La cueva de ses Aiguades, en Alcúdia, guarda un tesoro de milenios. Esta cavidad cárstica en un principio estuvo seca, pero hace unos doce mil años se llenó de agua a resultas de la subida del nivel freático. Este agua, que es dulce y rica en cloruro, forma parte del misterio de este lugar donde se han hallado restos de más de 200 ánforas romanas de diferentes épocas [vea aquí las imágenes. "Esta cueva es única en el mundo. A nivel arqueológico, tiene un valor incalculable", dice categórico el arqueólogo Manel Fumàs, codirector del proyecto de Investigación Arqueológica Subacuática en las Cuevas de Mallorca. El experto, que está realizando su tesis doctoral sobre técnicas y metodologías prospectivas en arqueología subacuática en cavidades sumergidas, aplica nuevos métodos de estudio como la fotogrametría para la confección de mapas 3D o la radiolocalización para situar de manera exacta los objetos en el agua.

Ses Aiguades es una cavidad que llega a tener una longitud de 180 metros. Se accede a ella por una galería vertical de seis metros. La columna de agua alcanza una cota máxima de 14 metros. En 1998 el equipo del espeleobuceador Xisco Gràcia realizó una primera excavación durante la cual se extrajeron 189 piezas. "Si se hiciera otra excavación intentando retirar todas las rocas, seguramente encontraríamos mucho más material, mucho más antiguo y conoceríamos quiénes eran los habitantes más antiguos que utilizaban esta cueva", matiza Fumàs.

La importancia de este hallazgo no estriba solamente en el número de piezas acumuladas. Su existencia ha abierto muchos interrogantes. El primero saber cómo los romanos realizaban la extracción del agua. Fumàs se pregunta si accedían "a través de un pozo vertical, metían las ánforas dentro y las subían con un sistema de poleas, porque estamos hablando de un peso de más de 100 kilos", reflexiona. Otro misterio por resolver es el uso que se hacía de este agua. Una respuesta obvia es que el pozo abastecía a los barcos que cubrían las rutas comerciales entre las penínsulas Ibérica e Itálica y que, forzosamente, pasaban por Mallorca. Eso no explica, sin embargo, por qué hay tal cantidad de ánforas: "El hecho de que la cueva esté tan cerca del mar, a menos de cien metros, en una zona fácil para fondear, indica que es muy factible que pudiera ser una cueva de aiguada, de ahí su nombre. Pero yo creo que hay alguna cosa más", reflexiona Fumàs. Ese algo más puede explicarse por la composición de este agua, rica en cloruros, que hace posible que se conserve en buenas condiciones más tiempo. Sin embargo, el arqueólogo se reafirma en que "es extraño que solo tuviera un uso cotidiano. El hecho de encontrar las ánforas llenas de tan diferentes cronologías y la dificultad para subirlas hace pensar que pudiera ser algún tipo de santuario, alguna divinidad a la que los romanos agradecían por curarse. Estos cloruros son muy buenos para enfermedades de la piel, hepáticas e intestinales y es posible que este agua fuera muy valorada y tuviera también un uso sacramental", argumenta.

Para acercarse más a la resolución de estos misterios se elabora una base de datos para saber todo lo que se extrajo de la cueva en la excavación de 1998, el remanente que permanece en la cavidad y el expolio que ha sufrido a lo largo de los siglos. La confección del mapa 3D servirá para diferenciar las ánforas. Aunque la mayoría de ellas son tarraconenses o layetanas y aun conservan el sello del taller de origen, muchas están incompletas: "Esto lo intentaremos solucionar haciendo un análisis microscópico de cada pieza. Cogeremos diferentes muestras, del sedimento, del agua, de huesos hallados que podrían ser de myotragus. Laboratorios de todo el mundo nos dirán si estas premisas son ciertas o no y conoceremos la cueva en toda su complejidad y totalidad. Para nosotros es fundamental conocer la realidad de su uso y de las rutas comerciales que trataban con Mallorca y la relación que tenían con Pollentia", sintetiza.

Trabajar en esta cavidad requiere de una gran especialización ya que las condiciones son extremas: "Es difícil que la visibilidad se mantenga más de 10 o 15 minutos y puede que pasen semanas hasta que se recupere. Quien entre ha de ser muy bueno y muy rápido para que la campaña no se vaya al garete en un momento", comenta Fumàs. En este sentido, el investigador agradece el apoyo que han tenido de los GEAS: "Nos han cuidado y protegido".

A pesar de la relevancia de ses Aiguades Fumàs dice que "se necesita financiación externa, pública o privada, para seguir, pero es muy difícil encontrar apoyo. Las técnicas son costosas y el equipo humano muchas veces participa de forma altruista. Saben que es un proyecto único y vienen con ilusión, pero como responsable no puedo admitir que no tengan, al menos, sus necesidades cubiertas". Para Fumàs este es uno de los problemas que podrían poner en peligro la continuidad de la investigación.

Ses Aiguades

"Los habitantes de la isla nunca conocieron estas cuevas secas", dice Manel Fumàs. Uno de los objetivos del estudio es saber quiénes fueron los pobladores más antiguos que usaron este agua. Fumàs cree que en una nueva excavación, "encontraríamos más material mucho más antiguo".