Del 6 al 8 de marzo, la veterana compañía Teatro del Temple representará en el Teatre del Mar, en Palma, una adaptación del clásico de Calderón de la Barca La vida es sueño. Hablamos con su director artístico, Carlos Martín, quien nos da algunas pinceladas de esta versión.

-¿Dónde pone el acento la adaptación que hacen de La vida es sueño y que llega este fin de semana al Teatre del Mar?

-Nuestro trabajo se caracteriza por una cierta coralidad, energía, emoción en la escena. El hecho de que haya música en directo imprime al verso una dinámica particular. También hay muchos cambios de personajes. Creo que todo eso le da a la pieza un carácter especial, más orgánico. Por otro lado creo que nos hemos mantenido en un equilibrio entre lo clásico y lo contemporáneo, una palabra que a veces es complicada de definir, en el sentido de que por un lado está ese mundo del rey Basilio, telúrico y supersticioso, y ese otro mundo que comienza a surgir de Segismundo y los que se rebelan contra el orden establecido que tiende más hacia una cierta contemporaneidad, rozando casi lo underground. En ese equilibrio entre las dos fuerzas hay otro elemento de originalidad en nuestra propuesta.

-¿Se ha modificado mucho el texto original?

-No. Hemos sido muy fieles al texto, un texto muy rico en trama, lleno de dobles situaciones que transcurren en la pieza, el verbo es fantástico, sonoro, muy atinado en las emociones€ Simplemente hemos recortado algunos párrafos, algunos momentos, más que nada por duración o repetición o insistencia en una misma idea. En síntesis el texto de Calderón está ahí.

-¿Cómo se enfrenta uno a un clásico?

-Como compañía acabamos de cumplir 25 años y como profesionales sumamos entre 30 y 35, depende de cada cual. Los textos van llegando y te van guiando. Fue precedido de Luces de bohemia, obra con la que giramos desde hace años, y forma parte de una trilogía junto con El criticón y el último espectáculo, Don Quijote somos todos, adaptación aplicada a la España vacía, un pueblo de la Mancha de cuyo nombre nadie se acuerda. Los textos te van llegando, a veces clásicos y otras contemporáneos, otra línea que trabaja el Temple. En este caso sentimos que era el momento de acometer La vida es sueño, tal vez por edad. Con los clásicos nos dejamos llevar, nos guiamos por la dramaturgia que el autor ha estructurado, y también lo vemos desde el punto de vista de lo contemporáneo.

-¿La vida es sueño solo se puede abordar desde una cierta madurez?

-Creo que sí. El trabajo más impetuoso de la juventud también produce puestas en escena y trabajos a lo mejor no del todo estructurados pero por el atrevimiento o la energía del momento dan frutos muy interesantes. Una cierta madurez puede servir a ir más acorde con lo que la obra cuenta.

-¿Cómo es la puesta en escena que nos encontraremos en el Teatre del Mar?

-Hemos intentado que la escenografía tuviera una ambivalencia. Por un lado está el mundo del rey Basilio, y las telas ornamentan un poco lo que es una estructura escénica construida por alturas de tarimas. Pero esas telas también son argollas cuando están en el mundo de la cárcel, de Segismundo. El maquillaje tiene bastante de tribal, y el vestuario es especial, muy dinámica y con muchas capuchas. A veces pensamos que hay una cierta cercanía entre La vida es sueño, Matrix y Juego de tronos, por las dobles tramas y la energía con la que está hecha.

-Antes dijo que había música en directo. ¿Cómo es y quién la ejecuta?

-La interpreta el compositor Gonzalo Alonso. Va desde la percusión al sitar pasando por flautas diferentes. En algunos momentos marca el ritmo del conflicto de la escena, el enfrentamiento entre personajes o una cierta delicadeza en momentos más íntimos, siempre coloreado del conflicto general de la obra, que es este juego entre lo onírico y lo real. Otras veces construye ambientes que transportan de una escena a otra. Al tenerlo en escena te permite juegos percusivos, rítmicos€

-¿Sobre qué podrá reflexionar el espectador?

-La vida es sueño es muy completa. El enfrentamiento entre padre e hijo es algo que te deja huella. La obsesión del rey Basilio por encarcelar a su propio hijo en una cueva pensando que ha sido el culpable de matar a su madre y por lo tanto a su esposa. Y creer en los astros. Y cómo de pronto ese mundo del rey Basilio se va con la edad desestructurando y cree que a lo mejor se ha equivocado. Por otro lado el propio Segismundo, con el que entramos en el pulso entre el libre albedrío y el destino, y cómo el ser humano puede rebelarse o no, y hasta qué punto con lo que le viene reflejado por el destino. El drama de Calderón es muy poliédrico. Es un retrato muy contemporáneo del ser humano en estos tiempos, en esta línea tan sutil entre la realidad que pensamos que es y la otra ficcionable que a veces ocupa un lugar y otro, y enmedio la naturaleza, forzando su línea divisoria.