificado tanto la historia que ha provocado que mucha gente se apunte a un carro ideológico en el que no debería haber caído. Con todo esto, hemos sido poco vigilantes desde una perspectiva histórica y cultural.

P La falsificación también ha saltado al periodismo con las fake news. ¿Cómo ve la profesión?

R Está pasando su peor crisis, pero la superaremos. Es un momento de cambio. La pluralidad de canales y actores informativos, con artilugios que nos han convertido a todos en periodistas, nos ha llevado a un estado de confusión y de falta de jerarquía preocupante. Por eso, cada vez serán más necesarios los periodistas, quienes a través de su firma y la cabecera avalarán la información.