Lo dicen ellos y sus amistades más cercanas: Salsa agredolça (Bubota, 2020) es su mejor trabajo hasta la fecha. Se trata del sexto álbum de Da Souza, publicado el pasado 14 de febrero y presentado en directo ayer en la Sala Petita del Teatre Principal -con las entradas agotadas desde la semana pasada-. "Los nervios de los conciertos son peores que los previos a la publicación del disco, en el escenario tienes que demostrar más cosas", señalaba ayer por la mañana Àngel Garau, el batería del grupo, mientras preparaban el montaje del escenario; "el concierto es como ir a un examen, tienes que saberte la lección", contestaba Lluís Cabot, voz y guitarrista, una sentencia que hizo reír al también voz y guitarrista Xavier Hernández y al bajista Biel Stela. Solo faltaba el saxofonista -aunque multinstrumentista- Guillem Portell, que llegó a punto para el concierto. "Es el disco al que hemos dedicado más tiempo, más energía, más recursos€ Y gracias a la experiencia sabemos, no solo lo que nos apetece hacer, sino lo que podemos y sabemos hacer", señala Cabot.

Para los integrantes de Da Souza es reconfortante la cálida y positiva acogida que ha tenido este nuevo trabajo, con el que exploran la sensación vital agridulce; la de llorar y sonreír a la vez, estar bien y mal, algo que examinan y relatan con sus letras cotidianas, llenas de destellos irónicos y poéticos, de una delicadeza, en ocasiones, mística. Con este disco culminan un viaje musical hacia la sencillez y la calma, un hecho que ya se advertía en su anterior trabajo, Futbol d'avantugarda (2018). Han producido Salsa agredolça Jordi Matas (Ferran Palau, El Petit de Cal Eril) y Pau Riutort (El Guincho, Beach Beach, Extraperlo), de los que Cabot destaca su "acompañamiento" en todas las canciones desde que eran tan solo ideas, "algo que ha acabado definiendo el disco", comenta el cantante. Estilísticamente, se han centrado en la búsqueda de sonidos limpios y pulcros, a "encontrar el hueso de las canciones y mantenerlas desnudas", señala Garau, que añade que los temas también tienen un componente de complejidad.

El proceso creativo de este último trabajo ha sido mucho más coral y colectivo que en los otros discos. Se ha ido perfilando en dos residencias artísticas (una en Menorca y otra en Montserrat) y todos han participado activamente de la creación: es Garau quien canta en Tira-tira, y las baladas Aeròlits y Un punt blau son de Hernández. Es desde la escucha y el respeto que entienden la vida los de Da Souza, que comparten, además de una amistad que se remonta a la niñez, amor por esta "actividad paranormal" que es la creación musical.