Regresa a Mallorca, la isla que le vio nacer hace 71 años. ¿Qué trajo a sus padres hasta Mallorca?

R Su luna de miel. Mi padre encontró trabajo durante esa estancia y se quedó unos años. Así fue como nací en Palma. Somos nueve hermanos y los tres primeros somos mallorquines.

P ¿De qué trabajaba su padre?

R Era ingeniero textil y se puso a trabajar en una fábrica de rafia.

P ¿Hasta qué edad vivió en Palma?

R Tendría año y medio, o dos, cuando volví para Barcelona.

P ¿Tiene algo de mallorquín, además del DNI?

R La calma, la tranquilidad y la... lentitud.

P ¿Cree en eso que llaman patria?

R No, no sé, bueno sí, la patria es el país, el lugar en el que has nacido.

P ¿Es usted patriota?

R No, yo no soy político.

P ¿Dónde vive actualmente?

R Desde hace 40 años vivo en Tiana (municipio de Barcelona), en una masía del siglo XIV, en plena naturaleza, con un bosquecito de pinos desde el que se ve el mar. ¿Pero tú eres periodista o policía? ¿Ya me tienes fichado?

P Casi. ¿Cómo vendrá a Mallorca, en barco o en avión?

R No lo sé, ya me lo dirá el mánager.

P ¿Viajará con mascarilla, por lo del coronavirus?

R Por supuesto que no. Todo esto del coronavirus lo estoy viviendo como algo muy lejano, como algo que no me afecta y que no creo que acabe afectándonos.

P El deseo de probar el ácido le llevó hasta Formentera, donde convivió con 400 hippies, vivió en una cueva y tuvo a dos de sus hijos (su por entonces pareja, Mercè Pastor), mediante parto natural. ¿La utopía hippy sigue siendo válida?

R Sí, por supuesto.

P ¿Qué descubrió en Formentera?

R Cosas que en la ciudad no te enteras, como que las flores se abren y se cierran todos los días, cuándo sale el sol y cuándo se pone, en fin, me acerqué muchísimo más a la naturaleza que cuando estábamos en Barcelona.

P ¿Cómo llegó al LSD?

R Por voluntad propia. Había un alarmismo totalmente desaforado, todos los periódicos y revistas, de todas partes, hablaban de tonterías, de que la gente se tiraba por las ventanas -se magnificó el salto del batería de Soft Machine, Robert Wyatt, residente en Deià durante años? y no se qué. Se hablaba mucho de la nueva droga, y yo me dije: yo tengo que probarlo, esto. Así que pregunté, me enteré de que se podía conseguir en Formentera y ahí me fui.

P ¿Sigue experimentando con las drogas?

R Bueno, tanto como experimentar? Me drogo regularmente, como todo el mundo, con café, alcohol, té y fumo porros, de hierba normalmente.

P Hay jóvenes que le adoran. ¿Le molesta, le agrada o le da lo mismo?

R Me resulta bastante indiferente, no pierdo el culo por eso.

P ¿Confía en la juventud?

R Sí. Con los jóvenes estoy a la expectativa. Es la primera generación de humanos distintos. Hasta ahora todos hemos vivido siempre en la realidad y con una realidad. Ellos viven con dos realidades: la real y la virtual. Parece una tontería pero marca muchísimo. Al principio, cuando veía a mi hijo pequeño metido todo el día dentro del ordenador, y siempre con los cascos puestos, todo el día, no le podía hablar. No había comunicación. No me parece mal, pero estoy esperando qué tipo de cultura saldrá de esa situación.

P ¿Se lleva bien con las nuevas tecnologías?

R En principio, sí. Yo he grabado discos míos en mi casa solito, con mi ordenador y mis aparatos. Pero últimamente me está empezando a dar pereza. En lo de las redes sociales y todo esto? ahí no quiero entrar. No quiero estar todo el día colgado de lo que te dicen, de lo que te dan o lo que te quitan. A mí me gusta la soledad, soy un forofo de la soledad.

P Muchos jóvenes le han descubierto gracias a su revisión de 'Dioptria', trabajo del que se han cumplido 50 años. ¿Qué significó para usted ese doble álbum, elegido por la revista 'Enderrock' como el más importante de la historia del rock catalán?

R Dioptria fue mi primer disco de larga duración. Había hecho un par de EP's, sin experiencia, y con músicos más o menos escogidos por la discográfica, y en este sentido ese fue mi primer trabajo serio, para el que yo cogí a mis propios músicos y les pedí el tono que quería: un disco rockero, algo que no se había hecho antes aquí. Fue una buena elección porque los músicos elegidos, Toti Soler, Jordi Sabatés y Romà Escalas, resultaron ser unas figuras.

P 50 años después, ¿cree que el mundo sigue ciego, sin ver la realidad?

R El tiempo todo lo relativiza y yo creo que hay muchísima gente que sigue ciega pero también hay un montón que ven las cosas claras. Y otras que las ven al revés. Aún hay gente que cree que la Tierra es plana, y también hay creacionistas, imagínate las tonterías.

P ¿Qué tiene 'Dioptria' para que siga vivo en el mercado?

R El hecho de que Dioptria siga vivo y siga en el mercado, vendiéndose y escuchándose, es porque es un disco excepcional, con un nivel internacional. En aquel momento aquí todo eran cuatro guitarritas y un par de flautas, había poco interés por crear una música potente. Y luego estaban las letras, en plena dictadura, con Franco haciéndonos estudiar la FEN, la Formación del Espíritu Nacional, y diciéndonos que la familia es la célula básica de la sociedad. Lo primero que se me ocurrió fue apuntar contra la familia. Yo era un adolescente y es lo que me tocaba en ese momento: cagarme en mis padres y en la sociedad. Y lo primero siempre es lo que más cerca tienes.

P ¿Cómo reaccionaron sus padres?

R Como vieron que el disco triunfaba y yo también, estuvieron encantados. Había una canción contra mi madre, pero siendo yo mayor le escribí un libro a favor. Aquella canción mi madre la escuchaba y se reía. "El niño, que me está contestando", decía.

P ¿Se topó en alguna ocasión con la censura?

R No, que yo sepa. Eso es como la SGAE, que dicen que envía a gente a controlar a los conciertos, aunque yo nunca he visto a nadie de la SGAE en un concierto. En el caso de Jaume Sisa y yo, porque vamos en paquete, no nos entendía la censura porque nuestro estilo es surrealista, no decimos exactamente lo que queremos decir. Se pensaban que éramos inocentes, inocuos.

P ¿Quién hace música surrealista hoy en día?

R No lo sé, no estoy muy al corriente de lo que se hace hoy en día. El último músico que me puso los pelos de punta fue Albert Pla. Pla nos ha pasado la mano por la cara a Sisa y a mí, es tan bueno como los dos juntos.

P Siempre ha reconocido a Dylan como una de sus influencias, junto a Papasseit y John Dos Passos. ¿Sigue escuchándolo?

R No. Hace muchos años que no me pongo un disco, de quien sea, para escucharlo. Como suena música por todas partes, ya voy servido. A Dylan le escuché sobradamente en su momento. Además, algunas de las últimas cosas suyas, con giros muy raros hacia el cristianismo y tal, ha dejado de interesarme completamente.

P Uno de sus discos, 'Astarot Universherba', que recogía el escandaloso concierto que ofreció en el Canet Rock del 77, fue editado en un CD herméticamente cerrado dentro de una lata de conservas en la cual había, además del texto, la información y algunos artículos sobre el tema, una tirita (por si alguien se cortaba al abrirlo), una aspirina (por si alguien lo escuchaba) y las malas críticas de la época espachurradas y aplastadas por su propio pie. Con el tiempo los críticos se han rendido a sus canciones. ¿Les perdona?

R No, han tardado demasiado tiempo. Siempre ha habido de todo. Críticos que desde el primer día me han ayudado y ensalzado, y algunos que incluso aun me ponen verde, tirando a negro, cada vez que me ven.

P ¿Qué ha sido lo más extraño que le ha sucedido en un escenario?

R Una vez que actuaba yo solo, con mi guitarra, sentado en una silla, a metro y medio de la pared que tenía al fondo, vi que el público respondía con mucha atención. Yo pensaba: qué bien que lo estoy haciendo. En un momento dado, me levanté, y todo el público soltó un "oohhhhh". Aquella reacción me extrañó muchísimo y pregunté qué estaba pasando. Resulta que mientras estuve cantando las primeras canciones las arañas habían tejido una tela desde mi cabeza hasta la pared, y con los focos aquello quedaba muy bonito. Estuve pensando en amaestrar las arañas y llevármelas de gira para hacer el numerito en cada concierto.

P ¿Qué ha preparado para Manacor?

R Actuaré (en Can Lliro) con mi hijo pequeño, que toca la batería, con Anna Tobías, bajista y percusionista, y Noè Escolà, teclista, flautista y saxo. Tocaremos canciones de Dioptria y quizá algunas de Jo, la donya i el gripau (1971), disco que se grabó en Formentera.

P 71 añitos. Muchos de su generación se retiran y deciden bajarse del escenario.

R La música es mi profesión, mi manera de ganarme la vida, de expresarme y relacionarme, y como no tendré jubilación porque nunca he cotizado, pues tendré que morir cantando.

P ¿En qué proyectos anda metido?

R Me gusta mucho escribir y últimamente estoy con un libro sobre la historia del universo.